jueves, julio 19, 2007

Cambio.

Ahora es tiempo propicio para el cambio. Han pasado suficientes años para entenderme. Miro atrás y veo con sorpresa un largo camino ya recorrido. El tiempo nos engaña, juega con nosotros. Se hace eterno en segundos y fugaz en años. Miro atrás y compruebo una larga caminata, casi sin tropiezos, llena de afanes, crianzas y un trabajo digno. Recuerdo los comienzos, la ilusión por abrir nuevas rutas hacia viejas aspiraciones, la tensión de nuevo día, la convicción de ser útil, de ayudar a dar un paso más hacía una sociedad mejor. Después aquella conmoción del principio se fue apagando, las palabras repetidas empezaron a sonar de otra manera, incluso a no sonar. Los horarios y la faena diaria se hizo costumbre, rutina. Lo que soy, lo que doy, se empezó a dar por sabido. Lo previsible se hizo real y cristalizó poco a poco, hasta adormecer mis pies, mis manos, mi pluma, mi lengua. Así, la palabra empezó a ser letanía, los principios justificaciones y las decisiones cotidianas respuestas automatizadas. También una máquina expendedora de tabaco es capaz de darlas: “su tabaco, gracias”.

He admirado siempre el hombre que un día dejó la ruta milenaria para buscar otro camino. Tenemos dentro la locura por lo nuevo, la necesidad de enfrentarnos a otros retos. La pasión y el miedo frente a lo desconocido son nuestro alimento.
Por encima de los peligros, denunciados con gran despliegue publicitario durante siglos , de sentimientos como la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia o la pereza, convertidos en pilares del comportamiento de tanta gente, a base de su minuciosa predicación, después de casi medio siglo en esta curiosa casa de locos que es la Vida, solo una cosa me parece lo peor, la raíz de todos los problemas, el virus capaz de destruir al mejor ser humano: el aburrimiento.

Nacimos para la aventura y en la seguridad se marchita la fuente de cada gesto, de cada pulsión que nos hace estar vivos. Estamos diseñados para crecer, para buscar, para mirar que hay detrás de la valla, para soñar con una casa mejor, más soleada, frente al mar.
Por eso es tiempo de cambiar de ruta.

Sentado en una piedra, a la sombra de los abetos, miro ahora el camino que dejaré. Ya lo conozco. Descansaré un poco más y, después de un trago de agua fresquita, inciaré un nuevo recorrido.
Paso a paso.
Con los ojos bien abiertos y el corazón atento, encendido, latiendo con fuerza, como él sabe cuando se enfrenta a un Nuevo Día.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Animo.

3:18 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

IMAGINA.
El hombre simple. El hombre libre.
Enmedio del tumulto y del ruído, enfrascado entre toneladas de información.
Miles de caminos.
Y entonces, un traguito de agua fresca, cuatro cuentas con los dedos de la mano, y una decisión.
Y si me equivoco, me equivoco yo.

Bendita libertad.
El hombre simple. El hombre libre.

ATENTAMENTE. DRIVER.

5:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

te conozco poquito, pero ese poquito me hace intuir que si de repente das un salto y sigues el camino por otro sendero, es porque es lo que quieres hacer, seguro que nadie te fuerza.
También se que esa mirada tan limpia y astuta será dificil que se equivoque.
Todos los cambios son difíciles, y deben ser pa mejor...patrás ni pa coger impulso.

Mi enhorabuena, siempre.
Hagas lo que hagas.

7:20 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿Cambio?¿Qué cambio? ¿Es que realmente cambia quien no traiciona a sus ideas? Modificarás tu entorno, aderezarás de nuevo la ensalada de tu vida, incluso hasta redibujes el paisaje diario, pero quienes creen en el Hombre y aman la vida nunca cambian. Cambia para seguir siendo tú. Y que así sea.

10:46 p. m.  

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