viernes, abril 28, 2006

Bicicletas.


La calle, nervio vivo de la ciudad, pasillo común de los vecinos, es cada día un poco más hostil, ajena, incómoda hasta lo insoportable; coches, motos compitiendo por un sitio para avanzar en una carrera imposible dentro del atasco. Detenidos y arrancando continuamente en cada semáforo. Ciudadanos solitarios, enojados o aburridos, gastan de manera estúpida su tiempo y su dinero sumergidos en un fragor de motores y humos, a bordo de coches que le quitan dinero de su bolsillo incluso por el simple hecho de aparcar, (si encuentran sitio).
Inaguantable.
Frente a la ciudad invadida de coches y agobiante, la bicicleta nos ofrece su alternativa limpia, sencilla, igualitaria y perfecta.

Entonces la ciudad se relaja ya sin prisas, se libra del humo y el ruido. El paisaje urbano se llena de siluetas móviles que se deslizan solitarias o en grupos. Cada una es un homenaje al sentido común, un ejemplo de sabiduría aplicada a la gestión de lo cotidiano. Las distancias propias de la ciudad, de casa al trabajo, a la compra diaria o a la casa del amigo se hacen abarcables. La ciudad se ensancha y respira. Los barrios se alargan, pero la magia de las dos ruedas los acerca. Y aparece sitio para el árbol y la fuente. El diseño de los edificios se adapta también a lo razonable porque pierden sentido las alturas.
El mundo urbano es entonces razonable, caminar por la calle te reconcilia con tus conciudadanos, como vecino que odia el ruido, el humo y la locura del atasco permanente.


Es tan fácil y tan barato adaptar las calles de las ciudades para hacerlas adecuadas al uso de las bicicletas por todos los vecinos, que es difícil entender por qué no es una propuesta política seria, consistente, continuada y conjunta de instituciones públicas como los ayuntamientos o los ministerios de sanidad, cultura, deportes, transporte , incluso de la dirección general de tráfico. Sólo se les ocurre prohibir y sancionar para mejorar nuestras vidas.

Asterdam.
Pisa.

La bicicleta.
El medio más saludable de llegar a cualquier sitio en las distancias propias de una ciudad. Ahorras combustible mantenimiento ,aparcamiento y dejas de adorar a ese dios metálico que es el coche . De paso te evitas el gimnasio, esquivas al psiquiátra. Entre todos una pasta: suficiente para poder invitar a alguien a cenar de vez en cuando.
Así la bicicleta nos da salud y el dinero que no nos quita. Y ya vendrá el amor.
Algo tenías que poner de tu parte.

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