domingo, octubre 28, 2007

Capítulo 35. "Otra vez en el viejo balneario".


En una estancia amplia de techos altos y muros de piedra, con grandes ventanales en forma de arco, estaba el comedor. Podía haber sido la sala capitular de un antiguo convento y sería un lugar frío y desangelado si no fuera por las impresionantes alfombras que arropaban el suelo de piedra y los nobles tapices que vestían las amplías paredes. La iluminación de enormes lámparas de araña con velas, llenaba cada rincón de sombras vivas e inquietas y la atmósfera se llenaba de una misteriosa intimidad. Los camareros apostados en cada rincón como estatuas y la distancia sideral entre cada mesa, harían lujoso aquel lugar incluso en la bahía de Mónaco. Situado entre antiguos países comunistas, la esplendorosa riqueza de mármoles y viandas, convertían aquel lugar en un refugio para los más ricos, los más poderosos, de entre los más ricos y poderosos del mundo. Lo habitaban normalmente parejas variopintas con el único denominador común de la notable mayor edad del varón. Quijares era una excepción, pero en todo caso, no había contacto alguno con los demás pobladores del balneario, ni siquiera visual. Cada mesa era un mundo aparte y la discreción de las conversaciones era tal que, podía escucharse, como fondo musical, el tintineo de los cubiertos y los vasos.
A pesar del paso agradable sobre las alfombras y del silencio majestuoso del lujo, Quijares se sentía atrapado en aquella jaula de oro. Los últimos acontecimientos le habían hecho perder pie. Ni el Grange 1951 le hacía ilusión aquella noche, ni fue capaz de seguir con atención las historias de venganzas y odios de los nuevos ricos de la estepa siberiana que Svetana le contaba, con amabilidad y cierta paciencia. Porque ella era perfectamente consciente de que aquel tipo de tez morena y manos venosas, que tan bien sabía acompañarla a ese lugar fuera del espacio en donde ella siempre quisiera estar, aquella noche tenía una sombra en la mirada. Le contaba su convencimiento de que cualquier día asesinarían a la periodista más valiente que había nacido en su viejo y legendario país y su impotencia para convencerla de optar por dejar de sacar al fresco lo peor de un régimen corrupto o adoptar las precauciones mínimas. La indiferencia de aquella mujer que ahora, de nuevo, le acariciaba con su pie desnudo por debajo de la mesa, cuando hablaba de secretos de estado, de muertes y sobornos, que otras veces le había parecido excitante, ahora le provocaban un profundo malestar que, empezaba a no poder disimular. Ella lo notó, o quizás sería mejor decir que lo había previsto y entendió que no podía mantener esa incómoda situación que se produce cuando dos personas que tiene lo mismo en la cabeza hablan de otra cosa. Después de un largo silencio, que Quijares quiso romper, dándose cuenta entonces que ni siquiera recordaba qué le estaba contando, ella abrió la única cuestión que realmente les importaba, sin saber exactamente cómo saldría finalmente de aquella situación:
- Ahora no lo puedes dejar, mi amor.
Quijares dudó un segundo si debía entender la frase en relación a lo que él tenía en la cabeza. Se encontró con sus ojos y le sonrieron, de esa forma tan peculiar y tan suya. La mirada sonreía, pero no movía un solo músculo de su cara. Los ojos le decían, sí, vamos a hablar de eso, que ocupa tu cabezas y tu estómago hasta el punto de no dejarte probar ni un bocado del mejor paté de faisán del mundo.
- ¿Sabes donde esta Tegucigalpa?
Él bajo la cabeza, derrotado, temiendo que de nuevo ella estuviera jugando con sus tripas.
- Ahora no lo puedes dejar, mi amor. Han convocado una reunión en Tegucigalpa y sólo te tengo a ti para saber qué puede salir de esta mezcla extraña de iluminados y patriotas. Puedes olvidarte de tu idea, mi amor. Ahora no es el momento.
Cuando tuvo la certeza de que por fin ella había abierto el tema en el que su cabeza había estado trabajando febrilmente los últimos quince días, sacó fuerzas para enfrentarse a sus ojos y buscó su mano encima del mantel para ayudarse y trasmitirle con toda la intensidad posible su decisión. Ella tenía la mano suave y caliente.
- Tienes que entenderme Svetana. No puedo más. Estoy cansado y todo se ha complicado cada vez un poco más. Ni siquiera sé si sería capaz de contar a alguien ordenadamente esta historia de locos en la que me he metido. Necesito descansar, olvidarme de todo, desaparecer, buscar alguna excusa para volver a Madrid y recuperar la vida que un día desprecié, pero que ahora me parece el paraíso: el dominó en el bar del barrio, el Marca, las cervecitas, el fútbol inundando el domingo. Tienes que ayudarme porque sabes que ahora mi vida depende de ti y, porque me has hablado muchas veces que eres una persona de palabra, que puedes matar y morir para mantener la palabra dada, el compromiso adquirido. Recuerdas todo lo que me has dicho del honor, de los códigos no escritos, de la fidelidad entre los tuyos como única regla en un mundo sin reglas.
Hablaba sin detenerse, como vomitando una larguísima mala digestión, como sacándose un veneno de lo más hondo de su ser.
- No puedo vivir así. Hace unos meses, era un juego entre dos, tres personas, si te incluyo a ti. Era nuestro juego secreto y me sentía seguro, a salvo de todo, aunque te reconozco que muchas veces he sentido que me engañaba, que la dimensión de lo que hacíamos era mucho mayor de lo que parecía, que todo se nos podía ir de las manos en cualquier momento. Pero ahora esos presagios se han hecho realidad y tengo la sensación de que en cualquier momento pueden caerme encima los geos, la mafia calabresa, los patriotas del norte o los del turbante. Me parece que estoy sentado encima de un polvorín a punto de estallar. No duermo, no puedo pensar en otra cosa. No puedo más, Svetana. No puedo aguantar ni un minuto más dentro de este laberinto. Tienes que entenderlo.
Ella respondió a su caricia encontrando la superficie más lisa de su mano y rozándola de forma sutil hasta hacerla coincidir con su parte más lisa, más sedosa. Quijares sintió de pronto todas esas sensaciones, al dejar de hablar, de forma retrospectiva.
- Escúchame bien, mi amor. No te va a pasar nada. Te prometí que tendrías mi protección en tiempos difíciles y han llegado mucho antes de lo que pensaba y de lo que tú de crees, mucho antes de lo que tú has sabido. Ya sabía hace tiempo que terminaría este capítulo de la historia y que podía ser peligroso y doloroso para ti. Pero, tienes que ir a Tegucigalpa. Tengo que saber qué pasa allí y luego, todo será más fácil. Ya lo verás.
Quijares había vaciado de gusanos podridos su estómago en su anterior discurso. Ahora se sentía mucho mejor.
- Pero ¿qué dices de Tegucigalpa? ¿Dónde carajo esta eso?
Ella sabía que el empezaba a estar curado. Los hilos ocultos de su rostro se habían relajado por fin. Se sonrieron mirándose por primera vez aquella noche y ella llenó las copas.
- Tienes tiempo para mirar en el mapa. Y yo me voy a encargar de que todo sea mucho más fácil de lo que parece.
Untó el paté y se lo ofreció.
- Esta delicioso, mi amor.
Él sintió hambre, aceptó el bocado y supo que daba inicio a un periodo de tiempo, alrededor de una hora y pico, en que ambos dejarían de pensar con el cerebro. Entonces escucharon ellos solos los primeros y prometedores compases, de "El Bolero de Ravel".

