domingo, abril 29, 2007

ESTA HISTORIA. Alessandro Baricco.

“Esta historia”, en el último regalo de Alessandro Baricco para quienes desde hace años le seguimos. Ahora, de nuevo volveremos a mirar en los escaparates de las librerías, en la reseñas de los suplementos culturales o en las inesperadas páginas de internet, el anuncio de una nueva entrega.
Releo sus páginas buscando pasajes que me hicieron disfrutar. Ya sé es un esfuerzo inútil. Como trozear un cuadro. No me resisto.
Lo que ocurrió en la retina de quien vio aparecer un automóvil por primera vez. La guerra y su desarrollo imprevisible y absurdo. El misterio asombroso y cotidiano de las cosas que pasan. Una moto rompe el silencio del campo. Un niño subnormal busca ansioso la moneda que le regalaron. Finalmente, siempre hay un día y un lugar, en donde el corazón se para. El de Ultimo, como no podía ser de otra manera, “al lado de una de esas carreteras que nadie sabe verdaderamente donde terminan y donde han empezado”.
Gracias Baricco.

“ De este modo se cerrará el circulo de las cosas no acaecidas, que en nuestro oficio, como en la vida, guarda el secreto, y el significado más profundo, de todo lo que existe”.

Ultimo se llamaba así porque había sido el primer hijo.
- Y Ultimo- había precisado de inmediato su madre en cuanto recobró el conocimiento tras el parto.
De manera que fue Ultimo.”

--El padre de Ultimo cambió las vacas por el primer taller de la comarca: Garage Libero Parri. Allí fue a parar un Conde que le propuso ser su mecánico y dedicarse a las carreras. Había que convencer a Florence, su mujer.--

“Quiero contarle algo Florence. Mi padre era un hombre muy rico.Mucho más rico que yo.Lo dilapidó casi todo persiguiendo un sueño absurdo, un asunto de ferrocarriles, una bestialidad. Le gustaban los trenes. Cuando empezó a vender las propiedades yo me fui donde estaba mi madre y le pregunté: ¿Por qué no le detienes? Tenía dieciseis años. Mi madre me dio una bofetada.Luego me dijo una frase que usted, Florence, tiene que aprenderse de memoria. Me dijo: si amas a alguien que te ama, nunca desenmascares sus sueños. El más grande, e ilógico, eres tú.”

“Su padre no dilapidó nada de nada, es uno de los hombres más ricos de Italia y probablemente los ferrocarriles no le han importado nunca un carajo. En cuanto a su madre, descarto que le haya dado una bofetada alguna vez en su vida. Admito que la frasecita de los sueños no está nada mal, pero frases como esa solo son verdad en los libros: en la vida son falsas. La vida es endemoniadamente más complicada, créame”.


“Minúscula, en la nada de aquella tarde, circulaba la motocicleta, un pequeño latido de corazón en la inmensidad del campo. A su paso levantaba un frágil penacho de polvo y dejaba tras de sí un perfume, ácido, a quemado. Luego el perfume se desvanecía y el polvo se disolvía en la luz. De esa forma se cerraba el círculo del acaecer, en la quietud aparentemente inmutable de las cosas”.

jueves, abril 26, 2007

Sé que volverás.

