lunes, marzo 13, 2006

Capítulo 8.

Husmear en un ordenador personal es una satisfacción para la curiosidad malsana que todos tenemos escondida en algún sitio de nuestros deseos ocultos, aunque nos cueste reconocerlo. Cuando el ordenador es de alguien que pertenece a una organización de interés policial de primer orden, como era el caso, la sensación para los ojos de un inspector de policía es casi lujuriosa. En éste caso, además el ordenador albergaba la vida entera de su propietario. Joseba Artiagategui había estado viajando durante los últimos diecisiete años de su vida por todo el mundo, sin permanecer en el mismo sitio más de tres meses. Dentro de la organización era considerado como un tipo extraño, heterodoxo. Su perfecto conocimiento del inglés le había situado en una posición privilegiada en el ámbito de las relaciones internacionales. Pero su carácter solitario y aventurero le había llevado a provocar situaciones incómodas. Era difícil dejar de contar con él dada su antigüedad, pero ni siquiera él mismo quería ejercer el poder que sus contactos, su experiencia y su profundo conocimiento de los entresijos de poder en la cúpula, le otorgaban. Le gustaban los viajes más que nada en el mundo y su único interés era establecer los contactos más variopintos. A sus correligionarios les molestaban sus prolongadas desapariciones, en las que durante meses dejaban de tener contacto con él .Pero desde la caída de la Unión Soviética , esos contactos “exóticos” o “underground”, que “Josu el Pirata” adoraba, habían sido decisivos para poder abastecer de armas y municiones a sus correligionarios. Por eso, de alguna manera, tenía patente de corso y podía permitirse ir por libre en aquel grupo humano que por razones obvias estaba herméticamente cerrado a todo lo que proviniera del exterior. Por todo eso, podía decirse que su ordenador era su casa sin que la frase fuera una metáfora o una exageración. Dentro de aquella pequeña maravilla de la informática, con acceso inalambrico a internet, todo tipo de sistema de comunicaciones y capacidad en el disco duro para guardar la historia del mundo en fascículos, se alojaban muchísimos más objetos personales que en la casa que habitada. Vivía en un viejo apartamento lleno de humedad, parcialmente amueblado, en el que sólo utilizaba una habitación y la cocina. Junto a un armario ropero desvencijado, sobre una mesa con un pequeño flexo encontraron aquel ordenador portátil que empezaba a marcar la vida del Inspector Quijares. Después de tres días dando un vistazo general a archivos de texto, correos, fotografías, videos y las músicas más diversas, Quijares se dio cuenta del gran interés que todo aquello podía tener para la policía española dedicada a luchar contra el terrorismo. Aquel pensamiento le hizo sentirse mal. Estaba en un mar de dudas. Por un lado sabía que , después de la primera reprimenda por haber ocultado el hallazgo, todos le agradecerían la gran cantidad de información que podían extraer de allí. Por otra parte, se sentía muy lejos de sus jefes y sus oficinas y le fastidiaba profundamente dejar escapar aquel manjar. Buscó un término medio: aguantaría sin decir nada hasta que encontrara alguna información realmente útil de forma directa e inmediata o hasta que los del Servicio de Inteligencia le visitaran , tal como le había anunciado su , cada vez más amigo Ricardo Estables. No desveló a nadie su secreto y cada día, después de llegar a casa y cenar algo, se asomaba a la personalidad de aquel hombre que perdió la vida en la vieja carretera de Mostar con una pistola en la mano y al que nadie vino a enterrar. La fecha de los archivos, la mayoría de los años anteriores comprimidos, permitía seguir el rastro cronológico de un hombre que debía vivir en los aereopuertos. Las fotos y sobre todo su costumbre de firmar los correos electrónicos con la fecha y el lugar desde donde los escribía, como si del texto de una carta tradicional se tratara, permitía establecer un cierto itinerario y situar al viajero. Quijares tuvo que adquirir un cuaderno de anillas , de toda la vida y empezar a anotar datos para no perderse. En la libreta de direcciones podían encontrarse nombres en todos los idiomas. En el primer rastreo de