Diario de un paranoico razonable. ( 3 )
“Escucha, creo que tengo otra de las claves: el Tiempo. Es increible, como en las mejores novelas de intriga, las pruebas las tienes delante de las narices y no las habías visto."
En los lugares del mundo en donde podemos todavía encontrar un resquicio para pensar libremente y a través de ésta ventana al mundo proclamar nuestros escritos, nos quedamos día a día, sin espacio. He leído algo de eso en un blog hace unos meses. Sin sitio para sentirse solo, caminar sin ser visto, gritar, hablar en voz alta, descubrir el diseño único e irrepetible de tu silueta, tu voz, forma de caminar, tu punto de vista. Solo unos pocos tienen espacio vital. Hace apenas cincuenta años el espacio no era un bien escaso. Todos o casi todos tenían el que querían, el que necesitaban. Esa es una diferencia decisiva para entender lo que nos está pasando. Dicen que el número de semillas de algunas plantas depende de las plantas que tenga alrededor de la misma especie. Si está sola genera decenas, pero si está rodeada apenas unas cuantas. Extraño misterio por el que una planta es capaz de saber qué tiene alrededor y ajustar su fertilidad a las necesidades. ¿ Y si estuviéramos los humanos sujetos también a ese extraño mecanismo natural ? Entonces la aglomeración, el agobio, el hacinamiento en la que vivimos explicaría las tasas alarmantes de infertilidad entre parejas de sociedades desarrolladas. Entonces en el metro, el autobús, las colas en la calle, la muchedumbre en el fútbol, los bares, la tienda y el semáforo, actuaría ese misterioso dispositivo reduciendo drásticamente los espermatozoides humanos. La Naturaleza funcionaría regulando equilibrios universales: aquí hay demasiados humanos.
Nos quitaron el espacio. Pero íbamos a hablar del Tiempo. Qué ha pasado con tu tiempo.
Es lo único que realmente tenemos. Todo lo demás nos lo han dado, pero no era nuestro. Realmente vivir es disponer de tu tiempo, decidir qué vas a hacer los siguientes minutos, días o semanas. Se acaba la vida cuando se terminó tu tiempo.
Cuanto más valiosa es una tarea, una meta o un propósito, más tiempo necesita. Es el agua que riega tus proyectos, tus relaciones, tus sueños.
Tiempo mas allá del reloj que tantas veces engaña. En un segundo de reloj, tanto tiempo si es que tú me miras, ves a tu hijo dormir o vas a apretar un gatillo. Tantas horas que marcan las agujas del reloj tan vacías porque no las has vivido. Pasaron tan rápido que sospechas que te las han robado.
“Escucha bien, esto es lo que venía a decirte y tengo que bajar la voz”.
Dónde está tu tiempo, a quién se lo has dado. Estás seguro que se lo diste o te lo han quitado. Te das cuenta que sin eso no eres nadie. No puedes hacer nada. Ni pensar, ni escribir, ni imaginar, ni rectificar, ni descubrir. Nada. Sin tiempo eres un zombi, un perfecto ciudadano desactivado, estúpido. Tu tiempo y éste de ahora, de éste preciso instante. También te quitan tu único tesoro los que te dicen que éste tiempo no vale, que el bueno será otro que vendrá, luego, mañana, después, cuando te mueras. Quieren que no valores lo único que tienes. Ni caso.
Sabes por qué la noche se llena de jóvenes que no saben vivir de día. Porque durante la noche no existe(por ahora) la cadena que les sujeta del cuello durante el día: un horario. Pero esa no es la mejor salida. Perder la mañana de un sábado o un domingo soleado es un precio demasiado alto. La solución es empezar a recuperar el tiempo que nos han quitado. Pararse de una vez. Bajarse del tren infernal de la prisa. Hice la mili y la mejor definición de lo que allí dentro ocurría es que todo el día tenías que darte prisa para no hacer nada. Ese es el mundo de los esclavos. Hasta allí nos quieren dirigir.
"Atento.
Recupera tu tiempo y, discretamente, pasa la voz.
Por cierto,nos han localizado ya. Otro día te lo cuento."
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