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viernes, octubre 26, 2007

Apunte.

Hay un murmullo de insectos.
Laboriosos y olvidados
Que empuja el segundero
Invisible del mundo.

Y el sonido del lápiz de colores
Llena de azul la capota de Dumbo.

Es un rumor de río que pasa,
Un sonido escondido como una sospecha,
Una canción de cuna
Que duerme los segundos que nos hacen

Y nos deshacen.

Mientras escribo este verso,
Queda el silencio prendido en la luz de la nada,
Y así se hace eterno.

domingo, octubre 21, 2007

(La muerte de los animales).Diario de un paranoico razonable.


He estado brujuleando por internet, buscando información sobre cómo viven los animales sus últimos momentos. Nada, no encontré nada. Un misterio.
Desde hace tiempo voy a los parques, paseo por los bosques y me detengo en medio del campo, en cualquier lugar, buscando con la mirada el momento en que un gorrión o una mosca, por mencionar a los más cotidianos, después de su periodo normal de existencia mueren de muerte natural. En ambos caso, lo lógico es que caigan al suelo cuando ese momento postrero les llega. Por eso paso largas horas escrutando lo que hay alrededor del la tierra que pisan mis pies. Pero no he encontrado aún ni rastro de un animal muerto de muerte natural. He buscado también en colecciones de videos y documentales, que luego he tenido que regalar porque no me caben en las estanterías de mi pequeño apartamento. Las he visto con el mando a distancia apretado en mi mano sudorosa, esperando ver el momento, darle hacia atrás y detener el instante preciso. Nada. He visto animales aparearse, comer, dormitar, alimentarse, pelear, besarse, jugar, perseguirse, matarse, construir presas, nidos, refugios, marcar sus dominios, acariciar a sus crías. He visto leones aburridos, delfines simpáticos, serpientes acechantes, águilas reinando en el cielo y en la tierra, ratones listísimos, elefantes bonachones y un poco confusos, como incómodos por el tamaño de su trompa que les molesta al caminar, ciervos quejosos por una infidelidad peleando entre ellos entre las encinas, mariposas guardando el equilibrio sin motivo, lobos gamberreando por la sierra, tortugas sin ninguna prisa, lagartijas eléctricas siempre escondiéndose en un agujero propicio. He pasado días enteros, noches enteras, mirando la pantalla, hasta la extenuación. Finalmente he recogido todas las carátulas tiradas por el suelo y sin ganas ni tiempo de poner cada DVD en su sitio, las he apilado en un rincón. No hay nada que hacer. Nadie ha visto qué pasa cuando un animal muere de muerte natural. No sabemos si esta solo en ese momento final, si le acompañan sus iguales, si eligen el amanecer, o quizás el atardecer, tal vez la madrugada. No sabemos ni siquiera dónde ocurre y cómo hacen para no dejar rastro de sus restos mortales. Nadie lo sabe, a nadie le preocupa.Un misterio.
Empiezo a pensar que alguien nos lo oculta. No quieren que veamos ese momento sublime en que el pequeño gorrión siente que sus fuerzas se agotan y cierra sus ojos para no abrirlos nunca más. Y eso es lo que ha hecho desbocarse a mi obsesión. Si nos impiden saberlo será porque ese hecho simple, cotidiano y necesariamente cierto, nos dará claves del mundo, de la condición humana, del misterio inexplicable y lleno de contradicciones que es eso que llamamos vida. Esa idea me aceleró demasiado el pulso por varios días, meses, nosé. Compré enciclopedias, espié a los mejores naturistas, intenté imaginar explicaciones, razones que justificaran esa censura sin aparente motivo.
Ha sido un tiempo difícil, el agotamiento y la fiebre me hicieron delirar, como otras veces.
Ahora te lo cuento, por indicación del doctor. Eso me ayuda a asumir ese hueco, ese cabo suelto, esa pregunta sencilla y sin respuesta.
Quiero curarme, reponer fuerzas, pero sinceramente amigo, a veces me pregunto si este doctor no forma parte de la trama.
Los responsables de medio ambiente de Sri Lanka están perplejos: el peor maremoto que se recuerda ha acabado con la vida de unas 22.000 personas en las costas de esta isla del Océano Índico, pero no logran encontrar animales muertos.
Las olas gigantes se adentraron hasta tres kilómetros en el Parque Nacional de Yala, la mayor reserva salvaje de Sri Lanka y el hogar de cientos de elefantes salvajes y varios leopardos.
“Es algo extraño que no hayamos registrado la muerte de animales”, dijo el miércoles a Reuters H.D. Ratnayake, subdirector del departamento nacional de vida salvaje.
“Ningún elefante esta muerto, ni siquiera una libre o conejo“, añadió. “Creo que los animales pueden sentir el desastre. Tienen un sexto sentido. Saben cuándo están sucediendo las cosas”.
Al menos 40 turistas, entre ellos nueve japoneses, se ahogaron.
El tsunami fue provocado por un terremoto producido el domingo en el Océano Índico, que provocó olas superiores a los cinco metros de altura que barrieron el sur, el este y el norte del litoral de Sri Lanka, anegando ciudades y aldeas, destrozando hoteles y causando la destrucción masiva.

