El primer sonido del día.
Cada día, incluso antes de que termine agosto, a las seis y media de la mañana rompe el silencio del amanecer el sonido momentáneo, metálico, ronco y rizado que hace al abrirse la persiana metálica de la carnicería de mi barrio.
Antes de que la luz fresca, azul y naranja, inunde la calle, unos brazos sencillos y esforzados impulsan con fuerza la carraca que abre el nuevo día.
Ese tipo que abre su pequeño comercio de barrio y tantos tipos como él mantienen el pulso vivo y real de esta nación.
El esfuerzo, la angustia, la alegría, la fuerza, la perseverancia, el nervio y la energía de quien cuando se despierta por la mañana tiene algo que hacer, que ofrecer, una meta, una obsesión, unas facturas que atender... suenan como un estrépito cotidiano que entierra la noche y abre para todos un nuevo día.