sábado, junio 23, 2007

Canço de Rarevera ( Lluis Llach).



Quiero cantar para decirte

que un mundo nuevo está ya dentro del que vemos,

y vale la pena, si te lo pide el corazón,

que arriesgues ya, intentando encontrar y conseguir...

el gozo, el gozo del camino,

la bella travesía hacia un mundo mejor.


No me arrepiento de estos sueños,

ni de querer hacer posible lo imposible,

y si no llego a donde quiso el corazón,

te entregaré el testigo de mi voz, guardándome...

el gozo, la dicha de escucharte

sabiendo así que avanzarás un poco más.


No puedo más y aún te aseguro,

un mundo nuevo está esperando en cada estrella.

No es solo un sueño,

es más la urgencia del dolor

de tanta gente que todo lo perdió, todo menos...

el gozo, la dicha de inventarse

un digno amanecer donde vivir en paz.




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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

CANÇO DE SIRENAS.

Estoy en un atasco enmedio de la M-40 con mi 16 toneladas. Sudo como un condenado. Por alguna razón que ni atisbo a comprender, me acuerdo que en el mundo existen sirenas. Muchas sirenas.

Si eres una mujer, nacistes en Santiago de la Ribera, y alguna vez tuvistes 16 años, entenderás lo de las sirenas. Yo, sinceramente, no entiendo nada; porque no soy una mujer, no nací en Santiago de la Ribera y ni me acuerdo si alguna vez tuve 16 años.

Reptil, ola, medusa y gaviota.

Cuando con tus vaqueros azules, te ponías a tomar el sol en las rocas de alguna cala escondida, tu cuerpo cambiaba termodinámicamente de temperatura interna y externa, las aletas de tus narices se dilataban como las branquias laterales de los lagartos, y tu ritmo cardíaco se atemperaba. Tú eras un reptil.

Cuando te bañabas en la mar, esperabas a las tres marías, las tres olas grandes que cada rato venían juntas, y te deslizabas sobre la cresta de la más grande hasta ser depositada en la orilla. Tú eras una ola.

Al sumergirte a diez brazas, con tus gafas de bucear, y te quedabas flotando entre dos aguas, con un arribas y un abajo relativo y brillante. Tú eras una medusa.

Y por fin, al salir del agua, evitabas usar la toalla, y te secabas con los brazos abiertos, sintiendo la brisa y girando para tomar de frente el aire más africano. Tu eras la gaviota.

Estaba aquel planeta azul lleno de chicas de 16 años, que después de ser reptil, ola, medusa y gaviota, estaban perfectamente preparadas para dar un salto cualitativo. El siguiente paso era convertirse en sirenas.

Un día se metían en el Mediterráneo azul, y tras escuchar alguna canción de Serrat, descubrían que de cintura para abajo eran peces.

Las reinas podían parir niños con caritas de peces. Ellas lo sabían.

Y tú, enmedio de un atasco en la M-40, ni te lo podías imaginar.

Atentamente: DRIVER

6:31 p. m.  

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