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domingo, octubre 14, 2007

Velo.

Desde luego que el problema no es que algunas niñas lleven a la escuela un velo que les cubre el pelo. La cuestión es si pueden imponerse credos religiosos a los niños. Y la respuesta es distinta si se ofrece desde la militancia religiosa o desde la simple y cruda intemperie de quienes no tienen la suerte o la desgracia de esa pertenencia y son simples ciudadanos.
Para los primeros no solo es un derecho indiscutible de los padres incluido en el derecho a la educación que las normas del Estado les reconocen, sino un deber que les viene impuesto por sus propias creencias.
Para el grupo de los que van por libre, no está tan claro. Si una creencia religiosa impone deberes a un niño que pueden afectar gravemente a su normal desarrollo, el derecho de los padres podría limitarse. Claro que, aparece como nuevo problema, determinar qué puede “afectar gravemente a su normal desarrollo”. Y como ocurre al abrir una gordinflona matruska, dentro nos encontramos con otro enigma: qué quiere decir “normal desarrollo”.
Si el ejercicio del derecho a educar de los padres afecta la integridad física del niño, según mi criterio, las autoridades deberían proteger al niño, limitando el derecho de los padres. Es el caso de esas creencias que impiden realizar al menor una transfusión de sangre necesaria para curarle. Sin transfusión el niño se muere y, aunque todo puede discutirse, me parece claro que eso afecta gravemente a su normal desarrollo.
Si la cuestión es llevar un pañuelo en el pelo, a la vista del variopinto muestrario de herrajes con que la gente joven se agujerea la piel, parece que no hay demasiado riesgo de que se afecte el normal desarrollo.
Pero como siempre ocurre con estas cosas, los problemas aparecen si te pones a pensar (qué manía). Si el velo supone la expresión de una ideología sexista, la cosa se complica. Sobre todo si admitimos que la igualdad del hombre y la mujer, como principio jurídico que vincula a todos, puede imponerse por las autoridades.
Aquí llegamos a eso de nombre tan desagradable, el meollo: qué es preferente, el derecho de los padres a enseñar a sus hijos su creencia de que el hombre es superior a la mujer, o el derecho del Estado tanto a enseñar a sus ciudadanitos chiquitines, que el hombre y la mujer son iguales, como a impedir la difusión de ideologías contrarias a los principios constitucionales.
Si el fundamento jurídico de los padres es su derecho constitucional a educar a sus hijos, parece razonable que se ejerza con respeto a los principios esenciales de esa misma norma que lo ampara.
Así, cerrando el argumento, podría decirse que si el velo, que en una niña no es una opción libre sino impuesta, expresa la transmisión de unas creencias que defienden la discriminación de la mujer, podría entenderse como una extralimitación del derecho a educar de los padres, por ejercerse para la defensa y difusión de principios contrarios a nuestra norma fundamental.
Detrás de ese ingenuo velo, tan inocuo para nuestras( tan ingenuas como inocuas) autoridades, aparece así su incapacidad para enfrentarse con serenidad y claridad de ideas a quienes, amparados en derechos constitucionales, enseñan y difunden principios contrarios a valores irrenunciables del sistema jurídico que más tiempo nos ha mantenido conviviendo en paz.
La igualdad de sexos más que un principio es una evidencia. Lo preocupante es la pérdida de vigencia real de un texto que nos ayuda a convivir.

