"El País". Feliz cumpleaños.
Tenía quince años cuando nació El Pais. Por eso durante los primeros años, para mi era solo un periódico. En el Colegio Mayor en la Ciudad Universitaria de Madrid sentí por primera vez que era algo más. Su lectura y sobre todo su adquisición te adscribía a los de izquierdas o progresistas. Enfrente los de derechas o conservadores que leían el ABC. Supongo que éstas adscripciones ideológicas atendiendo al periódico que llevas bajo el brazo son comunes en otros países, pero no estoy seguro de que en otros sitios se haya llegado al nivel de fidelización que éste diario ha conseguido entre nosotros.
Más tarde, el estigma atribuído a sus lectores encontró nuevas fuentes en una emisora de radio y un canal privado de televisión. Empecé a percibir que detrás del símbolo de la izquierda democrática se creaba un importante negocio que precisamente se construía alrededor de la idea de “crear opinión”. Poco después advertí conexiones con el mundo editorial ( el empresario que aparece como dueño del conglomerado precisamente partía del mundo de los libros de texto) y desde allí con el negocio de la cultura en general ( literatura, cine, teatro y música). El invento era pues apto para crear éxitos en éstos campos mezclando información y promoción.Quien tuviera el apoyo de éste grupo de empresas podía aparecer en el periódico más leído y su semanal, la televisión de pago y la radio más escuchada. Quien quede fuera lo tiene peor.Eso es Poder.
Es obvio que el invento funcionó ( hace poco aparecía entre las diez mayores fortunas de España el dueño). Mi descubrimiento coincidió con la eclosión de otro diario que aparecía como competidor y que encontró su gran filón para hacerse sitio en el mercado en los escándalos de corrupción y en la guerra sucia atribuída primero en la prensa y luego en sentencias firmes a la cúpula de uno de los dos grandes partidos políticos de nuestro sistema. En ese momento tuve la certeza de estar ante un potente aparato de propaganda al servicio de un grupo político, con la tentación de “crear la realidad”. A otros grupos de empresas creados con la intención de ser creadores de opinión a partir de la difusión de una visión sesgada e ideologizada de la realidad, éste periódico ya sólo podía acusarles de hacer lo mismo.
Intentando meterme dentro de la cabeza del empresario creador del emporio, supongo que el planteamiento sería algo parecido al siguiente:
1.En un sistema democrático, en una sociedad compleja cualquier partido político necesita un altavoz que le permita comunicarse con los electores y una industria capaz de generar opinión a su favor.
2. Si mis empresas apoyan a uno de los dos grandes partidos, como poco, cada dos o tres legislaturas puedo tener una posición de privilegio en las relaciones con la administración.
3.Como en cualquier actividad comercial, en el ámbito de la comunicación y la cultura, estar cerca del poder será siempre rentable.
Más tarde, el estigma atribuído a sus lectores encontró nuevas fuentes en una emisora de radio y un canal privado de televisión. Empecé a percibir que detrás del símbolo de la izquierda democrática se creaba un importante negocio que precisamente se construía alrededor de la idea de “crear opinión”. Poco después advertí conexiones con el mundo editorial ( el empresario que aparece como dueño del conglomerado precisamente partía del mundo de los libros de texto) y desde allí con el negocio de la cultura en general ( literatura, cine, teatro y música). El invento era pues apto para crear éxitos en éstos campos mezclando información y promoción.Quien tuviera el apoyo de éste grupo de empresas podía aparecer en el periódico más leído y su semanal, la televisión de pago y la radio más escuchada. Quien quede fuera lo tiene peor.Eso es Poder.
Es obvio que el invento funcionó ( hace poco aparecía entre las diez mayores fortunas de España el dueño). Mi descubrimiento coincidió con la eclosión de otro diario que aparecía como competidor y que encontró su gran filón para hacerse sitio en el mercado en los escándalos de corrupción y en la guerra sucia atribuída primero en la prensa y luego en sentencias firmes a la cúpula de uno de los dos grandes partidos políticos de nuestro sistema. En ese momento tuve la certeza de estar ante un potente aparato de propaganda al servicio de un grupo político, con la tentación de “crear la realidad”. A otros grupos de empresas creados con la intención de ser creadores de opinión a partir de la difusión de una visión sesgada e ideologizada de la realidad, éste periódico ya sólo podía acusarles de hacer lo mismo.
Intentando meterme dentro de la cabeza del empresario creador del emporio, supongo que el planteamiento sería algo parecido al siguiente:
1.En un sistema democrático, en una sociedad compleja cualquier partido político necesita un altavoz que le permita comunicarse con los electores y una industria capaz de generar opinión a su favor.
2. Si mis empresas apoyan a uno de los dos grandes partidos, como poco, cada dos o tres legislaturas puedo tener una posición de privilegio en las relaciones con la administración.
3.Como en cualquier actividad comercial, en el ámbito de la comunicación y la cultura, estar cerca del poder será siempre rentable.
Más o menos.
Al descubrir lo que hay detrás de escenario la representación pierde un poco su encanto.
Hoy leyendo el número especial por los treinta años de existencia compruebo de nuevo su esquisita elaboración técnica, la calidad de sus colaboradores y la grandeza del proyecto. Ahora me hace gracia que mantenga todavía para tanta gente esa aureola mágica capaz de atribuir cualidades y talantes.
Y como antes de llegar a la universidad compruebo que vuelve a ser solo un periódico.
Un magnífico periódico.
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