sábado, noviembre 20, 2010

Gervasio Sánchez nos quita la venda de los ojos.


Tienen en esta Tierra de Nadie un sitio reservado las personas capaces de asumir el compromiso sencillo y descomunal de ser honestos. Este tipo que sonríe en la fotografía ha visto en directo el dolor injustificable que provocan las guerras y nos ha prestado sus ojos para que podamos apreciar la realidad insoportable de hombres, mujeres y niños mutililados.

(Hasta aquí el lamento; ahí nos quedamos casi siempre).

Pero Gervasio ha pasado la frontera de la lástima piadosa y ha buscado el lugar de fabricación de las armas que mutilaron a esas personas. Y tras comprobar que habían sido fabricadas en España ha sentido vergüenza.

Gervasio tiene vergüenza.

Cuando el pasado 7 de mayo de 2008 le dieron el Premio Ortega y Gasset que otorga el diario El País, tomó la palabra y dijo:

"Estimados miembros del jurado, señoras y señores:

Es para mi un gran honor recibir el premio "Ortega y Gasset" de fotografía convocado por El País, diario en el que publiqué mis fotos iniciáticas de America Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tome durante el cerco de Sarajevo.
Quiero dar las gracias a los responsables del Heraldo de Aragón, el magazine de La Vanguarida y a la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extravidos en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos sin Fronteras, la compañía DKV Seguros, y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos años y permitir que el proyecto "Vidas minadas", al que pertenece la fotografía premiada, tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.

Señoras y señores, aunque solo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir, como Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace cuarenta años, que también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofía Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas pero también la belleza de la vida, y sobre todo la incansable lucha por la supervivencia y por la dignidad de las víctimas; el camboyano Sok Herurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer enamorarse, tener hios, llegar a la universidad.

Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver una víctima de la guerra perseguir la felicidad.

Es verdad
que la guerra funde nuestras mentes y nos roba nuestros sueños, como se dice en la película "Cuentos de la Luna pálida" de Kengi Mizoguchi.

Es verdad
que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como en nuestro, que un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda de las víctimas de las minas y al desminado.


Es verdad
que todos los gobiernos españoles desde la transición, encabezados por el presidente Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González , José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten la venta de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.

Es verdad
que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar a las minas antipersonas.


Es verdad
que me siento escandalizado cada que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo, y que me avergüenzo de mis representantes políticos.


Pero, como Martin Luther King , me niego a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo tambien tengo un sueño, que por fin un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en exportador de la muerte.

Muchas gracias. "
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