martes, mayo 30, 2006

Piratas sin barco.


Para que quien se dedica a cantar tenga el privilegio de formar parte del repertorio ofrecido por el inmigrante africano en el conocido "top manta", es necesario que se trate de un artista de éxito. Para llegar a ese nivel ha debido tener tantos ingresos que para proteger lo que entonces deja de ganar no parecen proporcionadas cruzadas moralizantes a cargo de subproductos culturales como el tal “Ramoncín”, ni desde luego redadas policiales o sanciones penales.
Resulta esperpéntico escuchar a artistas, instalados en palacios de lujo en Miami, que se fueron a vivir fuera de España para no pagar impuestos, apelando a la ley y al respeto de sus derechos. El hambre del vendedor no figura entre sus preocupaciones y para ellos carece de cobertura legal.
De otra parte, nadie se queja porque la copia de Cds de música o video, asi como su descarga de Internet haya multiplicado en los últimos años la venta de ordenadores, de material informático y , sobre todo de conexiones a la red con tarifa plana.

Lo que pasa en que no se pueden poner puertas al campo. El día que inventaron las gramolas, es de suponer que los pobres músicos de salón se quedaron en casa sacando brillo al clarinete y pensando en buscarse otro oficio. Quién sabe si decidieron poner una tienda de discos.
En todas las épocas el artista será valorado si es capaz de crear obras que gusten a mucha gente. La numerosa cuadrilla de intermediarios entre el cantante y el público se ha visto seriamente perjudicada al aparecer nuevas formas de distribución que les dejan sin su trozo de tarta.
Pero los tiempos cambian, los nuevos artilugios técnicos modifican nuestras costumbres, nuestra economía y nuestra vida ( ¿cómo podría explicarle a mi abuelo a quien estoy ahora mismo escribiendo?). Algunos se ven perjudicados. Que espabilen. Seguro que otros salen beneficiados.
Ojalá los antiguos músicos desempolven sus viejos trombones y nuestros bares de copas se llenen de artistas que suenan en directo.
Esos no pueden bajarse de internet.

1 Comments:

Blogger Fernando Soto said...

Hace unos años oía como uno de esos rebeldes de entonces, hoy defensores del capitalismo intelectual, decía que del mismo modo que a nadie se le ocurriría justificar el robo de una joya por su alto precio, no debería hacerse lo mismo con las obras intelectuales.
Durante un tiempo estuve dando vueltas a ese comentario, cargado aparentemente de verdad. Pero hoy lo que me pregunto es si realmente lo que llamamos propiedad intelectual, es propiedad realmente.
Hay mucho que reflexionar sobre esto, y más aquellos que se encargan de su persecución, pero lo cierto es que hay muchos que viven de la ficción de la propiedad intelectual y no de vender discos o llenar auditorios.

5:20 p. m.  

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