sábado, marzo 15, 2008

Guitarra.

Nunca me has pedido nada. Siempre has esperado silenciosa a que saliera de mí acercarme y tocarte. Así es fácil mantener una buena relación. Después pasan los años y un día descubres que sería difícil imaginar mi vida sin tí. Me acompañas, sin complicaciones y como si nada, cuando canto y cuando te escucho. Luego te quedas en el rincón, detrás de la puerta y tu silencio es también compañía.

Recuerdo que era un día de otoño, cuando la tarde se obscurece demasiado pronto y sientes que llega el frío. Finales de octubre, despues de mi cumpleaños. En una calle estrecha y en ligera cuesta, al lado de la peluquería en donde me cortaba el pelo, había una tienda de intrumentos musicales. Debían ser mediados de los años setenta y no había demasiada variedad. Casi todo eran guitarras españolas, un par de pianos y algunos instrumentos de pulso y púa. Quizás alguna armónica y un acordeón lleno de polvo. Mi padre me hizo probar algunos modelos, dos o tres y mientras yo, sentado en un taburete de piano, intentaba descubrir diferencias en el terciopelo dulce de tu sonido, él charlaba con el empleado de los distintos precios.

Me acompañaste en coros de las iglesias, en atarderes en la playa. Nos sentamos sobre los adoquines de la Plaza de Mayor de Madrid rodeados de amigos, hermanos, con una juventud y una alegría insultantes. Estuviste en mi cuarto desde el primer día discretamente apoyada en elgún rincón.. Luego en el armario del Colegio Mayor. He caminado contigo como con una novia. Ahora, cuando todo el equipaje familar esta ya dentro del maletero, apareces tu y te subes en todo lo alto. Has sentido en mis dedos la abulia de una tarde de verano, la misteriosa intranquilidad de una canción de amor, la ilusión y el cansancio de tantos ensayos, la zozobra antes de subir al escenario, las dudas sobre lo que realmente ha pasado, cuando todo termina. En muchos de los mejores momentos, tú estabas allí. Almacenas por eso, en tu secreta oquedad, lo mejor de mí.

Gracias compañera. Me gusta tu olor.
Ya sabes que, algunas veces, pasan el tiempo y no te toco. Pero nunca fue demasiado.
Apenas un par de días y vuelvo a ti.
Siempre vuelvo, te toco otra vez y me suenas. Cada día mejor.
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