Es una serpiente escondida, un veneno que puede trastornarte para siempre, una punzada en el centro mismo de tus deseos, una voz seductora que halaga sin palabras, un olor dulzón y conocido que quieres volver a oler, un zumbido agudo y continuo que termina por no dejarte pensar.
Vives preguntándote cómo será esa parte del mundo a la que nunca podrás mirar. Ese trozo de realidad que ocupas tú y la breve atmósfera que te rodea. La explicación final de tus preguntas podrías encontrarla sin esfuerzo, simplemente contemplándote, sin la mentira lisa y zurda del espejo.
Condenado a desconocerte, quisieras encarnar la mejor versión de ti mismo y desde esa seguridad dormir tranquilo, caminar sin prisa por la calle, mirar a los ojos de quien te habla, sin ese vacío presente de no saber qué está él viendo.
Entonces, alguien o algo te sugiere una confirmación pública de una imagen que te gustaría tener, aparece la posibilidad de afinar a pincel tus trazos más bellos, el noble perfil y la serena fortaleza de tu silueta. Y dentro de ti se vierte un líquido pegajoso e incoloro, el paso pierde naturalidad, el sueño no sabe cuando acudir a una mente alterada, a un cuerpo febril, a una piel encandilada, a unos ojos que imaginan situaciones y momentos, quién sabe si lejanos o inminentes.
Se coló otra vez en la casa de tu alma, esa mujerzuela inquietante que ya te había desequilibrado antes con sus promesas equívocas. Lo sabías cuando llamó, pero le abriste la puerta inventándote mil razones que te dices al oído, para maquillar la certeza que no quieres ver. Ella lo nota y sabe que si eres capaz de engañarte, tiene ya la mitad de su trabajo hecho.
Ahora la habitación de tus verdades vuelve a estar manga por hombro y un sabor amargo a derrota te hace compañía mientras vuelves a poner, más o menos, todo donde estaba.
Ella nos crea y nos destruye. Esa manía de mirar hacía arriba y buscar un poco más de vértigo, el deseo de una panorámica que nos deje ver más lejos.
La Ambición, esa mujerzuela inquietante.

sábado, abril 21, 2007

"Querida" . Joan Manuel Serrat.

Disculpe que insista, querida,
pero es imprescindible su colaboración
para saber donde se me ha perdido
la muchacha que hace un rato estaba aquí conmigo,
echándole aceite a mi lamparilla
tratándome como a uno de la familia.

No sabe con cuanto mimo
cuida esas cosas que usted tanto desprecia de mi;
vea mis dedos desde que no la toco
menguando entre mis propias manos poco a poco,
me vienen anchos los pantalones,
hablo solo y sufro alucinaciones.

¿Le importaría darse la vuelta?
Déjeme verla de frente,
póngase aquí en la luz Junto a la puerta.
se le parece tanto físicamente...
Y avíseme si volviera,
no es por capricho,
le jure amor eterno y no quisiera
quedar en entre dicho.

Y parece todo tan fácil
como extender la mano,
y es tan lejano y tan frágil
que estoy tentado a emprender hoy mismo
un curso acelerado de transformismo.


Esconda las uñas, querida,
no soy el enemigo.
no es esa mi intención.
Solo sospecho que es usted quien esconde
contra su voluntad algo que me corresponde.
Póngale fin a este disparate,
vengo dispuesto negociar el rescate.

¿Le importaría que eche un vistazo
por sus intimidades,
que me de un chapuzón entre sus brazos
prescindiendo de formalidades?

Y avíseme si volviera,no es por capricho,
Le jure amor eterno y no quisiera
quedar en entredicho.

http://www.goear.com/listen.php?v=4cdf8ea

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viernes, abril 20, 2007

Sin palabras, amigo.

RESPUESTA.
José Hierro. " Alegría"(1947).

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un
álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé que respuesta darte.
Hace ya tiempo aprendí hondas razones que tú
no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé que respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieses también inundándote el alma,
yo quisera qu e a ti, en lo mas hondo, también te quemase
y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades
perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiendote débil,
y cantar en un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nuebe y de hierba muy
verde…

Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro
nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocuturno llevando una
antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente…

Si yo te dijera esas cosas, amigo,
¿ qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿ Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿ Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿ Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?


Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras
como tú me entendieses.

miércoles, abril 18, 2007

Capítulo 29. Satélites.