Demasiados niños son educados en creencias contrarias a la igualdad del hombre y la mujer.
La religión que defiende el velo en la niña pronto aprenderá de las que esculpen en las conciencias de las niñas un velo invisible de idéntico significado.

Claro que, ¿cómo era eso que decía el bueno de Sancho?

sábado, octubre 13, 2007

Bienvenido Señor Waits.

Tiene la piel de la cara extrañamente lisa. Con un ojo te añora, con el otro te apunta . Llega solo y fuerza una sonrisa al saludarme. Mira alrededor y entorna los ojos, como deslumbrado por el blanco dominante en este blog.
Me lo presentó ayer mi amigo F. que me ha acercado a la dimensión grandiosa de su música.


- Bienvenido Tom. ¿Le gusta el blog?
- Si quiere que le diga la verdad, me gustan algunas cosas que he leído, pero la estética limpia y lineal, no es precisamente de mi estilo…He pensado muchas veces en Borroughs y su teoría del lenguaje como una cárcel que nos atrapa sin que apenas lo notemos…ya he visto en tus textos que tú si lo notas y…eso va bien. Pero es como si usted tuviera muy limpia y aseada su celda.
- No se anima usted a montarse su blog.
- Cumpliré 56 en diciembre y tengo otras teclas más amables en las que confiar. Mi hijo me dice que me gustaría, pero me parece que necesitaría un tiempo que ya se ha ido.
- Cómo empieza a nacer una canción, amigo.
- La trampa es pensar que una canción tiene dos partes, letra y música. Si partes de esa idea no dejarás que aparezca entre tus manos. Siempre he sentido que una canción es al tiempo, como una misma cosa, la letra y la música. Porque la palabra es sonido y la melodía, si es melodía es significado. Una canción es mucho más que un poema y que una sinfonía.

Empezó su última perorata acariciando el reloj con sus dedos y sus ojos vidriosos, cansados y huidizos adquirieron una extraña lucidez.

- La primera vez que una canción nació delante de mis narices, estaba cumpliendo mi tercer turno en un viejo pub del barrio de los pescaderos, en la parte más vieja de Los Ángeles. El piano sonaba aquel día muy bien y después de terminar una extraña versión de una canción de Dylan, que ahora no recuerdo, quería hacer un pequeño interludio de piano solo. Esa tarde me enteré que la cirrosis se había llevado al entrañable Jack Kereounac. Así que el whisky me sabía mal y, ese día, el vaso esta lleno. Entonces nació la canción, como si siempre hubiera estado ahí esperando en mi garganta.

Se detiene, pero por nada del mundo rompería el silencio que nos une en este instante. No me mira, y noto que nada le importa.

- Y la canté con los tres o cuatro acordes que habían empezado a sonar. Sonó mi voz por primera vez…No era la de Dylan que tanto imité con quince años, ni la de Louis Amstrong que tanto envidié y que sigo adorando.
- No recuerdas que edad tendrías.
- No sé…tocaba desde los dieciséis en pub de jazz, cuando mis padres se separaron y, afortunadamente para mi se olvidaron de que existía.

Tiene frió. Eso parece por el gesto, como de arroparse con sus brazos. Miro sus muñecas esqueléticas y un anillo de plata con un extraño símbolo. Se da cuenta de que lo miro.

- Es un regalo de Kathleen. Luego llegaron Bob y Rich y con ellos, las partituras y los compases. Pero eso es accesorio. La canción esta ya antes sonando… o no es nada.
- Quiere una copa.

No sé si me ha oído. Creo que no.

- Martha era pequeñita, pero muy dulce. Y cuando nos besábamos todo alrededor desaparecía. Luego ya no podías hacer otra cosa que sobrevivir y esperar el momento del siguiente beso suyo. Esa fue de las primeras canciones. Quizás por eso me he acordado ahora.
- Si quieres la escuchamos.
- No, no, por favor.

Me mira con ojos casi agresivos y entonces veo que empieza a estar incómodo. Gira la cabeza y entona de nuevo los ojos. Ahora el silencio es distinto. Se levanta y me da la mano.

- Gracias, de verdad. Ha sido un privilegio tenerle aquí.

Le veo alejarse sin esperanza de que se vuelva y me devuelva el cumplido con otra sonrisa forzada. Se detiene y tuerce la cabeza para encender un pitillo.
Pero su silueta desvencijada se aleja definitivamente.

“…Y aquellos fueron días de rosas, poesía y prosa.
Martha era todo lo que tenía y yo era todo para ella.
No había mañanas,
y guardamos nuestras penas para algún día lluvioso.

Recuerdo tardes tranquilas,
temblando a su lado”


(“Martha”. Closing Time, 1973)

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sábado, octubre 06, 2007

María Ortuño. (DRIVER 3)



Si eres pelirroja, tienes un cuerpo sugerente y vives en un país latino, te la tratarán de meter por todos lados.
María Ortuño cogió el Intercity de las trece y se dirigió a Denia.
Tres horas y media más tarde llegó.
La señorita Ortuño, camisa blanca, vaqueros y cuatro mil quinientas en la cartera, cogió un autobús para llegar al hospital.
Allí le esperaba un conductor de ambulancias, recién perdido su empleo vía Movistar.
_ Hola, soy la hija.
_ Hola, soy el conductor.
……………………………….
_ ¿ Qué pasó?.

