domingo, diciembre 03, 2006

Capítulo 20.

Habían pasado más de cinco meses desde que el Embajador en persona asignó una misión específica a Ricardo y no había escrito ni una letra de ningún informe, ni había vuelto a hablar del tema con él. Ahora tenía constancia de la presencia de un miembro de la organización en la ciudad de Sarajevo y después de escuchar el relato de su amigo y compañero de locura, tenían que plantearse también si debería resucitar aquel encargo que parecía olvidado o si era preferible dejar las cosas dormidas, en el extraño stand by en el que se encontraban.
La verdad es que, a priori les parecía que la visita del joven activista les iba a plantear más problemas. “Lo único incómodo fue la peluca, pero todo lo demás fue asombrosamente sencillo”, le comentó Quijares. “ Yo creo que incluso si se me cae la peluca, no hubiera pasado nada. El pobre chaval hubiera pensado “qué carroza más decrépito y hortera que no es capaz de llevar la calva con dignidad”, pero ni remotamente aquel muchacho hubiera puesto en duda la auenticidad de la persona con la que se estaba entrevistando. El camino iniciado por ellos era tan demencial que ninguna persona podía plantearse como verosimil el curso de los acontecimientos que ellos llevaban casi un año protagonizando.
Quijares le confirmó lo que no era ninguna novedad para ellos después del conciencudo estudio del ordenador portátil del Pirata: hacía tres meses la organización se encontraba en un momento crítico. No sólo perdía ánimos y perpectivas idelógicas , sino que la labor policial internacional , tras los sucesos de septiembre , había taponado sus canales de financiación. De otro lado , todas las incidencias que sucedieron a las polémicas en cuestiones estratégicas, habían tenido una repercusión muy amplificada en el colectivo de los presos. El grupo de presos es tan numeroso y cuenta con figuras tan señaladas que forman un sector decisivo y especialmente sensible a cualquier situación de crisis. También la política del gobierno español había sido inteligente al permitir e incluso fomentar la comunicación con quienes estaban en prisión, dándoles un protagonismo en aquella situación confusa. Por todos sitios corrian rumores de que destacados miembros históricos estaban buscando salidas personales, rompiendo la estrategia común, que por otra parte, nunca había estado tan poco definida como ahora.
En esa situación límite, como agua de mayo, desde fuera reactivaron una banda desangelda y sin autoestima. Les llegaron, casi simultáneamente propuestas de contactos de tirios y troyanos. De una parte los del turbante, con los que habían tenido alguna relación hacía años, querían recuperarlas. El pronóstico de la dirección , aunque aún no se habían formalizado contactos, era el que respondía a la lógica de los acontecimientos: quería contestar, pretendían golpear duro a un gobierno que se había situado en primera línea de fuego al lado del amigo americano. De otra parte, los del interior que estaba en la oposición, entendían que los pactos con el famosos bigote se habían utilizado para para arrastrarles a una línea política muy distinta a la acordada y desde luego ajena a los planteamientos tradicionales de ese partido. Frente a la represión como única salida, los de la oposición querían sondear la salida irlandesa preparando ya la que sería su política cuando accedieran al poder. Por eso y utilizando contactos del otro lado del Pirineo habían llegado ofertas de conversaciones, para fijar líneas de aproximación.
Pero la cuestión era si Ricardo debía despertar el encargo dormido o no y, en todo caso, en qué términos podía informar. Después de dicutirlo entendieron que si resucitaban esa línea de investigación que el Ministerio del Interior había encargado a la Embajada, podía contar con una fuente más de información. De otro lado, el contenido de la información podía ser suficientemente ambiguo como para no comprometerse demasiado. Quedaron en pensarlo y, sobre todo preparar una cierta estrategia para evitar que esa entrevista con el Sr.Emabajador fuera una pura improvisación. A eso Ricardo se negaba tajantemente.
Lo dejaron para otro día, pero lo que jamás se habían plantado es la respuesta que el Emabajador le dio a un Ricardo que por momentos quería que la tierra se lo tragse para salir de aquella situación. Después de fijar la cita en términos muy abstractos y vagos (“ Revisión semestral de obejtivos”) y camuflar el tema principal con disquisiciones generaesl de los escasos incidentes de seguridad que había tenido lugar y alguna referencia a la baja de uno de los guardias destinados allí , que no fue capaz de adaptarse a aquella inhóspita ciudad, recibiendo la baja por depresión y regresando a España, Ricardo se adentró en el tema caliente que le había tendio sin dormir la noche anterior.
- “ Señor Embajador, quisiera también informarle verbalmente, pues me ha parecido más adecuado por razones de seguridad no incluir ésta parte final en el Informe escrito que le presento, que respecto a las indagaciones que en el pasado mes de Enero me encargó sobre posibles restos del comando que protagonizó el incidente, va para un año el mes que viene, he sondeado en algunos circulos de emigrantes y recabado información de la policía local sin mucho éxito. Sin embargo, entre el pasaje de hace tres semanas, aparecía un hombre joven, que utilizó la identidad de Pablo Logaste Bernia y que me ha llamado la atención. Estuvo en la ciudad tres días y no he podido finalmente determinar qué vino a hacer aquí. Me han pasado una información muy poco precisa los servicios de información locales y me aseguran que apenas salió del hotel y no han podido fijar contactos ni de amistad o negocios.”
Ricardo llegando al final de sus palabras empezaba a relajarse. No sabía qué le esperaba. El Embajador, ojeó el informe y lo colocó encima de un clasificador dorado. Se levanto y mirando por el amplio ventanal de su despacho a la obscuridad de un jardín, en una actitud que a Ricardo no le gustó dijo:
- “ Sr. Establet no se si felicitarle o manifestarle mi decepción. Efectivamente esa persona a la que usted se ha referido es un militante independentista vasco. Ese dato me lo acaban de confirmar desde Madrid ésta misma tarde. Refuerzo mi criterio que usted conoce de sobra, de que tiene usted un olfato excepcional para su profesión.”

