(Auriculares).Diario de un paranoico razonable.9.
Daré cuanta aquí de todo lo que pude escuchar que decían. Así os podéis hacer una idea de quién son, de cómo piensan. Solo os pido un poco de discreción. Hablaban del peligro de ser descubiertos. Es una amenaza que les incomoda mucho. Tienes sus trucos bien aprendidos, pero siempre piensan que , cualquier día todo puede quedar al descubierto y eso tendría tristes consecuencias para sus familias. Sobre la cubierta del yate de veinte metros o en medio de la pradera, frente al hoyo dieciséis, a pesar de la aparente tranquilidad, después de años, generaciones enteras sin haber hecho nada útil, es inevitable un cierto desasosiego.
“ Es que resulta casi imposible evitar que alguno se aperciba, lo note y lo comente. Entonces ideas venenosas se extenderán como la pólvora y no sé cómo podremos hacer frente a esa situación.
Tiene que haber alguna manera de evitar que se comuniquen, que entre ellos terminen mirándose, charlando, prestándose atención, regalándose confianza , creando esa peligrosa plataforma que llaman amistad, tan perniciosa para nosotros, que sabemos que es otro engaño. Vale que se junten por parejas porque, qué desastre de índice de natalidad, pero basta. Si empiezan con la amistad y la camaradería y esas cosas, después siempre viene esa manía de preocuparse de las cosas que no son tus asuntos. No hay cosa más propia de los pobres que estar mirando qué les pasa a los demás. Los que empiezan a leer cuatro cosas, se atreven a juzgar si esos están bien o mal, si aquellos pasan, más o menos hambre. Aparece eso que llaman solidaridad y que tan trágicas consecuencias ha acarreado para todas las sociedades.
Tiene que haber alguna manera de evitar esa venenosa manía de empezar a hablar unos con otros, en esas conversaciones que, como todo el mundo sabe, terminan siempre en amargas quejas. Aparece entonces la frustración, las ganas de cambiar las cosas. Eso es exactamente lo peligroso. La gente empieza por hablar de cualquier cosa y termina con planes intolerables. Siempre hemos llegado tarde a apagar ese fuego. Ha sido muy duro para nosotros disparar contra la multitud de mineros. Te acuerdas de Santa María de Iquique. Tantas veces que nos terminan obligando a cortar por lo sano. Ni siquiera se les pasa por la cabeza lo duro que resulta eso para nosotros. Pero a ellos lo que nosotros suframos les da igual.
Tiene que haber alguna manera de evitarlo antes, en el momento inicial, en ese instante en que dos tipos que no se conocen empiezan hablar: ese es el instante peligroso. Se reconocen, se sienten partes de un todo, se aceptan como iguales, se cuentan cuatro historias por su puesto inventadas, y empiezan a imaginarse que se identifican con sus tristezas. No arreglan nada, ellos de arreglar cosas no saben nada, pero multiplican sus miedos y, ese sentimiento todavía peor: sus esperanzas. Si dos o más se ponen a hablar y en algún momento comparten algún delirio, eso que llaman sueños, ya es inevitable la masacre. Otra vez nos obligarán a despertarles de sus ensoñaciones.
Están tan juntos, en el metro, en el autobús, por las calles, a todas horas. Tenemos que reconocer que les hemos dejado muy poco espacio. Ya sé que espacio es dinero, pero la verdad es que viven amontonados y así es difícil evitar que se comuniquen. Porque para que nos vamos a engañar, lo ideal sería que no se comunicaran. Cada uno a lo suyo. De uno en uno no tienen ningún peligro.
Tiene que haber algún modo.
Ya lo tengo. La música que tantas veces les ha servido a ellos para aglutinar a los ingenuos contra nosotros, ahora será nuestro aliado. Solo una cosa cambiará la dirección de la fuerza: los auriculares. Te imaginas que algún día cada uno llevara puestos unos auriculares. Eso les mete a cada uno en su mundo. Eso nos ayuda, amigo. De uno en uno no tienen peligro.”
Etiquetas: Diario de un paranoico razonable.
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DESDE MI CABINA
Conduciendo un camión, veo el mundo mundial desde una posición privilegiada.
Parece mentira, pero el ruido de mi máquina me obliga a aprender mucho de los gentos de las gentes.
Gestos: manos de transeúntes que se mueven al ritmo de la samba, gasolineros que hacen de la cadencia un ritmo habanero,moteros que se cruzan y me indican con una curva de su trayectoria lo que me voy a encontrar a 350 metros...
Y como no el cara a cara,la verdadera historia del mundo.
Esos ojos verdes azulados de la camarera que me vuelven loco; esa nube de polvo del autobús dos curvas por delante; esos amaneceres en cualquier latitud.
He aprendido muchas cosas observando, pausadamente.
Y lo que más me llama la atención de todo, es que a los farsantes,a los embusteros, los localizo por su falta de movimientos; por sus gestos crispados y contenidos.
Se creen muy seguros en su pedestal de poder y prosperidad.
Pero su inmovilismo les delata.
Todo lo que está vivo, es orgánico, se mueve y transmite.
Saco la mano por la ventanilla, siento la poderosa brisa de esta primavera incipiente.
Amigo, no cambio esto por nada.
Soy un pringao; pero un pringao libre.
Atentamente: DRIVER
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