domingo, enero 24, 2010

Ingredientes para una receta infalible.


Libros y madera, noche del viernes y vino, guitarra, canciones y amigos.
Asi que claro, el sabor tenía que ser esquisito.
Y apareció una chica con cuerpo de ola, un príncipe con mala suerte, y un guerrero que nos pidió que, si cae en el combate le llevemos todas sus canciones y un ramo de flores rojas a quien él tanto quiso.
Entre tanto, ella se quedo con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón, sentada en la estación.
Los otros dos, tan formales, quién lo iba a decir... se pasaron la noche investigando, deshojando, nombrando, proponiéndose metas y preguntando a los cuerpos.
Risas, besos y miradas amables.
Fue el viernes, en la librería Yerma. Los personajes escondidos en cada novela de las estanterías, lo agradecieron. De vez en cuando Rosa les prepara un lío y les hace más llevadera la espera, hasta que unos ojos les resucitan al pasar por sus renglones.
Muchos libros en estanterías de mandera y encima de una gran mesa, como en un altar.
La noche del viernes que simpre tiene a la Luna inquieta.
Canciones sabidas, olvidadas, cargadas de fuego y viento, suaves como tu piel.
La guitarra siempre discreta, sonando, haciendo lo que sabe.
El Vino que ilumina las miradas, que maquilla por dentro, que acerca y descubre.
Y los amigos que se recuerdan y se esperan, cuando termina cada semana.
Fue en "Yerma", Calle José Recuerda Rubio, Manzana 5, frente al Instituto Murillo, un viernes 22 de enero de 2010, una vez que se hizo de noche.
Gracias Rosa.

domingo, enero 17, 2010

León Felipe.

¡QUÉ LÁSTIMA!

¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en
la Montaña.
Después...
ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de
la casa.
Tiene
una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de
la ventana.
Cosas
de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en
la tapa.
Por
aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!


"En la escalera". (Concierto).


VIERNES
22 DE ENERO 2010,
20'30 h.
"EN LA ESCALERA"
LIBRERIA "YERMA".
c/ Jose Recuerda Rubio, M5.
SEVILLA.
Guitarra y voz, sobre fondo de madera y libros.
Para quienes encontraron entre los libros, lo que buscaban.
Para los que fueron hallados.
Para los libros.
Pase único.

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