las fotografías pudo comprobar el buen gusto en la elección de las compañías femeninas, de las que guardaba imágenes como una colección, que tomaba inmediatamente después de haber cobrado la pieza. Quijares sonreía viendo aquellas fotos de mujeres cubriéndose con las sábanas , regalando al fotógrafo una sonrisa como recompensa por su buen hacer. Intentaba descubrir en aquellas fotos datos accesorios en las pareces, en los adornos, que le permitieran deducir algo del lugar donde se hicieron. Pero las sábanas arremolinadas eran siempre similares. Sin embargo el color de la piel o los ojos rasgados de la modelo, acreditaban la condición de cazador cosmopolita, de aquel hombre que empezaba a ser para Quijares una especie de obsesión.
La tarde del siete de noviembre habían quedado para cenar todos los habituales del grupo. Al final, para la última copa solo quedaron Quijares y Ricardo Estables. Ricardo empezó a sincerarse con quien poco a poco era el hermano mayor que nunca había tenido y el tema era interesante: Colleen, la médico irlandesa de color que trabajaba para una ONG francesa le había invitado a su apartamento una noche de la semana anterior y cuando Ricardo pensaba que empezarían a sonar los violines ella rompió a llorar desconsoladamente. Le contó una historia tristísima de su familia y el poeta, guitarrista, jefe de la guardia de la embajada, vio amanecer con aquella pobre mujer en sus brazos empapándole la camiseta de lágrimas. Ricardo sabía contar las cosas y la conversación prometía. Quijares ofreció su casa para la última copa. El Inspector, que noche tras noche vivía momentos emocionantes en la soledad de la madrugada, sabía que sería difícil mantener el secreto del ordenador y de la fuente inagotable de información que allí tenía. Aquella noche la ginebra, el humo de los cigarrillos rubios y las confidencias de viejas aventuras con mujeres, disolvieron todas las barreras de seguridad y se acabó el secreto. Ricardo le juró silencio complice y finalmente acabaron los dos examinando los misterios que escondía aquel disco duro.
- “Me parece que te has metido en un buen jaleo”. Después del entusiasmo inicial, a Ricardo le había salido de pronto la formación propia de la Guardia Civil, el sagrado cumplimiento del deber y le parecía inaceptable mantener en secreto todo aquello sin ponerlo en conocimiento de sus superiores.
- “No me digas eso...”. Quijares necesitaba el apoyo de alguien que le quitara el cargo de conciencia que de vez en cuando, en oleadas, le hacía pasar malos ratos. Creía que Ricardo iba a estar de su parte y se sintió inseguro y decepcionado.Se arrepintió de haberle hecho la confidencia.
- “No se como se te pudo ocurrir quedarte con esto...y empezar éste extraño juego...” Ricardo le miraba con cara de sorpresa y cierta admiración. De alguna forma él también se sentía lejos de su casa, de la Academia, de las reglas tajantes que les habían enseñado. Y empezó a comprender la pillería del viejo policía que no pudo evitar caer en la tentación y hacer lo que sabía que nunca debía haber hecho.

En un momento de silencio entre los dos, un sonido como el que hace una piedra al caer en el agua, procedente del ordenador, les avisaba dse que alguien había aparecido en la pantalla iniciando un chat en el Messenger. Se miraron asustados. Cuando Quijares se disponía a apagar el ordenador con movimientos lentos , como si realmente alguién pudiera verle desde el otro lado de la pantalla, Ricardo cambiando bruscamente de actitud, con gesto tenso, mezcla de entusiasmo y de concentración, como un corredor de rallies que fuera a tomar la curva más peligrosa, se adelantó y le apartó violentamente. Entonces tomó aire y apretando los labios se puso a teclear :
..............esukal_14 estas ahí???
............esuskal_14 Josu, puedes concetar????????

............pirata1280.---Qué tal va todo?
............euskal_13.---Hombre...ya era hora tío ¡ Donde te metes?
............pirata1280.---Sigo donde estaba
............euskal_14.---y...salió por fin eso?
............pirata1280.---No. Se fue todo al traste en el último momento.

Quijares no podía dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo.

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