Ricardo sabía por el tono de aquellas palabras , que lo peor estaba aún por llegar. No sabía si levantarse para acompañar el gesto del Emabajador que parecía anunciar el final de la reunión o seguir sentado en aquel sillón de época que era en ese momento para él una auténtica silla eléctrica , en donde podía quedar ejecutado en breves momentos.

- “ Pero sinceramente, esperaba algo más. Lo que constituía su misión y para lo que le elegí especialmente, no sin alguna bronca con la gente de Información, que como es lógico piensan que cada uno debe hacer sus funciones y defienden sus competencias, es precisamente para que localizara y si es posible identificara no al que viene desde fuera que, como ya ha podido comprobar, los de allí lo tienen perfectamente controlado, sino a los que están por aquí. Aunque según me informan, puede tratarse de una persona sola, compañero del fallecido y parece que un poco raro, quiero decir, heterodoxo, dentro de ese club tan cerrado…”.
Ricardo empezó a hablar sin saber exactamente qué diría .

- “ Quiero disculparme Sr. Embajador, pero auque he hecho alguna gestión, las informaciones recabadas son tan vagas, tan imprecisas , que me ha parecido que comentarselas era hacerle perder el tiempo”. Sentáia mientras hablaba el corazón calbalgándo dentro de su pecho, pero consiguió encontrar algunas palabras y, sobre todo aparentar cierta frialdad.

- “Sr. Establet, no hace falta que se disculpe. Basta con que, si es posible localice a ese tipo del que ya no tenemos duda de su existencia.”

Entonces se hizo un silencio denso, de maderas nobles y moqueta granate perfumada por el aroma del aspirador. Pasó a su lado y golpeó amablemente su hombro con la mano, como si incluso él considerara demasiado duras las últimas palabras. Después abrió la doble puerta de su despacho y le ofreció la mano.
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