lunes, agosto 06, 2007

¿Qué tenía esa música que no tenías tu, amor mío? ( DRIVER. 2)


En invierno el mar esta más oscuro y el viento deja la superficie de la playa extrañamente lisa e incómoda. Pero afortunadamente siempre pasa en algún momento un hombre con chubasquero amplio y un jersey de lana gorda que pasea por la orilla un perro no muy grande, nervioso y juguetón que mira a las olas como si fueran un ser vivo y corre despavorido cuando rompen cerca de la orilla.
Al encender el cigarrillo todavía con lagrimas en los ojos después de explicar vagamente, con algunas frases inconexas, en una conversación imposible con móvil sin pilas, ni cobertura, ni nada, a su jefe, aquel destino inexplicable para un conductor de ambulancias que transporta un hombre muy herido, que se hacía responsable y explicaría todo a los familiares, en cuando llegaran al mortuorio, pensó que parado en un semáforo de la gran ciudad, ni podría pasarse por su mente que, en alguna playa, precisamente en el mismo instante que el cambiara por enésima vez de emisora parado en un semáforo, comprobándola inutilidad del verde ante la densidad del tráfico aquella mañana de enero, en alguna playa, siempre... pasa en algún momento un hombre con chubasquero amplio y un jersey de lana gorda que pasea por la orilla un perro no muy grande, nervioso y juguetón que mira a las olas como si fueran un ser vivo y corre despavorido cuando rompe cerca de la orilla.
Cuando aquella pareja perfecta desapareció a lo lejos, sus ojos se refugiaron en la inmensidad del mar. Allí encontraron la paz y la fuerza que necesitaban. Si sabes mirar la superficie infinita del agua, con el tiempo suficiente ese dios dormido te deja ver, cada segundo un poco más su autentica grandiosidad. Estaba más oscuro que cuando en verano, otras veces, lo había adorado. Aquella inmensa llanura viva le reconoció y le devolvió la paz, la sensación cierta y definitiva de haber sido honesto con él mismo, con aquel hombre que le regaló sus últimas frases y con el mar.

En una carretera que bordea como un dibujo de un niño la costa, dentro de una ambulancia que circula lentamente a una inusual velocidad, un hombre joven escucha el lamento reiterativo y obsesivo de Lou Reed y piensa frases y frases, casi un discurso mirando al mar mientras conduce con el piloto automático. Gesticula cuando termina una frase o un argumento evaluando con mente de otra persona si aquella explicación es soportable para quien ha perdido un ser querido, por culpa de que el chaval de la ambulancia en vez de llevarlo al hospital más cercano, se fue al quinto coño. Después de encender otro cigarrillo lo intentaba de nuevo y el mar, que le hacía compañía le dijo que no pensara nada, que olvidara que tenía que pedir disculpas o dar explicaciones, por nada. El mar, que le acompañó aquellos cinco kilómetros eternos, le dijo que solo él sabía lo que había pasado.

Fui el primero en llegar. El viejo estaba bien jodido. El médico le inmovilizó todo menos el brazo derecho. Antes de meterlo en la ambulancia me cogió con su brazo y me dijo que no quería morir allí, que lo llevara a Denia.”

La voz agotada e inexpresiva de Lou Red, había sido el fondo musical del buena parte del relato inmenso y demoledor de toda una vida, como un larga monólogo, una alucinación, de un hombre encendido por el dolor y la certeza de un último viaje que solo podía terminar al lado del mar. Miraba de reojo al mar y entendió su implicación en esta historia, la cercanía de presencia, la terquedad en su propósito de que alejara todo rastro de sentimiento de culpa de su corazón, de su cara, de sus palabras, cuando tuviera delante a los familiares.
Supo que los kilómetros habían sido compañeros de gran parte de su vida. Había sido camionero en su época de gloria llegó a tener un enorme trailer de transporte internacional con el que, cada semana unía con sus ojos los campos de fresa de Huelva y la bruma perpetua del Polo Industrial Lisera a las afueras de Bruselas. Por eso cuando se jubiló, aunque vivía en Madrid con una hija, sabía que estaba al lado del mar y que, en el momento final siempre habría tiempo de despedirse.