Después de cada detención y de acuerdo con un protocolo antiguo y conocido de todos, se abría un periodo de silencio en el que nadie podía hacer ningún movimiento. Conocidas las detenciones por cualquier medio, había que “congelarse”, como se decía en el argot, quedarse en la misma posición y como en una foto fija. Al principio eran tres días, pero luego el plazo se fue ampliando y ahora estaba en diez días de congelación. El mismo periodo de tiempo que podían durar los interrogatorios policiales.
Inmediatamente después comenzaba una caza de brujas, cada vez con una dosis de nerviosismo e histeria mayor. La cúpula del momento se reunía en el lugar convenido para analizar el fallo de seguridad que había provocado el desastre. Lo normal era que después de la operación policial, detectaran la ausencia de algún miembro relacionado con los detenidos. Mirando hacía atrás detectaban detalles que les permitían concluir que se trataba de un infiltrado.
Cuando se consideraba detectado el origen del fallo de seguridad con una relativa certeza, comenzaba el análisis de la información que podía haber sido intervenida para adoptar los cambios necesarios y prevenir nuevas detenciones, la mayor parte de las veces inevitables.
Lo extraño, de las detenciones que empezaron a producirse a finales del 2003 era que en el análisis posterior apenas podían pasar con una mínima certeza de la primera fase. Cuando la policía utilizaba la información suministrada por un infiltrado, se decían que este quedaba quemado y por eso desaparecía del mapa como si se lo hubiera tragado la tierra. No estaba ni entre los detenidos ni entre los que habían escapado. Pero últimamente no ocurría nada de eso y la dirección no era capaz de detectar en agujero de seguridad.
Por eso, al inicial entusiasmo por las nuevas tecnologías, que les permitían establecer sistemas de comunicación por talky-walkies para blindar todo un valle en el Goierri y celebrar sin riesgos una asamblea, o que les facilito interesantes debates vía mail, en los momentos posteriores a la tragedia de Nueva York, había sucedido un recelo que se acrecentaba día a día hasta al paranoia. Todos en la cúpula de la organización sospechaban que el enemigo estaba estrenando alguna arma nueva y temblaban pensando que pudieran sufrir un descalabro semejante al de la conocida como Operación Bidart. Los expertos en informática y comunicaciones estaban alertados desde hacía meses, pero no encontraba la explicación que pudiera detectar para inocuizar un fantasmagórico fallo de seguridad que les preocupaba hasta casi llegar a paralizarles.
Por eso Quijares, que había encontrado el cofre del tesoro con un ordenador personal y una simple conexión a Internet, comprobó como cada vez eran menos los contactos y las comunicaciones. En un primer momento lo interpretó como un síntoma de desconfianza que podía ser indicio de que su falsa identidad estuviera a punto de ser descubierta. Lanzó algún mensaje de queja con alguna clave escondida para comprobar lo que pasaba y finalmente, llegó a la conclusión de que la dirección sospechaba que la mayor parte de los fallos de seguridad podían proceder de la participación de potentes servicios de inteligencia extranjeros o la entrada en el terreno de juego de un par de satélites, o algún nuevo artilugio de chips entregados por los americanos al españolito del bigote en agradecimiento por su creciente sintonía con la política exterior, agresiva y beligerante del americano.

