Coraje moral.
John Stuart Mill advirtió que el sistema democrático no es el final del trayecto, sino el principio del largo camino de cualquier sociedad hacia un horizonte en donde encontrar a hombres, a individuos, libres y dignos. Los disidentes marcan ese rumbo hacia el progreso.
La mayoría democrática podría finalmente imponer sus criterios de forma igualmente aplastante que la peor de la dictaduras. O peor: frente al dictador el disidente es un heroe; frente a la mayoría social democrática el disidente es solo éso, el disidente.
Recuerda este inglés de rostro enjuto y mirada limpia, la necesidad de cuidar, mimar, fomentar, respetar y atender a los disidentes. Adivina, hace dos siglos, la peligrosa tendencia de la mayoría social democrática a anular a aquellos que no piensan igual, lo que nos conduce a un inmovilismo aburrido e insipido de ciudadanos clonados que comparten como bobos un "pensamiento único".
Los heterodoxos, los heréticos, los disidentes, capaces de una reflexión propia y distinta de la opinión de la mayoría han marcado el progreso de la humanidad y lo seguirán haciendo.
Nuestra tediosa realidad carece de referentes, de individuos con criterio y viene marcada por líneas editoriales de medios de comunicación atrapados en sus propias deudas, una televisión dedicada al entretenimiento anestesiante de la película norteamericana, al procaz reality show de producción nacional o a la portavocía del gobierno. Nuestra falta de tradición en una educación crítica, atrevida y valiente, abona un tono social apático, plano, sin ideas, incapaz de reaccionar, que es capaz incluso de elegir como líderes a personas de una mediocridad tan palmaria como Zapatero o Rajoy. Los sindicatos ofrecen una disidencia de panfleto y petardo. Llenan las calles de pancartas desde un discurso vacío, retórico, que huele a nafatalina y enerva al ciudadano medio en el atasco de la enésima manifestación.
"Dónde, dónde los hombres...", que cantaba hace siglos Aguaviva.
(Releo "Ensayo sobre la libertad" y me pregunto si nuestros hijos serán capaces de romper este status quo aburrido y mediocre que nos tiene pendientes de la prima de riesgo).
"Las opiniones heréticas, entre nosostros, no ganan ni incluso pierden, excesivo terreno en cada década, en cada generación; pero nunca destellan con un resplandor vivo, y continuan incubándose en el reducido círculo de pensadores y sabios en el que tuvieron origen, sin propagar nunca su luz, falsa o verdadera, sobre los problemas generales de la humanidad. Y así se va sosteniendo un cierto estado de cosas muy deseable para ciertos espíritus, ya que mantiene las opiniones relevantes en una calma aparente, sin la ceremonia fastidiosa de tener que reducir a nadie a la enmienda o a la carcel, en tanto que no frena en absoluto el uso de la razón a los disidentes contagiados de la enfermedad de pensar; plan este muy adecuado para mantener la paz en el mundo intelectual y para dejar que las cosas transcurran poco más o menos como lo hacían antes. Pero el precio de esta pacificación es el sacrificio completo de todo el coraje moral del espíritu humano. Tal estado de cosas supone que gran parte de los espíritus activos e investigadores, consideran que es prudente guardar dentro de sí mismos, los auténticos motivos y los principios generales de sus convicciones, y que es prudente esforzarse, cuando hablan en público, por adapatar en lo poible su forma de pensar a premisas que ellos rechazan interiormente, todo lo cual no puede producir, esos caracteres sinceros y valientes, esas inteligencias consistentes y lógicas que adornaron en otro tiempo el mundo del pensamiento".
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