"La Llegada". Marcelino Ledesma
Y si acaso me marcho,
porque Dios me ha elegido,
que ninguno se asombre,
porque Dios me ha elegido,
que ninguno, me llore,
porque Dios me ha elegido,
que bendiga su nombre,
porque Dios me ha elegido.
He apurado mi vaso. Ya esta la hiel gustada
ha sonado la hora desde siempre marcada.
y al mirarme las manos, al fin de la jornada,
las encuentro vacías: no llevo en ellas nada.
Soy el hijo que vuelve, vencido y despojado,
-he perdido mi parte, mi herencia he malgastado-
con la túnica rota, descalzo y sin cayado,
sin nada en mis alforjas, abatido, cansado.
Pero sé que hay un padre que a lo lejos espera,
que al atisbo más leve, a la seña primera,
abrirá de su casa la puerta delantera
y correrá a mi encuentro con gozosa carrera.
En la sala más grande, ya tiene preparado
el vestido más nuevo, el más limpio calzado,
la jofaina con agua, el óleo perfumado,
la toalla de hilo y el anillo dorado.
Y ha dicho al mayordomo que reúna a su gente,
que dejen la faena, la reja y la simiente;
que prepare un banquete con vino, pan crujiente;
y el cordero más tierno, más rollizo y luciente.
Cuado llegue el momento y lo encuentre delante,
perderé las palabras hechas para ese instante.
Olvidare mi historia. Bañado en su semblante.
Tan solo diré Padre…
Y ya será bastante.