sábado, septiembre 15, 2007

"La Gloria".


Cuando tenía doce años, se rompió la cadena de
mi bicicleta.
Fui al único taller de coches que había en mi
pueblo, para que me la arreglaran.
Mientras el mecánico hacía su trabajo, me quedé
absorto, curioseándolo todo: bujías, llaves
inglesas, fresadoras, amoladoras.
En la parte posterior del taller, un descampado
albergaba una montaña de chatarra. Coches,
motocarros, camionetas.
Me quedé un rato mirando aquella montaña de
acero. Era fea. El óxido y la mugre campaban a sus
anchas. Y de pronto un destello. Junto a un pino
piñonero, había un coche que llamó mi atención.
El Ferrari. Un italiano se había pegado un leñazo
con su deportivo, el coche salió volando sobre la
curva de la estación, y tras dar más de veinte
vueltas de campana en el sembrao de D. Julián,
quedó tendido sobre su costado izquierdo.
Eternamente tendido.
Aquella imagen, por alguna razón, quedó para
siempre grabada en mi cerebro. El montón de
chatarra, el desorden, la destrucción, el tendido
eterno, y sin embargo, conservaba algo del álito
vital que , su diseñador, le había regalado. Tenía
el sabor de la gloria.
Antes de ser camionero, me busqué la vida de
diversas formas. El verano de 1988 trabajé en
Mallorca, en un chiringuito de la playa de Alcudia,
de camarero.
El viernes 14 de agosto libré, y como no tenía
mucho que hacer, me fui a la playa a pasar el día.
Junto al chiringuito donde trabajaba, estaba el hotel Meliá
Alcudia. Me tumbé en mi toalla y vi
pasar el mundo mundial. En el hotel se hospedaba
un grupo de alemanes, que en aquel momento
estaban jugando al fútbol en la arena.
A las dos de la tarde, apareció un grupo de
albañiles, inmigrantes en su mayoría, que vestidos
con sus monos de trabajo, acababa de
terminar de trabajar. Se quedaron en bañador, y se apoyaron
en el murete de piedra del paseo.
Cuando ves al personal en bañador en la playa,
desde lejos, es muy difícil distinguir si pertenecen
al primer mundo o al mundo real.
Me limitaré a contar lo que pasó. Abdhel El
Mushain, hijo de Bramin y nieto de Mustafá,
original de Tánger, se levantó por su cuenta, sin
contar con nadie; se dirigió al grupo de alemanes
y les retó a un partido de fútbol en la arena. Le
siguió Carlitos, hijo de Carlos do Gama y nieto del
mítico Carliños, originario de Rio de Janeiro; José
Sánchez, de padre desconocido, nacido en Barbate;
Victor Jastropech, hijo de los caminos de Europa,
nacido en Budapest y Pepe, que nadie sabía de
dónde era. En total cinco personas, todas con
nombre y algunas con apellido. Peones de la
Ferrovial en las obras del desvío.
Los alemanes pertenecían a un club deportivo, lo
que se traducía en que contaban con una larga
historia de entrenamientos, tácticas, preparación
física y motivación nórdica.
Los peones, por no tener, no tenían ni número de
la Seguridad Social. Eran la viva imagen de los
desheredados, la chatarra humana del primer
mundo. En teoría.
Abdhel El Mushain, hijo de Bramin y nieto de
Mustafá, original de Tánger, capitaneba a los
desheredados. Los alemanes les encasquetaron
diez goles hasta las cuatro de la tarde. A esa hora
se hizo un descanso de media hora.
Simplemente ocurría lo que siempre ocurre, ganan
los guapos, pierden los feos, y la belleza y la gloria
se van a tomar viento.
Los alemanes comieron yogures, bebidas
isotónicas y tenían un masajista que relajó
sus músculos.
Los desheredados un bocata de chopek.
Así que el destino me hizo intervenir. Me fui al
chiringuito, me pillé seis birras de litro de
la Cruzcampo, una para cada desheredado y otra
para mí, barrita de mojama, tomatitos y cuatro latas de
navajas.
La chatarra humana del primer mundo,
incluyéndome entre ellos, nos lo tomamos todo.
Entonces , Abdhel El Mushain, hijo de Bramin
y nieto de Mustafá, original de Tánger, miró
pausadamente al cielo, vió que no había ni una nube ,
que caía un sol de justicia, que los alemanes comían
a la sombra y que ellos comían al sol, y comprendió.
No sé exactamente qué, pero tenía cara de haberlo comprendido.
Los alemanes juegan al fútbol, con la
meticulosidad con la que fabrican coches. Son tan
precisos, que a veces se les olvida lo más simple.
Lo más simple es que nunca se puede
