España sub iudice
Por razones diversas en España gran parte de los problemas que surgen, propios de una sociedad compleja y sin horizonte terminan recalando en una parte del Estado que se caracteriza por su estado de ruina: el proceso penal.
La Monarquía, los Partidos Políticos, los Ayuntamientos, y en general todos los terminales políticos viven en un número estadísticamente muy relevante pendientes del curso de un proceso penal. Pero no solo en esos estratos más elevados la vida cotidiana pende de un juez de instrucción. En las clases sociales más modestas los conflictos familiares, el joven que se porta mal, la pareja que no se entiende o el trabajador que se siente maltratado, depositan la confianza de la solución de sus problemas en un Juzgado. Las clases medias, los empresarios también viven como denunciados o denunciantes pendientes de la cita judicial. Ya sea porque un trabajador cayó del andamio, porque el edificio carecía de licencia, o la declaración de hacienda no esta demasiado clara, quien más o quien menos tiene la semana que viene que buscar un abogado. Los del barrio de las afueras siempre estuvieron vinculados al juzgado de guardia, pero ahora allí se encuentran también a las mejores familias de la ciudad.
Todos pendientes de la solución a sus problemas familiares, empresariales, laborales o políticos mirando al juzgado de instrucción.
La situación apunta a grandes y masivas decepciones. Lo más probable es que a la situación que vivimos suceda otra en la que altísimos índices de frustración invadan nuestras casas, nuestras calles y nuestras ciudadades. Y ello porque el juzgado de instrucción es la pieza más defectuosa de todo nuestro sistema jurídico. El Estado ha renovado sus carreteras, sus ayuntamientos, la legislación civil, mercantil o laboral, pero en los últimos cincuenta años no ha dedicado ni un minuto en la renovación y actualización del proceso penal.
Los juzgados penales generan diariamente un elevadísimo índice de disparates jurídicos que resultarían increibles para gran parte de la población. Cada día mas ciudadaanos se enfrentan a situaciones completamente sorprendentes cuando por una razón o por otra se acercan a un juzgado de instrucción y tienen la oportunidad de comprobar lo que pasa allí dentro.
En todas las ciudadades de España los periódicos locales narran el curso de procedimientos penales interminables, inabarcables, ingobernables, abiertos sin límite, ocupando miles de folios que albergan cientos de documentos que nadie podrá nunca leer, estudiar, analizar...Una generación de jóvenes policías dispuestos a pasar a la historia con cada una de las investigaciones que inician, ayudados por jueces que sueñan con ser noticia de apertura del telediario, se han erigido en los nuevos salvadores.
En el mundo de los medios de comunicación el esperpento se completa con la retransmisión en directo de las investigaciones judiciales convertidas en un rentable espectáculo tan atractivas como programa de televisión como injustas como procedimiento judicial. Desde los informativos hasta los programas del corazón se alimentan con el último caso judicial.
Mira por donde al final hemos conseguido dirigir todos los problemas al reducto más defectuoso e ineficaz de todo el aparato del Estado.
No hay cárceles para todos los que los jueces de instrucción tienen imputados. Pero el problema podría plantearse cuando llegue el juicio y la sentencia, y para eso falta muchos, muchos, muchos años y ya se sabe que lo que sea para mañana no importa. El futuro ya no existe, el tiempo se ha detenido y podemos seguir eternamente esperando la solución de nuestros problemas mientras investiga un juez de instrucción.