sábado, junio 19, 2010

Una propuesta revolucionaria: llévese SU DINERO a casa.

Lo primero es intentar entender qué pasó.
Al principio cambiamos lo que nos sobraba por lo que nos faltaba: te doy manzanas que me sobran y tu me das leche de tu vaca.
Después, y para el caso en que el trueque no permitía una equivalencia perfecta, atribuimos un valor a lo que carece de valor. Si quieres un litro de leche, tienes que darme cinco manzanas. Si solo tienes dos, dame una moneda que vale por tres manzanas. Cuando tengas las tres manzanas, te doy la moneda y tu me das las tres manzanas. Aqui ya empezamos a crear una ficción (una moneda vale por tres manzanas), basada en un cierto grado de confianza, en que respetarás nuestro pacto, nuestro compromiso (cuando tengas las tres manzanas, me las darás a cambio de la moneda).
La cosa se complicó más tarde, pues el dueño de la vaca quiso adquirir una piel de oso que su vecino tenía, para poder abrigarse. Para completar el truque, ademas de cinco litros de leche, le ofreció la moneda, haciéndole saber que valía por tres manzanas. El pacto inicial de dos, se amplio de ese modo a tres y en esa misma medida, tambien se amplio esa confianza y ese compromiso.
La utilidad de la moneda que valía tres manzanas se generalizó al punto de que las transacciones en las que una de las partes entregaba monedas superaron a las de cambio de cosa por cosa, hasta llegar a reducir a supuestos anecdóticos el inicial modo de cambio. El oro, a su vez, sustituyó a las manzana como valor de referencia de las monedas.


Pero, las monedas pasaban de mano en mano, sin que nadie finalmente reclamara el oro que representaban. Por eso, la ficción de atribuir un valor en oro a una moneda que, en realidad, es decir, en sí misma, no tenía ese valor, esta manada de locos que llamamos humanidad, la supero (¡más difícil todavía!) con otra otra ficción todavía mayor: ¡tachán! señoras y señores, a partir de ahora la moneda tendrá el valor que digamos quienes mandamos que tiene, sin necesidad de que venga soportada por una referencia a un objeto concreto.

Ahora empiezo a perderme, lo confieso.

Entonces aparecen los bancos, los banqueros. Leí en "Dialogo de Civilizaciones", de Roger
Garaudy (
del que lo último que supe es que fue condenado por decir que nada en la historia justifica la masacre de palestinos llevada a cabo por quien todos sabemos), que los abuelos de algunos de los grandes banqueros actuales fueron traficantes de esclavos o incluso piratas. La cuestión es que, en mi caso y en el de otros muchos, por trabajar y para que podamos alimentarnos y buscar cobijo, nos dan unas monedas de esas que, desde hace tiempo, son pura ficción metafísica. Pero esas monedas no las tenemos en nuestro poder. las depositamos en un banco y, a cambio, el banco te da... pues el banco te ofrece...

Por cierto, ¿qué coño te da el banco por manejar a su antojo nuestro dinero?

Antes, hace un tiempo que la cosa funcionaba así: dejas tu dinero en el banco y el banco, con todo el dinero que le dejan, hace préstamos o ofrece apoyo para negocios (es decir hace más préstamos), y consigue un beneficio, del que te da una parte porque tu le has dejado tu dinero. Pero, ahora ¿me da algo el banco para que este justificado que le deje en depósito mi dinero?

Bueno, no sé por donde iba. Creo que trababa de explicar la crisis. Si eso era.


No sé exactamente por qué, estos señores de abuelos poco recomendables, acostumbrados a ganar mucho dinero, han tenido un importante traspiés: han perdido mucho dinero. Tanto que, nosostros, los que trabajamos y recibimos unas monedas para alimentarnos y buscar cobijo, hemos hecho una colecta y le hemos repuesto sus pérdidas. No ha sido exactamente así, pues en realidad ha sido el gobierno que maneja nuestro fondo común, el que ha tomado esa generosa decisión. Según nos dijo, era para que se animaran y todo siguiera tan bonito y tan bién.

Pero, la cosa es que, seguimos mal. Ahora nos dan menos monedas por el mismo trabajo. Y además las monedas valen menos. Un desastre que no entiendo demasiado porque, los banqueros se siguen forrando. Todo empezó por un cierto grado de confianza y un compromiso. Pero tengo la sensación que estos tipos han confundido las cosas y nos tomaron por tontos.



Asi que, querido lector y, por aquello que tantos versos provocó en nuestro siglo de oro, y que no sé si sabrás que significa exactamente, por dignidad, me planteo, te planteo, un gesto revolucionario, sencillo y directo: ve a tu banco y pide tu dinero. A partir de mañana, busca un lugar en tu casa, en donde lo guardarás. Habla con tu jefe y dile que quieres que te dé la nómina en mano, que estas un poco mosquedado con los bancos y que, por una temporada, vas a prescindir de ellos, van a salir de tu vida. Dile que igual es un error o una injusticia, pero, desde la percepción siempre pobre y borrosa de un ciudadano anónimo, te parece que no se están portando bien, que tienen demasiado poder, que deberíamos inventar un mundo sin ellos.

Es fácil y, por ahora, no es delito.
Amigo, date el gustazo, llega a la ventanilla y dile muy serio a la rubia simpática: "quiero mi pasta, me la llevo".

Estos tipos se ha pasado de listos y, después de todo, son unos desagradecidos. Pero lo cierto es que su peana se asienta en nuestra desidia o dejadez...en nuestro cotidiano consentimiento cuando les dejamos nuestro dinero.

Tu dinero, chaval: es tu dinero.
Llévatelo a casa.


Vamos a darle un susto a estos listillos.

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