domingo, septiembre 26, 2010

Publicidad: el mensaje esencial siempre se esconde.

La campaña contra el tabaco que ha inundado las cajetillas de mensajes macabros en recuadros con letras grandes o la prohibición de fumar en oficinas públicas o restaurantes, no solo no ha disminuido el consumo de tabaco, sino que lo ha aumentado. El mismo gobierno que promueve la campaña, obtiene beneficios del consumo creciente de tabaco. La campaña pretende evitar demandas millonarias, y conforme a las cifras, no provoca una disminución del consumo.

Con cierta periodicidad, los noticiarios ofrecen cifras sobre el incremento del consumo de cocaína. La noticia escandaliza al televidente de ochenta años, alarma al de setenta, preocupa al de sesenta, mosquea al de cincuenta o cuarenta: a qué vienen esas imágenes de rayas prepraradas en fiestas y discotecas. A numerosos televidentes de cualquier edad les ofrece la ocasión de conisderar lo común o extendido que esta el consumo y lo oportuno de procurarlo para una fiesta que se precie.

Las prohibiciones contienen una llamada subliminal al consumo. Los mensajes publicitarios esconden su verdadera intención.
Lo que más perjudica del paquete de tabaco es el insultante letrero "fumar puede matar" que ha puesto allí quien obtiene beneficios de cada cajetilla. La nicotina afecta a los pulmones, incluso al cerebro; el letrero afecta a tu dignidad: te considera tonto, y puede conseguir que lo termines siendo.

Por eso, con el carajillo delante, a las siete de la mañana, el currito antes de subirse al andamio enciende su pitillo, mira otra vez el letrero (quien será el tocapelotas al que se le ocurrió... )y percibe su mentira: "la nómina puede matar", "la mierda de educación que le dieron puede matar", "el humo del autobus puede matar" y "el andamio en el que se va a subir tambien puede matar", "el interés de su hipoteca le mata poco a poco", "la subida de la luz", " los conservantes de los filetes de ternera, la fruta o los tomates". El miedo, el odio, la miseria, la ignorancia, la envidia, al frustración, la insoportable cara dura de quienes manejan el dinero de todos, la estulticia,la obesidad de los lideres sindicales y sobre todo el mal gusto, que ha impuesto su hegemonía en cada rincón del planeta. Todo eso también puede matar...nos mata poco a poco.


En 1919, los publicistas eran menos sutiles en el arte de esconder el verdadero mensaje.
En la época prohibicionista, en plena campaña contra el alcohol, ese grupo de mujeres enarbola un cartel que dice "los labios que toquen el licor no tocarán nuestros labios".
Ya conocemos la afición anglosajona al beso en los labios. Pero es obvio que el autor de la campaña y de la precisa selección de sus modelos, aunque cobrara por su trabajo, oficialmente, del gobierno, debió obtener del lobby de la industria del wisky mucho más que un incentivo. El cartel es idóneo para contentar a los puritanos prohibicionistas, al tiempo que de ningún modo desincentive al consumidor de licor.
Hoy sonreimos al contemplarlo porque al prestidigitador se le ve descaradamente el truco.


La publicidad tiene siempre truco.
Es cuestión de tiempo poder "verlo".
Probablemente nuestros nietos sonreiran al ver los carteles que ahora inundan nuestra ciudad y pretenden dirigir nuestros deseos.


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