Paso de cebra.
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Tiene gafas y la vista perdida. Vaqueros, unos treinta y cinco años, soltero. Pelo castaño, poco aseado. No sabe qué hacer. Quizás les ponga un mensaje y al final no vaya.
Le cuenta con detalle a su amiga lo que pasó. Y ella mira hacia adelante pero sus ojos están en otro sitio. Imagina la escena, El no se esperaba que su amiga reaccionara así. Le repite el relato y ambas se sonríen. Ya le ha contado varias veces la frase final: "díselo tu y no le des más vueltas". Son dos chicas de unos dieciséis o diecisiete años. La gordita no para de hablar. La otra es una figura de cerámica.
Comienzan todos a andar y él se queda un poco atrás. Arrastra los pies y mira el muñequito verde intermitente calculando mentalmente si le dará tiempo. Regresa cansado a casa después de dar un paseo en el parque. Hace tiempo que no ve a su nieto, pero mira otros niños y así se consuela. No sabe si vendrán en navidad.
La primera del grupo luce su cuerpo embutido en sus talones y camina sabiendo que todos los conductores en ese momento la estarán mirando.