sábado, julio 19, 2014

BARICCO singing in the dead of night

 
 
Baricco busca lugares inexplicables para componer sus imágenes. Cuenta con la habilidad de detectar esos momentos de descuido del curso habitual del mundo, de la vida. Se asoma a la mirilla y observa las cosas cuando ocurren cuando piensan que nadie las observa.
 
Ahora se recrea en ese momento mágico, desconcertante y misterioso del amanecer. Acaba la madrugada, que siempre atribuimos al día anterior, y comienza la mañana que es  el día recién estrenado. El punto de transición se disfraza, se esconde. El nuevo día siempre se nos muestra cuando ya está en escena.
 
Asociamos el amanecer a momentos especiales porque en el día a día no existe.
 
Baricco sitúa en ese tiempo impreciso, en el que cantaba la alondra que escuchó Paul Macartney,  tres historias que dibuja con su magistral  trazo, limpio y preciso.

 http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_849

domingo, julio 13, 2014

El Llamamiento.

 
 
"Ambos (Cobden y Bright) pensaban que la bifurcación del trabajo entre empleadores y empleados no era algo arbitrariamente decidido por cada medio sino resultado de una diferencia en alta medida psicológica. Pronto o tarde trabajará por cuenta propia quien cuente con el llamamiento (call) a una profesión, que le permitirá esforzarse incansablemente sin experimentarlo como labor ingrata. Quien no cuente todavía con esa inyección de entusiasmo se ganará la vida de manera más renuente e incómoda; pero en sociedades industriales el trabajador vocacional solo necesita no ser obstaculizado por monopolios y subvenciones discriminatorias para crear abundante trabajo por cuenta ajena, y lo armonioso de ese sistema social reside en que a la larga uno pueda optar por las responsabilidades del llamamiento o por una existencia independiente de ellas, donde la satisfacción resida en el ocio o cualquier otra cosa."

ESCOHOTADO, Antonio. "Los enemigos del comercio", página 608. ESPASA LIBROS SLU, 2013.

sábado, julio 12, 2014

La sonrisa.

Nos han conculcado una cierta tendencia general a la tristeza, desde un sentido trágico de la existencia que nos aboca a una excesiva seriedad frente a la Vida, como actitud primera, como modo de sentir instalado en el disco duro de nuestro mente por defecto.

Así que para sonreír es preciso hacer el esfuerzo de mover cada uno de los músculos faciales, desactivando su posición natural. Tenemos que mover todas las piezas de la maquinaria ósea y, en último término, alterar el estado normal de nuestros pensamientos.

Sólo después de hacer ése movimiento de voluntad en distintos planos, consigues dibujar en tus labios esa tenue curva ascendente y luminosa.

Pero, apenas segundos después, en cuanto dejas de mantener ése propósito, desaparece el misterio y tu cara regresa al color gris habitual, grave, serio, circunspecto, preocupado.

Mientras estuvo en tu alma, esa leve conmoción de músculos, huesos y terminaciones nerviosas lanzó en un mensaje simple, limpio, de tranquilidad y confianza  a todos los rincones de tu cuerpo.

La Vida discurre por sí sola.
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