¿Crisis, qué crisis?
Así que estamos en crisis y las embarcaciones de más de ocho metros han visto reducidas sus ventas en un veinte por ciento. Habrá que subir un poco el manto que tapa nuestras vergüenzas. Habrá que incrementar el porcentaje de desgracias en los telediarios, buscar casos de abusos sexuales escabrosos en cualquier lugar del mundo, bajar el precio de los abonos de los clubs de futbol, el número de asignaturas con las que pueda pasarse de curso. Ya, como medidas inmediatas de choque. Que brille el las televisiones ese mundo feliz de los famosos, de los novios de los famosos, de los amigos de los novios de los famosos, de los vecinos de los amigos de los novios de los famosos. Eso es lo que le gusta a la gente y no los documentales de la 2. No nos engañemos. La cultura no les gusta, qué le vamos a hacer.
El ayuntamiento ha inaugurado un número de teléfono gratuito para que usted, ciudadano ejemplar, pueda denunciar inmediatamente a cualquier indigente que se le ocurra salirse de su barrio marginal y pasearse impunemente por donde no debe. Los agentes de la autoridad lo quitarán de en medio. Estamos en crisis y la banca solo incrementará en un veinte por ciento sus beneficios. Si además de tener que hacer frente a ese disgusto, las calles se llenan de indigentes, a dónde vamos a llegar. Siempre hubo ricos y pobres, no nos engañemos. Puede ser la mala suerte, pero además es que algunos son vagos, no nos engañemos. Y ya que no podemos evitar la miseria, por lo menos saquémosla del plano. Que no se vea. Qué necesidad tenemos de ver cosas desagradables. Pobre gente. Bueno, después de todo a ellos no les afecta la crisis.
Estamos en crisis, pero debemos estar preocupados por el cambio climático, la nieve casi en la primavera, el problema vasco, y como no, el aborto. Cuantos años llevamos hablando de lo mismo. No importa, si funciona bien, déjalo.
Estamos en crisis, pero ahí están, armados hasta los dientes de su abulia y su inconsistencia, un ejercito de funcionarios del estado, de la comunidad autónoma, del ayuntamiento, subsidiados, amigos de los subsidiados, cargos públicos y sus primos que para eso está la familia, dispuestos a mantener a salvo el mínimo suficiente para pagarles a otros sus campos de golf, y ese veinte por ciento menos de embarcaciones de más de ocho metros. Ese ejercito de ciudadanos expertos en las últimas modificaciones del reglamento de la Fórmula 1, sostienen el sistema, siempre que no les falte el cafelito de media mañana.