menospreciar la capacidad de lucha de un ser
eterno.
Cascarás, te convertirás en polvo orgánico, nadie
se acordará de ti. Pero si un día te miras al espejo
y ves el brillo de la belleza reflejado en tu pupila,
ese día sabrás que en ese brillo, y en el que
reflejen las pupilas de tus descendientes, está
condensado el sabor del orgullo. El sonido del
heroísmo. La esencia de la eternidad
.………………………………..
La Cruzcampo empezó a actuar, junto a la mojama
y el sol. Las ideas futbolísticas de los peones se
empezaron a desarrollar de forma ordenada.
Diez, dos. El sonido de Tánger se escuchaba a lo lejos
mezclado con la bruma de las olas. Diez, cuatro. El
ritmo brasileño encontró su acomodo en una playa
de Mallorca. Diez, seis. La Semana Santa de
Barbate aportó el latido de la tambores.
Diez, ocho.
Pepe, el hombre del que nadie sabía de
dónde era, encontró sus raíces en aquella playa,
diez, diez.
Siete de la tarde. El partido empatado. Yo no sé si
estaba un poco afectado por la cerveza, pero me
parecía que aquella gente marcaba los goles de dos
en dos.
Entonces ocurrió algo que nunca olvidaré en mi
vida.
Me vino a la cabeza la imagen del Ferrari eternamente tendido. Aquella imagen que me perseguía desde los doce años. La
mezcla de la destrucción, de lo cotidiano, de la desigualdad,
encerrando en su estructura la belleza eterna.
Aquella mezcla que me despertaba con preguntas
muchas noches.
Conforme la imagen se me hacía nítida, Abdhel El
Mushain, hijo de Bramin y nieto de Mustafá,
original de Tánger, cogió la pelota, corrió la
banda, se hizo varios autopases, y acabó sólo
frente a la portería alemana, el guardameta
mortalmente abatido.
Lo siguiente es muy difícil de describir con
palabras. No encuentro las apropiadas. Pero tengo
que decirlo.
Abdhel, cuando tenía en sus pies la oportunidad de
ganar aquella batalla, cuando a los alemanes se les
materializaba la peor de sus pesadillas, cuando yo
estaba abriendo la octava Cruzcampo. Abdhel hizo
otra cosa.
En vez de marcar el gol de la victoria, hizo algo
extraño. Cogió la pelota con ambas manos, se la
puso encima de la cabeza, y se puso a caminar
lentamente hacia la orilla. Se metió en el mar y se
bañó tranquilamente.
Se daba por satisfecho, no necesitaba más.
Y yo ví reflejada en sus pupilas
la esencia de la belleza.
Cascarás, te convertirás en polvo orgánico, nadie
se acordará de ti. Pero si un día te miras al espejo
y ves el brillo de la belleza reflejado en tu pupila,
ese día sabrás que en ese brillo, y en el que
reflejen las pupilas de tus descendientes, está
condensado el sabor del orgullo. El sonido del
heroísmo. La esencia de la eternidad.
ATENTAMENTE : DRIVER.
Es una colaboración de Driver.
Cuando un comentario es poesía, merece otro sitio.
Gracias Driver.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Driver dignifica cualquier bitácora que honre con su visita.
Y tú, jmcaleroma, te honras colocándolo en la portada.
Como siempre, aletea la poesía y la buena literatura en este blog.

7:50 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

LA VERDAD.

La verdad siempre tiene más caras que las aparentes.
De acuerdo, escribo; hay gente que me hecha piropos; otros no (incluída la inmensa mayoría de mi familia).
Pero lo que nadie sabe, es que sin la amistad de Jose María y su vital apoyo, no sería capaz de hilvanar una frase.
Los conductores de ambulancia, de siempre, han tenido padre y madre.
En este caso tienen dos padres.

Es curioso. La verdad siempre es muy simple.

Por eso hay verdades potentes. Y que sea por mucho tiempo.

Gracias Jose María.

Atentamente. Driver.

4:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No se si es envidia, que es una palabra muy fea, sólo se que entre mis deseos secretos estaría el poder contar las cosas para que me quedasen como a tí: tan bien hechas, tan bien horneadas y con tan rico sabor. Y encima de ese don, un amigo apoyándote.
Si me temo que lo que siento se parece un poco a la envidia....espero que por lo menos sea sana.

8:58 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, PLASS, ...

Que eso, que hace nos días me lo dijo Toi en su blog.

Atentamente. Irene

12:35 a. m.  

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