Capítulo 23.
Después de colgar a Quijares le había quedado mal sabor de boca. Hablaba cada quince días con su hijo Javier y en muchas ocasiones la conversación discurría por frases hechas, desangeladas y distantes. Otras veces Javier o él mismo no tenían tiempo y quedaban para una llamada posterior que ya no se producía. En esta ocasión su hijo tenía necesidad de sentir la voz de su padre para sentirse orgulloso delante de él por sus brillantes resultados del curso .Quería contarle que le habían ofrecido la posibilidad de optar para una beca de formación en periodismo económico en Estados Unidos. Quijares se sintió muy satisfecho por esas buenas noticias que su hijo, sin dejarle intervenir, le fue contando a lo largo de más de diez minutos sin parar un segundo de hablar. Sus ojos llegaron a humedecerse y no tanto por las buenísimas perspectivas profesionales que se abrían ante su único hijo, cuando ni siquiera había terminado sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias de la Información , sino por el tono, el sabor, esa misteriosa textura que se percibe escondida detrás las palabras y que significa mucho más de lo que literalmente éstas cuentan. Hacía tiempo, mucho tiempo, quizás desde cuando veía a su hijo jugar en el patio del colegio al fútbol y corría a abrazarle cada vez que metía un gol, que no había sentido algo parecido. Y aquella calurosa mañana de un martes de finales de Julio, había vuelto a sentirse padre. Eso fue lo que le provocó sensaciones profundas que le nublaron la vista de la calle a la que siempre miraba al hablar por teléfono con su hijo, como si quisiera sacar su espíritu de aquella oficina. Le contó que estaba casi decidido a aceptar y que era también candidata una compañera con la que tenía muy buena relación.
- “¿Cómo se llama?”, le preguntó su padre interrumpiendo su largo discurso.
- “Fátima” y después de un silencio, “ es marroquí” y después de un silencio aun mayor ,“su padre trabaja en la embajada y lleva aquí quince años”.
Todo lo que le había contado hasta ese momento desapareció de pronto.
- “¿Por fin tienes novia?” , buscaba Quijares un cierto tono desenfadado para superar ese fantasma del racismo inconfesable que por instantes había sobrevolado , como un ángel invisible, sus palabras y sobre todo , sus silencios.
- “Tu sabes que ahora esas palabras no se utilizan , padre. Nos llevamos bien , estamos a gusto juntos, hemos hecho algún viaje de fin de semana y… eso es lo que hay”, cerró la frase también con una sonrisa de las que pueden captarse al otro lado de la línea telefónica.
Entonces fue cuando le contó que su madre había empezado a regentar un “Centro de Bronceado” que acaban de inaugurar en una céntrica calle de la ciudad, en pleno barrio de Salamanca. Con el corazón sensible por la conversación previa, Quijares encajó mal la noticia. Recordó una lejana cena en el chalet de una amiga de su mujer, de la que nunca supo de donde había salido ni cual era su relación con ella, ( “ vamos juntas a clases de padel, chico, no le busques tres pies al gato”) en la que , a la hora de los cubalibres, pudo ver la figura de su mujer junto a un tipo apuesto , elegante, de rolex de oro y zapatos de marca. Tuvo una intuición al verlos que inmediatamente quiso sacar de su cabeza y ahora, dos años después recordó que alguien a su lado, con una copa en la mano, comentó que aquel tipo tenía una cadena de establecimientos dedicados a la estética de la mujer por todo el mundo. Luego , sin que él le pidiera ninguna explicación, su mujer lo relacionó también con las clases de padel.
Quijares no contó nada de eso a su hijo. Se enfrascó en una discusión absurda sobre la viabilidad del negocio del bronceado, lo absurdo de abrir ese negocio en el mes de Julio , el peligro de daños irreversibles en la piel provocados por los rayos UVA y la certeza de que su ex esposa había negociado mal sus condiciones laborales y la iban a explotar. Su hijo no le dio la razón en sus impertinencias y eso agrió la conversación.
- “ Bueno, vale , vale, no hace falta que te enfades conmigo, padre”, le suplicaba para detener la escalada absurda de razonamientos encadenados .
- “ Mira chico hay cosas que no entiendo y me jode que tu no las veas como yo”, terminó de vomitar .
Por eso después de colgar, se había quedado con muy mal sabor de boca.
Volvió a la mesa y a los papeles. Tenía que terminar los informes semestrales y presentar un proyecto de programación de los siguientes seis meses. Ricardo había estado despachando la tarde anterior con el Embajador y había quedado en llamarle a media mañana para comer juntos y comentar.
Cuando empezaba a fraguar el texto de su “resumen final y propuestas”, sonó el teléfono.
- “ Soy Ricardo”le dijo un poco serio.
- “Espera un segundo que termino la frase que estoy…” hablaba mientras tecleaba su ordenador.
Quedaron en comer juntos, aunque comieron muy poco.
-“ Es que no he dormido, dándole vueltas a la situación y buscando una salida” reincidía Ricardo.” “Como nos habíamos imaginado, en Madrid tienen información casi de primera mano de lo que pasa dentro de la organización y sabían perfectamente que habían mandado un emisario aquí. Menos mal que, aunque fuera con reservas y de forma verbal, le dije que tenía ciertas sospechas de un tipo que había estado por aquí tres días”. Hacía un gesto de alivio. “ Pero es que eso él ya lo sabía”.Otra vez con un semblante tenso: “ Me pone nervioso éste tipo, Fernando; tienes la sensación siempre que sabe perfectamente la respuesta a la pregunta que te acaba de formular. Te mira siempre como buscando otra información distinta de la que te pide y que ya conoce.” Ricardo con ojeras tenía una expresión de desconcierto que empezó a preocupar seriamente a Quijares.
- “¿ Pero te lo dijo expresamente o son conjeturas tuyas?”, le preguntó para descartar la teoría paranoica y conspirativa a la que Ricardo tenía cierta tendencia.
- “Me lo dijo con toda claridad Fernando”. Imitando su voz engolada continuó: “Le felicito por su buen olfato y tal, pero de los de allí no se preocupe, que ya lo controlamos nosotros, lo que usted tiene que hacer es controlar al de aquí.” Hacía pausas para recordar la conversación de la tarde anterior. “ Muy serio, y sin darme ni un respiro, me dice el tipo: “ lo que tiene que hacer es localizar e identificar al miembro de la organización que está aquí”. Y me lo dijo como si , el Pirata, ósea tu, por lo que fuera, se hubiera convertido en objetivo prioritario de la gente de Inteligencia de Madrid”.
Pagaron y la comida que se había quedado en los dos platos. Incluso los dos vasos largos de cerveza estaban solo a la mitad cuando se levantaron de la mesa. Ahora Quijares estaba en el punto de mira del todo el aparato de lucha antiterrorista. Quijares y Ricardo salieron en silencio. Como a un boxeador completamente noqueado ya solo les podía salvar la campana. Faltaban doce días para que llegara Agosto.
Nota.- Ha habido una reestructuración de anteriores capítulos por lo que aparece alterada la numeración.
Etiquetas: Novela por entregas.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home