martes, julio 11, 2006

(Lección de Historia).Diario de un paranoico razonable.(5)



¿Recuerdas el sentimiento, la sensación interior que tuviste aquel día que viste un balón en el escaparate e imaginaste que podía ser tuyo si lo pedías a los Reyes Magos o te lo regalaban por tu cumpleaños? Algo así cómo ansiedad para que llegue el día, desconsuelo por no-poderlo-tener-aún y, después satisfación, habitualmente efímera, por haberlo conseguido. Sigue la vida y ocurre cuando compras el primer coche. Es como un veneno interior que focaliza tu deseo en algo que quieres poseer.
Algo parecido, en relación con los territorios, ha motivado gran parte de los actos de los poderosos de todas las épocas.Para los de abajo del escalafón resulta difícil de imaginar, sin embargo, ese deseo por peseer nuevos territorios explica gran parte de nuestra historia. Tienes que pobar a imaginarlo. Sal con el coche a las afueras de tu ciudad, encuentra un lugar alejado y mirando fijamente las montañas o la llanura, las encinas o el olivar, el horizonte hasta donde llega tu mirada, imagínate que aquella tierra pudiera ser tuya. Piénsalo otra vez: que aquella tierra pudiera ser tuya. Es un juego, pero se trata de entender un sentimiento habitual en algunos hombres, cuyos nombres están escritos en las calles, su silueta ecuestre preside el parquecito y su fecha de nacimiento está escrita en los libros de historia. Tómalo como una prueba para tu capacidad de imaginar, pero no te olvides que ese sentimiento, esa pulsión, ha destrozado vidas y bañado de sangre la historia del hombre. Por eso no tiene ninguna gracia, aunque está bien conocerlo, tener en cuenta ese hecho, asumir nuestra ridícula condición.
No sé si el primer día de clase o quizás como lección final, pero en algún momento del curso habría que contarles a nuestros niños esta simple y triste realidad, en la clase de la asignatura de Historia.
Ya sé que es ridículo. Para qué poseer, ser dueño de todo aquel territorio, si apenas podían abarcarlo con la mirada para si quiera disfrutarlo. Es igual; "para qué" es otro tema. Buscaron justificaciones en ideas religiosas o intereses económicos, pero en realidad eso es lo de menos.
También tu, debajo de tu cama acumulaste en un cajón aviones, pistolas y pelotas por las que un día lo hubieras dado todo y en cinco minutos olvidaste.
Somos así.

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