Cuando él contó ese proceso de progresivo silencio o alejamiento, Svetana le propuso un sistema de comunicaciones seguro a través de satélites controlados por la República de China y Quijares hizo llegar la propuesta a la dirección, sin que fuera posible un acuerdo económico, atendido el lamentable estado de las arcas de la organización. Aunque era un final esperado, pues las cifras de la oferta eran astronómicas, Ricardo y Quijares entendieron que podían obtener un rédito personal solo con el ofrecimiento. El crédito político del Pirata tenía que reforzarse y para los del Norte, aquella oferta sorprendente les hizo recuperar su antigua admiración por la capacidad de aquel militante distante y desconocido para todos los jóvenes, que eran ya mayoría, para entrar en contacto y conseguir las cosas más increíbles en el mercado negro y paralelo al oficial, del que las organizaciones clandestinas tenían que surtirse para sus necesidades más elementales, no solo de armamento y munición, sino de todo lo relacionado con comunicaciones en la era de los móviles y del GPS, cada día más útiles y necesarios para ellos. Aquel viejo romántico, seductor y políglota, empezó falsificando carnés de identidad y pasaportes, después consiguiendo todos los programas de ordenador y sus actualizaciones a precios de saldo o gratis. Cuando ese maestro del cambalache saltó a las armas y municiones llegó a concertar operaciones a tres bandas intercambiando información, armas y drogas. Por todo eso, el apodo de “ El Pirata “ tenía una significación mítica dentro de la organización. Y efectivamente la última oferta de alquilar un satélite para las comunicaciones seguras era la última muestra de la calidad de aquel viejo luchador convertido en corsario-conseguidor y ministro de asuntos exteriores de aquel grupo fanático-nacionalista.
Le emplazaron de forma lacónica en Ámsterdam el segundo fin de semana de septiembre. Aunque no quedaba claro parecía que sería una entrevista directa con alguno de la ejecutiva. No sabían quién, ni siquiera si el designado tendría relación personal con el Pirata. Otra vez Quijares y Ricardo tenían que encerrarse a releer apresuradamente toda la información que habían extraídos del ordenador y que poco a poco clasificaron.
Tenían un par de días para responder, pero Svetana no les dejó ni un minuto.
- “¿ Te das cuenta que ahora es ella la que toma las decisiones?”. Le imprecó Ricardo cuando Quijares colgó el teléfono. “Sabía que los regalos no serían gratis y te dije desde hace tiempo que no era tan fácil de entender la posición y el juego que tenía aquella mujer.”
Quijares le miró directamente a los ojos, y con cierto temblor en la voz le contestó.
- “Ella es ahora nuestra principal garantía para salir ilesos de esta aventura. No tengo ni idea de cuáles son sus intereses, pero estoy completamente seguro de que no nos va a traicionar. Sin ella, sinceramente, no sé si estaríamos vivos a éstas alturas”. Bajó la mirada y después de un silencio reanudó su perorata que sonaba a desahogo esperado y deseado desde hacía tiempo. “ No nos obliga a nada. No sé si te lo comentado, pero ella me dijo que cuando quiera, o sea cuando queramos dejarlo todo, se encargará de asegurarnos un sitio seguro y los dólares necesarios para vivir tranquilos”. Encontró el encendedor con cierta ansiedad y, antes de encenderlo para prender un cigarro concluyó: “ No nos obligada a nada, pero Ricardo, si no esta ella detrás, prefiero dejarlo todo”.

Entonces sonó el móvil de Ricardo. Llamada anónima, es decir, era el Embajador.
Quijares miraba expectante.
- “ Que me tiene que ver urgentemente”.
- Llámame luego.
Ricardo necesitaba la tensión que en ese momento se palpaba para vivir. Sonrió y se despidió:
- “ Luego te llamo, pero no te agobies, por favor. Ya veremos como toreamos a la rusa.”

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lunes, abril 16, 2007

¿Mensaje equívoco?

Parejas del mundo rico, de eso que llamamos Occidente, el Norte desarrollado, sufren el "síndrome de desconexión difusa”. Mantienen su relación en un marco lleno de electricidad negativa que no tiene un origen o explicación conocida. Perciben cada uno a su modo, la ausencia de algún elemento esencial que, sin embargo son incapaces de identificar. Se diría que están aburridos como un bañista, insatisfechos como un coleccionista, incómodos como “un párroco en un burdel”. Esta curiosa enfermedad ha sido descrita de manera precisa y magistral en la película Babel. Concretamente en la secuencia de presentación de una pareja de americanos en un viaje por el desierto marroquí. Qué te pasa. A mi nada, pero qué hacemos aquí, tienen coca cola light, bueno entonces una normal, pero estamos solos, tranquilos, no te tomes el hielo, si es igual, no, no es igual.