Driver había pasado la mañana pensando qué le iba a decir a la familia.
Después de muchas dudas, se decidió por la verdad y que saliera el sol por Antequera. Que si le apretaban cuatro hostias, pues que la apretaran cuatro hostias.
- Fuí el primero en llegar. El viejo estaba bien jodido. El médico le inmovilizó todo menos el brazo derecho. Antes de meterlo en la ambulancia me cogió con su brazo bueno y me dijo que no quería morir allí, que lo llevara a Denia.
No fui profesional, me salté el reglamento de La Comunidad Autónoma y me pillé la nacional III.
………………….
-Y ahora qué.
-Hay muchos papeles para firmar.

El despacho del administrador del hospital era frío. El titular estaba más pendiente de las formas que se adivinaban bajo aquella camisa blanca que del procedimiento.
Firme aquí señorita.
Firmó

Y aquí
Firmó

Y aquí también
Y firmó aquí también.

No solo es una situación penosa el que tu padre palme, sino que si encima un funcionario te desnuda con la mirada, te empiezas a mosquear.
Ella no tenía ninguna culpa de estar como un queso.
Driver se dio cuenta y le dijo al administrador:
-¿Podríamos abreviar?
-Si usted no se hubiese saltado el procedimiento, no estaríamos aquí; le ruego que una vez firmadas las actas desaparezca de mi hospital y no vuelva a asomar por aquí.

……………………………
La incineración fue rápida. Te tiras no se cuantos años currádote la vida, y en diecisiete segundos un quemador de gasoil te reduce a polvo eterno.
……………………………..
- Tome señorita en esta urna están los restos de su padre.
Firme aquí señorita.
Firmó

Y aquí
Firmó

Y aquí también
Y firmó aquí también.

………………………………
María Ortuño le pregunto a Driver que si la podía acercar a la estación, que estaba cansada, que tenía hambre, que dónde estaba el mar.
Driver le ofreció su ambulancia para volver a los madriles, pero que antes iban a comer algo, que por allí había un chiringuito, en la playa.

Así que allí estaban los tres, la Ortuño, Driver y la urna con las cenizas del viejo, apretándose un bocatapanceta y una birra.
Hacía calor. Mucha calor hermano.
Y el del bareto que puso música de Sade. Y la arena que estaba caliente.
Y el mar que parecía fresquito. Y el bocata que estaba como Dios. Y así y todo, pues nada y todo. Y la Sade dándole a la murga. Y la Ortuño que ni lloraba por el viejo ni que dejaba de llorar. Y la urna encima de la silla de sisal junto al bolso de la Ortuño. Y hay que joderse con el despido. Y mira socio que nos pongas dos cervezas más. Y que qué hay de tapeo. Y que sí tomaros una de morcilla de Burgos que me la trae mi cuñado que es transportista. Que sí que sí que a la Ortuño le gusta la morcilla.

Y que hacía calor. Mucha calor hermano.

Y que llegó más gente. Y que como el bareto era chico allí estábamos hombro por hombro y manga por manga. Y el del bareto que le dio la vuelta a la cinta de la Sade, y nos preguntó que si éramos de por allí. Que vino la moza de el del bareto; que ya son muchas des. Que la Ortuño le dijo al del bareto que el viejo palmó, que la morcilla estaba rica y que Driver trajo a su viejo a morir a Denia, que hacía mucha calor hermano. Que el del bareto les invitó a una ronda y la mujer de el del bareto, que son muchas des, le dijo a la Ortuño que si se quería bañar ella le dejaba un bañador.

Y que llegó todavía más gente. Que había un grupo que se llamaban los fenicios, que mañana iban a tocar en Javea, y que no jodas que hay morcilla de Burgos que me gusta un huevo.

Y que la Ortuño se fue con las de las des a bañarse, que le dejó el bañador de una amiga, que era azul y le sentaba a la Ortuño de cojón de mico. Que me pongas otra cerveza. Que si sabes ese de “acelera manolo que la máquina responde”. Que no que es mejor el del sargento Peláez, el de “ ¿dónde coño vas Peláez?”.

Y que el del bareto me puso un carajillo sin pedirlo yo. Y que me puse a pensar que la Ortuño estaba muy buena, pero que si eres pelirroja, tienes un cuerpo sugerente y vives en un país latino…; que Driver estaba cansado de pensar con la bragueta pero que él no tenía la culpa que a los de su barrio les llegara antes el empalme que la amistad.

