Las cosas pendientes.
Escritas y tachadas en el espacio en blanco de las agendas, con frases escuetas escritas con meticuloso cuidado o en garabatos apresurados casi ilegibles, las cosas pendientes van desenredando el enigma de cada una de nuestras vidas. Esas anotaciones a veces solitarias y otras veces apretadas y llenas de tachones, un día serán releídas buscando la explicación de nuestra siempre extraña historia. Eso que tienes que hacer y apuntas, jalona tus días, tus semanas, el discurrir interior de tu propia vida. Surgen de un propósito o una tediosa obligación, instalando en una zona imprecisa del pecho una leve punzada de preocupación y se instalan allí como una advertencia. Un día, al tacharlas por fin, comprendes que has abierto otra puerta cerrada, que la inquietud era un poco ridícula, que has dejado atrás lo que un día aparecía en el horizonte. Y de esa manera, nota a nota, las cosas pendientes van definiendo el contorno más real y sincero de tu existencia.
Compromisos ineludibles, cumpleaños, odiosas servidumbres, viajes a cualquier sitio, comidas, cenas, solicitudes para cumplimentar, exámenes, plazos improrrogables, aniversarios secretos, detalles de un tornillo que hace falta, teléfonos y direcciones, nombres sin apellidos. Desde la fecha y la hora de la próxima consulta al callista, anotada con letra temblorosa en un calendario con la imagen del Corazón de Jesús, detrás de la puerta de la cocina, hasta la anotación electrónica que la jefa de gabinete del alto ejecutivo escribe en clave, avisándole de la próxima cita reservada con su amante, las cosa pendientes nos someten y nos marcan un camino, trazado por una fuerza desconocida, del que ya no puedes desviarte.
Son el arma secreta con que el duende de lo cotidiano dirige el mundo. Instrucciones sencillas, aparentemente ingenuas, que obedecemos sin rechistar y que nos sitúan a cada uno en el engranaje perfecto de un mundo ordenado y limpio. Nunca sabremos si primero fueron las cosas pendientes y luego las agendas o fue al revés. En todo caso, Oración y Libro Sagrado del dios de la Previsibilidad que en nuestro mundo desarrollado y pacífico ha impuesto su dominio, con la grandeza y omnipotencia de quien llega a ser invisible a los ojos de sus súbditos.
1 Comments:
Cuando conduzco tengo que tener cuidado con el hielo. Es peligroso. En la carretera o en el corazón.
Si te descuidas, lo pisas y puedes bajar la cuesta por el lado malo. Atravesando el guarda raíl.
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Los cristales de hielo son puntiagudos, como los puñales; y fríos como el ámbar.
Están conformados por moléculas de hidrógeno y oxígeno. Dos y una. Como nosotros.
Somos agua, que a veces es hielo, y a veces neblina; otras mar salada.
Todo depende del sol, la mañana y los reflejos dorados.
Y somos bebés, gotas recién desprendidas.
Y somos niños, arroyuelos felices.
Y adolescentes, ríos bravos.
Y llueve y nieva.
Siendo adultos, mares azules.
Siendo ancianos, océanos.
Y creemos que cuando somos hielo, somos de piedra.
Pero nos han dado algo más.
Al darnos la vida nos dieron la capacidad acuática.
Todo depende del sol, la mañana y los reflejos dorados.
Driver.
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