La gran ciudad (Tokio) ofrece la caer el día una fiesta de luces, música y alcohol. En un pequeño pueblecito del Méjico fronterizo, una familia se divierte celebrando una boda con esos mismos ingredientes: risa, baile, música, tumulto y besos. Sin embargo, en ambos platos aparece un sabor completamente distinto. Los ingredientes que cambian el gusto esconden la clave de lo que estamos perdiendo a chorros cada día: tiempo, sencillez y ternura, todo a medio fuego. Sin ellos la Vida se enfría y amarga irremediablemente.

El llanto de una sordomuda adolescente que no consigue ser abraza por alguien, es uno de los sonidos más desgarradores que he escuchado jamás.

La grandilocuencia. Necesitamos grandes explicaciones para cada cosa que nos ocurre. Es como si hubiéramos perdido la perspectiva y no fuéramos capaces ya de entender que cada día, cada acontecimiento, se construye con materiales sencillos, un poco de azar y nuestras manos inexpertas.

En Babel aparece en pantalla un mundo con el que habitualmente no contamos: la casa que el emigrante dejó, la generosidad del árabe que te ayuda. Pero la trama tiene muchas lecturas. Una de ellas me estremece: todo se complica por culpa de “los otros” que por ello encuentran su justo castigo (el niño marroquí muerto, la emigrante mejicana exiliada). Los “nuestros” acaban bien: la esposa se salva en el hospital y los niñitos americanos perdidos en el desierto son milagrosamente encontrados.
Me pregunto si es inocente este reparto de suerte y desdicha. Y es que su efecto subliminal en la mente del espectador no se si combate o fomenta la xenofobia.


lunes, abril 09, 2007

Miedo.

La proximidad de un peligro probable enciende las alarmas secretas de nuestro cerebro y agudiza los sentidos. Buscamos una respuesta, una reacción. El hombre se hace grande y decisivo, recupera su naturaleza antigua y siempre presente de Ser que persiste y sobrevive. El riesgo nos despierta y nos fortalece. El peligro forma parte de nuestro alimento necesario y gran parte de desastroso devenir de nuestra especie en las zonas más desarrolladas del planeta encuentra su explicación precisamente en esa ausencia. Humanos que crecen sin necesidad de afrontar ningún reto que les ponga a prueba, se deforman física y mentalmente hasta convertirse en subproductos capaces de emocionarse al saludar a un tipo disfrazado de Pato Donald y al tiempo, ignorar el holocausto cotidiano del hambre de los que ni siquiera tienen una raza o una ideología desde donde reclamar su derecho a comer algo.

Pero el Miedo es una sombra que nace cuando el peligro acechante es incierto, mentiroso, indeterminado y masivo. Cuando no hay manera de reaccionar ante lo que no se conoce con certeza y sin embargo se imagina como irresistible. El valor, el arrojo, la valentía son insuficientes, porque la amenaza se ha instalado en tu mente y ha embadurnado tu cerebro de un líquido frío y maloliente. El miedo entonces paraliza y hace perder la elemental confianza necesaria para afrontar el próximo movimiento. El corazón se arruga y no sabes dónde mirar. Buscas entonces refugio, apoyo, el grupo que te arropa y te hace perder tu identidad. Ese es el miedo como instrumento macabro que sirve a la dominación. Esa sombra negra que te reduce y te humilla, recordándote que no dependes de ti, que estás a la intemperie y que en el instante menos pensado caerás con la fragilidad de la hoja de un árbol, terminarás una historia que, si te descuidas, acabará mal.

