viernes, octubre 20, 2017
Antonio Escohotado... es brujo
La realidad es escurridiza y
paradójica.
La aparente solidez pétrea
que suponemos a “lo real" está más en nuestra mente que necesita
certezas para orientarse y perder el miedo. Así pues, aparece una nueva
paradoja y es que lo objetivo viene a ser una mera apreciación subjetiva y, por
qué no decirlo, interesada.
De entre todos los pensadores que conozco, Antonio Escohotado me gusta por su permanente alerta para evitar poner la
solución en el enunciado de los problemas que nos ofrece la realidad. Se atrevió a probar de todo y en esas peligrosas expediciones adquirió la valentía infrecuente y el arrojo heroico de desenmascarar sus propios prejuicios para poder sortearlos en sus horas y horas de estudio. Su discurso me enseñó a buscar la verdad sin trampas, saliendo a la intemperie a mirar lo que pasa, no ha comprobar lo sabido. La realidad no es el falso enigma de un crucigrama: un problema que requiere la solución para ser creado.
Y desde esa actitud de honestidad
intelectual radical, su crítica al prejuicio, a la mentira
disfrazada de mística, a la palabrería, detectó la tozuda persistencia entre nosotros de la superstición, la quema de brujas de
nuestro días con la demonización de las drogas.,En su última deriva, ofrece con rigor y distancia una lúcida descripción crítica del comunismo como enésima careta del miedo a la libertad y sus consecuencias ("Los enemigos del comercio").
Siendo así, aquí les vengo a contar que mi
admirado Antonio Escohotado, de tanto enfrentar su mente a la superchería en todas sus
vertientes y modalidades, finalmente y por mor de esos giros sorprendentes de
las cosas en esa realidad esquiva y cambiante que
juega con nosotros al escondite, es en
realidad... brujo.
No es metáfora o suposición: tengo la
prueba.
Corría el año 1991 —creo — y en un curso de
verano sobre el tema de la despenalización del delito de tráfico de drogas organizado en la Universidad de La Rábida en Huelva, lo conocí. Me presenté como lo que entonces era: fiscal en aquella Audiencia Provincial. Tras cruzar alguna diatriba en los coloquios finales tras las
ponencias, continuamos alguna de las polémicas tomando un café juntos en los sillones del lobby del parador. Un día le pedí que me dedicara la Historia de las Drogas.
Me miró y escribió una frase que entonces no tenía demasiado sentido.
Me miró y escribió una frase que entonces no tenía demasiado sentido.
Aquí esta la prueba de sus facultades de adivinador del futuro.
Efectivamente, en el año 2007 deje la carrera fiscal para
dedicarme a la abogacía.
Hace unos días revisando libros me topé con aquella
dedicatoria.
Entendí entonces que Escohotado había visto en mí lo que todavía yo
desconocía.
De ese modo percibió al mirarme para pensar su dedicatoria. la realidad, o quizás la adivinó. Aun pareciendo
verbos distintos, mira por donde, no parece que se alejen tanto.
lunes, octubre 16, 2017
El zapatero de Florencia
Él no lo sabe, seguirá allí resolviendo el problema de cómo restañar aquella grieta en la piel vieja y sabia del zapato izquierdo de un vecino. Pero cada día recuerdo su imagen porque me indicó el camino, el modo de mirar al mundo que se ajusta a lo que yo quería.
El zapatero de Florencia, cuando alguien entra en su semisótano, bajando los tres escalones, lo mira desde la distancia, levanta la mirada y hace por sintonizar con el mundo exterior, desde donde el nuevo cliente le habla y le explica su problema. Él lo entiende, lo procesa y lo anota entre las tareas pendientes, cuando el tintineo de la campanita de la puerta vuelve a sonar a la salida.
Aquella tranquilidad, sentado en una silla de enea, con profesionalidad, ofreciendo con atención y rutina aquello que que podía aportar a la humanidad (un buen arreglo de las medias suelas de un zapato) me señaló el camino.
Un tenue murmullo de música clásica y una tarea que sepas hacer bien para ayudar a alguien.
Así de simple y de hermoso.
La destreza y la suerte te ofrecerán la recompensa.