Emaús, Lucas 24, 13-35. Otra vez Baricco.
Como si fuera otra versión de Los Rebeldes de Sador Màrai, toma Baricco el conjunto de acontecimientos irrepetibles y definitivos que tienen lugar en el seno de un grupo de cuatro muchachos, en el momento en que se despiden de la adolescencia y se integran en el mundo de los adultos.
Una chica bellísima y ajena al mundo católico desde donde la miran, será la puerta por la que abandonen para siempre la estrambótica inocencia de la juventud. La secreta admiración de los católicos por quienes no lo son, su traumática relación con el sexo y , sobre todo, los sufrimientos inútiles y permanentes derivados de la percepción de múltiples espejismos nacidos de la culpa y el miedo, permiten a Baricco acudir al relato evangelico de Emaús para escribir una novela corta y, como siempre, de un solo trazo, sobre nuestra ceguera esencial.
La muerte y la vida bailando en un juego de malentendidos.
Sufrimos y nos alegramos, tomamos decisiones irreversibles y dedicamos la vida a causas que surgieron de un equívoco. Vivimos pisando como real un suelo que no existe y no somos capaces de ver lo que tenemos delante de los ojos. Como ciegos engreidos y soberbios disparamos al aire en este baile de locos.
"Aquel mismo día, dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús que está a a unos doce kilómetros de Jerusalem e iban conversando sobre todo lo ocurrido. Mientras conversaban y discutían Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran"
Una chica bellísima y ajena al mundo católico desde donde la miran, será la puerta por la que abandonen para siempre la estrambótica inocencia de la juventud. La secreta admiración de los católicos por quienes no lo son, su traumática relación con el sexo y , sobre todo, los sufrimientos inútiles y permanentes derivados de la percepción de múltiples espejismos nacidos de la culpa y el miedo, permiten a Baricco acudir al relato evangelico de Emaús para escribir una novela corta y, como siempre, de un solo trazo, sobre nuestra ceguera esencial.
La muerte y la vida bailando en un juego de malentendidos.
Sufrimos y nos alegramos, tomamos decisiones irreversibles y dedicamos la vida a causas que surgieron de un equívoco. Vivimos pisando como real un suelo que no existe y no somos capaces de ver lo que tenemos delante de los ojos. Como ciegos engreidos y soberbios disparamos al aire en este baile de locos.
"Aquel mismo día, dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús que está a a unos doce kilómetros de Jerusalem e iban conversando sobre todo lo ocurrido. Mientras conversaban y discutían Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran"
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