Que los del grupo le pidieron permiso al del bareto para ensayar, y que les dijo que sí que en la playa; que ayudé a los músicos y que el piano pesaba menos de lo que pensaba.
Que quedaba una hora de sol y Sade se calló y los fenicios atacaron “Blue Moon” y que aquello no sonaba mal.
Y que las de las des y la Ortuño salieron del mar y se apretaron un cubata al lado de los fenicios.
Y que la Ortuño no había llorado en todo el día y la urna con las cenizas del viejo estaban sobre la silla de sisal y su bolso también estaba allí con las cuatro mil quinientas.
Y que la Ortuño se sentó con el biquini en el piano y empezó a aporrear.
Y que el del bareto me preguntó que cuanto costaba una ambulancia y que yo lo mandé a tomar por el culo y el del bareto se descojonó.
Y que la Ortuño empezó a hacer magia con la música porque el piano sonaba bien y ella estaba jodida porque el viejo había palmado y el quemador de gasoil le había reducido a ceniza eterna y la grasa de la morcilla de Burgos había manchado el bikini de la amiga de la de las des.
Y la música se elevó por encima de la barra, que atravesó la playa y se metía entre las olas, se sumergía y volvía a salir. Y que el piano se quejaba de que si eres pelirroja…que si la ceniza eterna…..que si el polvo eterno…que si firme aquí señorita…
Y explotaron las teclas porque el viejo era mi viejo, porque el administrador me desnudaba con su mirada y yo me cagaba en su puta madre, porque la amistad era imposible porque los tíos se me empalman y piensan con las pelotas.
Y las teclas del piano bailaron sobre las dunas y se metieron entre los pinos y acariciaron los oídos de Driver que le estaba contando al del bareto el de “dónde coño vas Pelaez”por tercera vez y el del bareto se reía como si fuese la primera.
Y los fenicios que eran unos músicos muertos de hambre, estaban tocando con la Ortuño y comiendo morcilla de Burgos; y que así eran menos muertos de hambre. Y que se habían dado cuenta que la Ortuño aporreaba el piano porque el viejo era mi viejo, porque el administrador me desnudaba con su mirada y mira por dónde yo me cagaba en su puta madre..
Y las teclas del piano lloraban la rabia contenida de aquel día, donde Driver se preguntaba por qué las cosas realmente valiosas de tu vida te ocurren cuando menos te lo esperas.
……………………………………………………………
Al final de la sesión, la Ortuño, Driver y la urna con las cenizas del viejo se montaron en la ambulancia camino de los madriles.

Driver se sorprendió porque la Ortuño, antes de dormirse, a la salida de Denia le dijo:

­- Seamos claros desde el principio: ahora voy a dormir un rato, cuando despierte, quiero que me mientas, que me mientas mucho.

…………………………………………………………

Driver le dio al contacto, metió primera y arrancó.

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Capítulo 34. "Olor a manzana".


Fue una semana muy larga. De pronto el tiempo se hizo ancho, se estiró de repente. No volvieron a verse y aunque el miércoles por la noche Colleen quiso invitar a todos a cenar por su cumpleaños, que había sido diez días antes, Quijares se excusó con un dolor de cabeza y finalmente no fue. No le resultaba agradable estar junto a Ricardo, ni siquiera tomando una cerveza con los demás. La posibilidad que desde algún rincón remoto alguien estuviera estudiando sus reacciones o grabando sus conversaciones, les había separado súbita y radicalmente. Entonces notó que gran parte de su vida allí giraba alrededor de Ricardo y, sobre todo de lo que Ricardo y él habían vivido. Suprimido ese ingrediente excitante y secreto, su vida que durante muchos días cabalgaba a un ritmo trepidante, se convertía en un mustio y lento pasar de las horas. Miraba el reloj sin parar y todo le cundía muchísimo. Durante la semana salió a correr un par de ocasiones y ordenó la casa más veces que todas las que lo habían hecho hasta entonces. El ordenador portátil se quedó guardado en el fondo de un altillo lleno de mantas. Y a pesar de ello, aquella pequeña maravilla de la informática tenía más presencia en el piso que todos los demás muebles. En realidad todo recordaba lo sucedido, las horas de tensión y de sorpresa vividas, las madrugadas descifrando archivos, ordenando fotos, y reconstruyendo la vida del viejo militante a quien llevaban demasiado tiempo suplantando. Tenía ganas de ver Svetana, de contarle todo, de sentirse un poco protegido, de suplicarle ayuda para encontrar el camino de salida. Estaba impaciente y por eso miraba el reloj demasiadas veces.
La imagen de su hijo apareció en su mente como la silueta de un barco en la lejanía del horizonte, en los ojos del naufrago. Le hubiera gustado tenerlo cerca, contarle todo, desahogarse, llorar, reír, abrazarle y pedirle ayuda. Si en un instante todo se complicara y él tuviera un mal final, era su hijo el único que podría echarle de menos. Le entrañaría si pasaba una semana sin recibir ningún mensaje suyo, pero esperaría un poco más. Finalmente, en algún momento que ni se atrevía a pensar, advertiría que algo raro estaba pasando y buscaría alguna respuesta a su silencio. Entonces, preguntaría por él en el teléfono de la oficina, llamaría a Ricardo, y alguien le diría la triste noticia. Puede ser incluso que la noticia no fuera triste, sino misteriosa: “no sabemos, ha desaparecido”. Sintió miedo, pánico. Un policía de más de treinta años de profesión conoce perfectamente cuan ingrato y terrible se vuelve el Estado con sus servidores desleales. Conocía perfectamente que frente a ese monstruo, un hombre no es nada. Sabía lo fácil que podía resultar, sencillamente quitarle de en medio. Por eso necesitaba un suelo donde poder apoyar los pies. Eso le pedía a Svetana. Y una vez apoyado podría correr a abrazar a su hijo.
Una muesca en el marco de madera de la ventana le estremeció la noche del jueves, cuando se disponía a bajar la vieja persiana, antes de acostarse. El corazón comenzó a lanzar más sangre que la que cabía en sus sienes y en su pecho. Paralizado, moviendo la cabeza y los ojos con cuidado, intentó encontrar el siguiente vestigio de la invasión de su piso por agentes de los servicios de inteligencia. No encontró nada y entonces recordó el origen de esa pequeña muesca en la madera. Al intentar abrir un bote de jabón dobló el cuchillo de cocina. Luego rectificó la deformación ayudándose de la ventana de su cuarto. Vio nítidamente el recuerdo al volver a mirar aquella señal y entonces respiró, habló solo para insultarse y empezó a sudar como si acabara de beberse de un trago una jarra de cerveza. Definitivamente tenía los nervios a flor de piel y debía controlar sus miedos. Sabía perfectamente que el miedo imagina peligros que luego se convierten en realidad, que atrae el peligro. Respiró hondo varias veces y después de echarse un poco de agua fresca en la cara, se acostó para, como cada una de las últimas noches, hacer como si se durmiera, engañándose así mismo para así, al menos, poder descansar algo.