Hey boy, take a walk on the wilde side.
Y, en su extraña euforia de moribundo, paraba de hablar y tarareaba aquella melodía infinita.
- Aquellos fueron años especiales, distintos, salvajes... puros.
- Te gusta Lou Red
- La música ha sido mi medicina. La he necesitado, como una droga. , o mas. Una vez se jodió el radiocasete del camión y no se como pude resistirlo. No había tiempo para arreglarlo y poner otro. Fue el viaje mas duro, tiene cojones... y luego, cuando me dieron la pasta, que siempre iba a recogerla a ella, a la que fuera..., la gente de la carretera sabemos que están ahí para nosotros, ellas forman parte de la fiesta al final del viaje...las mujeres, tiene cojones, su forma de hablar, de sentarse, de mirar, de fumar, tiene cojones, luego cuando me dieron la pasta, me monté un “loro”, que en aquella época era la leche, lo mejor, lo último...
Tu, turú, turú tu turu tu, turu turu, tu turu tu... Se moría la canción cuando incorporándose un poco dijo, dale para atrás, ponla otra vez... Hey boy take a walk on the wilde side…
Un loro que hacía que me acompañaran Dylan, Gurtree, Elvis... todos tío, allí dentro de la cabina cantaban para mí
Cuando lo compré, llevaba siete días sin escuchar música. Aquella noche, fue la única que ella, tiene cojones,
...turu tururú...
Aquella fue la única vez ella, las mujeres, tiene cojones, se bajó del camión sin el consuelo que preparaba para mí y yo le devolvía. ...
Sonó de pronto una melodía tenue y distinta que me hizo llorar. Creo que fue Fool on the hill y se bajó después de preguntarme no-se coño, tiene cojones, dejó un beso de carmín en la ventanilla del conductor, desde fuera, y la miré cuando dio un puñetazo en el cristal. El recorrido había terminado en una ciudad de mar, tiene cojones, termine llorando como un puto crío escuchando aquella canción y mirando caer la tarde sobre la superficie inmensa del mar.. Luego al día siguiente fui a disculparme y, tiene cojones, creo que estuve bien, las mujeres, cuando un tío ha mirado a otro lado cuando ya tiene las tetas fuera, tiene cojones, se enamoran entonces, es... como si les jodiera, pero les gustara,... tiene cojones... y estaba como diciendo que yo trabajo aquí, y eres un tío mas de los que vienen dejan el camión ahí fuera y se beben todo el wisky de la barra y luego se corren antes de quedarse dormidos, eso sin decirlo, la tía, así en ese plan y tal, en plan profesional, pero... a mi me jode eso del plan profesional y aquella mulatilla era una preciosidad y... cuando al final subimos al cuarto ella ya, tiene cojones, me agarró como se agarra a un tío que te gusta, que te jode, pero te gusta...en plan profesional, tiene cojones, si vieras como se desmadejaba aquel cuerpecillo y sus ojos de morirse,... después fumábamos un pitillo en la angustiosa atsmosfera del cuarto pequeño y con el humo flotando, y rojo como la lucecilla que nos dejaba mirarnos. Ella, se incorporó y con ojos de animal herido me lo preguntó. Lo del día anterior en el camión, la música. Solo pude, tiene cojones... medio contestar alguna cosa así. ¿,¿Qué tenia esa música, que no tenías tu, amor mío? Pues...que me dolía dentro y me hizo llorar , sees the sun going down and the eyes in your head sees the world spining round... tiene cojones.

El dolor y la certeza del final le encendían la voz y apenas terminaba una historia empezaba otra, aunque advertía el abuso por su monólogo y, a veces, intentaba darme sitio en la conversación.
- Y tu ... qué. Cuanto llevas con la ambulancia... una mierda el sueldo, claro... deseando montarte como autónomo... joder, normal, tiene cojones.

María, dejaba el contrabajo apoyado en el frigorífico de la única habitación de su estudio, en un ático de una callecita que desembocaba en la calle San Bernardo, y lo miraba, aliviada reprochándole cada día su peso y su tamaño, con el tono de voz de quien desde hace años ama a aquel instrumento, por la profundidad de sus notas graves, pero sobre todo por su peso y por su tamaño. Había terminado sus clases y tenía que despabilar para que le diera tiempo a hacer todo antes de salir otra vez, haciendo equilibrios en el viejo ascensor con su contrabajo, camino del Blue Moon, en donde le esperaba el ensayo y luego la actuación de todos los viernes. Sonó el teléfono como si estuviera esperando que se hubiera quitado su chambergo de piel vuelta, a juego con su pelo pelirrojo y fue a cogerlo, al tiempo que empezaba a desbrocharse le botón de arriba de los vaqueros, para todas las mujeres, insoportable durante unos días cada mes.
- Sí.
- ...
- Si dígame.
- María Ortuño
- Si, soy yo, quién es.
- Mire le llamo desde Denia, desde el hospital de Denia
- ...
-...
- Si, que quería...



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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

REMEMBER.

Recuerdo aquel día y aquella llamada.

Es curioso, una simple llamada, un correo, una vieja foto..., y comienza a funcionar una parte del cerebro, que tú ni sabías que existía.

Casi todo lo importante que me ha sucedido, me ha sucedido por casualidad.

Tal vez el avatar sea así. Una simple casualidad.

ATENTAMENTE: MARÍA ORTUÑO.

8:47 p. m.  

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