Ese es el miedo antiguo del lobo que viene que se ha hecho costumbre difundir entre tanta buena gente indefensa en su cunita. El miedo infinito del infierno, que ahora, se hace temporal y nos inculcan a plazos, con periodicidad bien medida, los periódicos y emisoras de todo el mundo. Hace años fue el demonio comunista que nos invadiría si no fuera por nuestra alianza militar, luego el SIDA que cercenaría nuestra juventud promiscua, las vacas locas que con un cierto retardo nos matarían en los hospitales, sin remedio al estar infectados desde años atrás, las gallinas con gripe, que con extrañas mutaciones, arrasarían la población. La penúltima amenaza procedía del humo del cigarrillo y de las hamburguesas grandes. Y ahora es el cambio climático que matará de sed a nuestros nietos, en desiertos oceánicos resquebrajados, en los que, de cuando en cuando, un esqueleto solitario recordará a los peregrinos su triste e inevitable destino.

Miedo que se instala como un tumor invisible y que no nos deja crecer, reír, soñar, contestar, decidir, palpitar.
Miedo de vivir y de morir.
Miedo, que da miedo del miedo que da.

"...el miedo es una sombra que el temor no esquiva
el miedo es una trampa que atrapo al amor
el miedo es la palanca que apago la vida
el miedo es una grieta que agrando el dolor
(...)
el miedo es una raya que separa el mundo
el miedo es una casa donde nadie va
el miedo es como un lazo que se aprieta en nudo
el miedo es una fuerza que me impide andar..."
Pedro Guerra.

jueves, abril 05, 2007

El fanático.


El fanático convierte unas ideas, que a veces pretenden una concepción general del mundo, en su propia esencia, el único suelo donde apoyarse. En su mente insana no hay posibilidad alguna de separación entre esas ideas y la parte más esencial de su ser. Es incapaz de imaginarse pensando de otra manera. Ha puesto o le han hecho poner antes que su propia identidad, la adscripción a un grupo que vive alrededor de un bloque de pensamientos. Por eso no es que se adhiera a un determinado credo, lo que supondría una decisión libre y personal, sino que se ha convertido en ese ideario, y no tiene una existencia fuera de él.

El afiliado o simpatizante, distingue entre su persona y las ideas que quiere apoyar. Sabe que puede cambiar de criterio, evolucionar, matizar sus primeras impresiones, mejorar sus sintonías con éste o aquel pensamiento o desintonizarse. Eso no solo no altera su personalidad, sino que la refuerza. Pero todos esos procesos están bloqueados en quien vincula su vida, su realidad, la verdad que ven sus ojos, a la defensa de unas determinadas ideas o creencias. No se permite así mismo ninguna disidencia.

Por eso no hay comunicación posible con un fanático. Las palabras que utilizas tienen para él un significado distinto. Si le prestas atención para mostrarle una actitud de respeto a sus ideas, él lo traduce, lo ve, lo siente como una muestra de debilidad por tu parte y de fortaleza/superioridad de sus convicciones. Entonces te intentará salvar de tu desvarío, para ayudarte haciéndote de los suyos. En realidad se salva a sí mismo, refuerza el único clavo ardiendo al que vitalmente está agarrado. Y si le muestras tu desacuerdo te considerará un miserable desagradecido, alguien peligroso de quien no se puede fiar.
Ni siquiera es culpa suya: no tiene personalidad bastante para ser responsable. Simplemente no puede respetar tus ideas: la leve sospecha de que, además de sus creencias, pudieran existir otras de semejante valor, le perturba hasta desintegrarle, le deja colgado de la brocha, le provoca el vértigo propio de acercarse al borde de la Nada.
La Religión (incuyendo aquí el marxismo-leninismo) y la Patria son las dos grandes fuentes de fanáticos. Cuando se suman las dos, al fanático le resulta insoportable que alguien no piense como él. Por eso mata. Si le ofreces dialogo, te mira y mientras hablas él aprovecha para limpiar y engrasar su pistola. Escucha porque alguien le habla , se siente reconocido y eso le gusta porque confirma su verdad absoluta, admitida ya incluso por otros.
Pero no te engañes amigo, nunca dejará la pistola, porque sin pistola se desvanece.



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