Pero, al final, todo llega. El taxista, la carretera llena de baches hasta la desviación a una más estrecha entre montañas, la imponente fachada principal, el recepcionista silencioso y en permanente alerta y, al final del pasillo, la habitación.
Tenía una nota dentro de un sobre, encima de la almohada. Era su letra y en muy pocas palabras expresaba la esencia de aquella mujer: “llego a las 20’45, espérame dentro del jakuzzi”. Pensó de nuevo en aquella capacidad de mantener obsesivamente esa idea en la cabeza tan propia de Svetana. Vivía cada día mundos apasionantes, conocía los entresijos de verdadero poder que gobierna el mundo, conocía los nombres de las familias del petróleo y los diamantes, las historias de cada uno de los apellidos, apenas un centenar, que tenían los destinos del resto de los humanos sobre la mesa de sus reuniones. Por encima de todo eso, o por lo menos al tiempo, ella era un animal en celo, una hembra en permanente estado de combate y eso era precisamente lo que explicaba el tono de su voz, el gesto de sus manos, la forma de retirarse el pelo de los ojos, la manera de sentarse o la sutil y misteriosa manera de sonreír. Mientras todos lo que habitaban ese mundo de ambiciones y odios enfermizos, vivían atrapados en sus propios proyectos, ella tenía su antídoto perfecto. Quijares llegó a pensar y ahora, delante de aquella nota, volvía a sospecharlo, que se trataba de una forma inteligente y perfectamente premeditada de utilizar una de las grandes fuerzas del universo como parapeto frente a otras fuerzas también demoledoras que, sin embargo, destruyen al hombre , como la envidia, el odio, el miedo o la estulticia.
Así que, como siempre pasaba, empezaban a hablar después de que ya llevaran un buen rato juntos y con la mente y el cuerpo relajados y cercanos. Entre el suave olor a manzanas del gel que esta vez ella había elegido, reposaban encima de sábanas limpias y en absoluto silencio. Quijares había planeado mil veces sus palabras para aquella ocasión tan decisiva, en la que él quería dar un golpe de timón al curso de las cosas, pero como siempre, aquellas palabras repetidas y planeadas, habían desaparecido de su cabeza o, pensadas entonces parecían ridículas. Fue ella quien rompió el silencio:
- “Sé que tenéis una situación difícil, que las cosas están muy mal”.
Quijares pensaba hablarle de su decisión de romper con aquella historia, pero había decidido no comentarle nada de la situación de Ricardo. Pero ella estaba siempre un paso por delante, lo que le tranquilizaba y le aterrizaba al mismo tiempo.
- “Pensé que me llamarías antes, mi amor. Todo empezó como una casualidad y ahora, de nuevo, otra coincidencia os puede causar problemas. Supe que el traficante de armas que estuvo en el incidente sabía algo y sospechaba que trataría de sacar dinero con la información. Buscó otro contacto, probablemente con los del norte y puede ser que ellos hayan descubierto que han estado más de un año hablando con una sombra”.
Entraba en materia directa y tranquilamente. La compañía de Quijares le introducía en aquella historia sin esfuerzo, sin que tuviera que preparar el expediente correspondiente, como si su cerebro archivara cada trama asociándola al olor, al tacto o al sabor de la piel del interesado. Una mezcla agridulce de tabaco y sudor, vino y cuero, era el recuerdo que cuando dejaba a Quijares servía en su mente para asociar una de las historias más divertidas y curiosas que en ese momento estaba viviendo. Entonces Quijares empezó a hablar:
- “Pensé que los problemas venían del otro lado, quiero decir de los del ministerio, que eran los de Madrid y no los del Norte, los que nos habían cazado”.
- “Y por qué piensas que son distintos, mi amor. Llevan jugando al gato y al ratón tantos años que, los dos tienen hombres en el otro bando y, sinceramente, yo creo que demasiadas veces ya no es posible saber quién es y de qué bando… Los políticos de las dos orillas disfrutan con el juego y manejan a los iluminados de abajo como en una partida de ajedrez. Pero vuelven atrás la jugada y empiezan de nuevo cada vez hay cambio de gobierno y ahora ya es una partida absurda en la que ninguno de los dos sabe exactamente cuál era su objetivo. Y como te digo, mi amor, creo que ya tampoco saben exactamente cuáles eran sus fichas.”
- “Por qué te sirve el ajedrez para explicarlo todo”.
- “En mi pueblo, a esta hora, no hay ninguna televisión encendendida y en el los bancos del parque, todos disfrutan en varios corros de partidas de ajedrez. Cuando yo era pequeña era todavía más popular. Aprendía a jugar al ajedrez al mismo tiempo que a hablar. Por eso no sé si aprendí a pensar o a jugar al ajedrez. Para mi es lo mismo, mi amor”.
- “Ya me lo has contado otras veces, pero yo no se jugar al ajedrez. Y me gustaría saber, según tu información, quién nos ha descubierto”.
- “Según mi opinión no os han descubierto aún, simplemente saben que hay un cabo suelto y empiezan a seguirlo para ver donde conduce”.
-“Pero ¿quién?”- Insistió Quijares que empezaba a salir del sopor posbélico y a recuperar su anterior situación de preocupación.
Entonces ella se levantó. Parece que hubiera percibido que Quijares estaba necesitando otra vez una dosis de esa medicina con la que ella curaba cualquier cosa. Una pequeña dosis de su anestésico natural, para conseguir que él recuperara el sopor, la calma, la percepción cierta de estar atrapado y sunyugado ante aquel fenómeno de la naturaleza que ahora se mostraba majestuoso ante sus ojos. Después de caminar despacio hacía el tocador, tapandose pudorosa y fingidamente sus senos, mirando a través del espejo le dijo:
- “No lo sé todavía. Tengo mucho interés en descifrar ese enigma, pero confío en el hombre que se encargado de ese asunto. Aunque, como están las cosas, también creo que lo más probable es que una vez que la información llegó a cualquiera de las dos orillas, tardara unos segundos en pasar a otra.
Otra vez el silencio llenó la habitación de preguntas. Y como si Quijares hubiese conseguido librarse heroicamente de esa red invisible que ella sabía lanzarle desde la primera mirada, o como si el espejo hubiera restado fuerza al látigo de sus ojos, encontró un resquicio y se dio bruscamente la vuelta en la cama. Sin mirarla le dijo:

- No puedo más, quiero dejar esto como sea. Tienes que ayudarme.

Ella también le dio la espalda, giró la cabeza, contempló unos segundos su hermosura en el espejo y se sonrió.


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viernes, octubre 05, 2007

Una noticia y tres reflexiones.


La casualidad hizo que, el día 5 de julio de 2006, los agentes de policía que investigaban un delito común, entraran en un piso situado en la Via Nazionale, en la ciudad de Roma, que estaba siendo utilizado por el Servicio per la Informazione e Sicureza Militare dependiente del Ministerio de Justicia. Conforme acreditan los documentos allí encontrados, en la primavera del año 2001 se elaboró un plan para la «neutralización de iniciativas político-judiciales referidas directamente a exponentes de la actual mayoría de gobierno y/o a sus familiares», para lo que sería necesaria la «actividad de disuasión mediante la adopción de las contramedidas adecuadas». En los informes encontrados y refiriendose a una asociación europea de jueces, que califica de “la internacional de togas rojas”, se afirma que «desde el lejano año 1985 hasta hoy, ha dado pasos de gigante hacia la consecución de su diseño político, social y corporativo desarrollando una estructura organizativa que, desde el centro y hasta la periferia mundial, ha mostrado estar a la altura del nuevo escenario determinado por el proceso de globalización», sigue diciendo que es «deus ex machina del movimiento internacional de magistrados militantes que (...) ha conseguido constituir una red cuya capilaridad le permite ejercer su propio peso tanto a nivel nacional como supranacional».(…). Y termina afirmando que «de este modo se ha generado un proceso osmótico, desde el centro hacia la periferia y viceversa, cuya dinámica ha de medirse en el contexto de los ejes internacionales de contraposición al Imperio occidental capitalista, que no rehúsa utilizar, instrumentalmente o no, alianzas incluso con el mundo del integrismo islámico».
Como consecuencia del sorprendente hallazgo se inició una investigación en el Consiglio Superior de la Magistratura cuyas conclusiones se han hecho públicas el 4 de julio pasado. Por otra parte, a partir de las declaraciones del miembro del centro de espionaje militar italiano Pio Pompa, en aquel expediente, la Fiscalía de Roma ha abierto una investigación . Algunos países afectados, como Alemania o España, han solicitado ya información para proceder en consecuencia.

(Fuente de la noticia: Artículo del magistrado M. C R. “El espionaje de MEDEL (Magistrados Europeos por la Democracia y las Libertades) por la Inteligencia Militar Italiana” del útimo boletín de la revista de la asociación JpD).

Tres reflexiones:

1. Berlusconi utilizó en el año 2001 el Ministerio de Defensa para coaccionar a los jueces que investigaban los delitos cometidos por él y su familia. Este hecho ha sido conocido gracias a una causalidad y en octubre del 2007 no ha sido aun sancionado. Es decir, la reacción judicial-institucional es insuficiente y carece de fuerza intimidatoria alguna.
2. No conozco si ha habido alguna reacción política en los gobiernos afectados. La noticia es tomada de un boletín profesional al que solo acceden los subcriptores. No ha merecido la atención de los grandes medios de comunicación.
3. La coartada utilizada por los servicios secretos del ejercito italiano es "la defensa del Imperio Occidental capitalista". Insisto, la coartada (algo bueno que se dice para esconder algo malo).
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