jueves, noviembre 15, 2007

No es el frío.

Ahora empiezan los momentos peores. No es el frío lo que me hace temer el silencio de este puente. Son los recuerdos. Todo empezó a estropearse cuando murió ella. Luego los niños se fueron y a veces pienso que nunca los tuve. Tengo un hijo que conduce un autobús en una ciudad al norte de Polonia. Conoció a su mujer en la playa y se fue. Me asombra que a pesar de no tener ni una imagen de un gesto de cariño entre ambos, me duela tanto su ausencia. Va para siete años que no sé nada de él. Tengo una hija que es jefa de ventas en una empresa que vende piezas de ordenadores, por lo que me dijeron. A ella no la veo desde hace más tiempo todavía. Ni me acuerdo.
Se murió ella y todo empezó a ir mal. El banco se quedó con el piso donde vivimos más de veinte años. Lo heredé de mi padre y desde que salí de allí, supe que ya nada tenía arreglo.
Si viene el gato esta noche, me va a mirar un rato y al final me odiará. No tengo nada para él. Cuando se da la vuelta sin el regalo que espera de mí y se va, es cuando me siento verdaderamente solo. Era la mejor zapatería de la zona y no muy cara. La gente me tenía cariño, creo. Luego cada uno tiene sus problemas. No me quejo. Pero ahora con el silencio vienen los momentos más largos. Ya pasó el día. No me quejo.

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