El zapatero de Florencia
Él no lo sabe, seguirá allí resolviendo el problema de cómo restañar aquella grieta en la piel vieja y sabia del zapato izquierdo de un vecino. Pero cada día recuerdo su imagen porque me indicó el camino, el modo de mirar al mundo que se ajusta a lo que yo quería.
El zapatero de Florencia, cuando alguien entra en su semisótano, bajando los tres escalones, lo mira desde la distancia, levanta la mirada y hace por sintonizar con el mundo exterior, desde donde el nuevo cliente le habla y le explica su problema. Él lo entiende, lo procesa y lo anota entre las tareas pendientes, cuando el tintineo de la campanita de la puerta vuelve a sonar a la salida.
Aquella tranquilidad, sentado en una silla de enea, con profesionalidad, ofreciendo con atención y rutina aquello que que podía aportar a la humanidad (un buen arreglo de las medias suelas de un zapato) me señaló el camino.
Un tenue murmullo de música clásica y una tarea que sepas hacer bien para ayudar a alguien.
Así de simple y de hermoso.
La destreza y la suerte te ofrecerán la recompensa.
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