miércoles, enero 21, 2009

BIENVENIDO, AMIGO.


...estábamos tanto tiempo esperando alguien que dijera un par de cosas mínimamente sensatas, que este discurso ha sido un alivio.
Suerte amigo.













(Discurso de Obama, 20 de enero de 2009).





Compatriotas:
Me encuentro hoy aquí con humildad ante la tarea que enfrentamos, agradecido por la confianza que me ha sido otorgada, consciente de los sacrificios de nuestros antepasados. Agradezco al presidente Bush su servicio a nuestra nación, así como la generosidad y cooperación que ha demostrado a lo largo de esta transición.
Ya son cuarenta y cuatro los norteamericanos que han hecho el juramento presidencial. Estas palabras han sido pronunciadas durante mareas de prosperidad y aguas tranquilas de la paz. Y, sin embargo, a veces el juramento se hace en medio de nubarrones y furiosas tormentas. En estos momentos, Estados Unidos se ha mantenido no sólo por la pericia o visión de los altos cargos, sino porque nosotros, el pueblo, hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antecesores y a nuestros documentos fundacionales.
Así ha sido. Y así debe ser con esta generación de norteamericanos.
Que estamos en medio de una crisis es algo muy asumido. Nuestra nación está en guerra frente a una red de gran alcance de violencia y odio. Nuestra economía está gravemente debilitada, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por el fracaso colectivo a la hora de elegir opciones difíciles y de preparar a la nación para una nueva era.
Se han perdido casas y empleos y se han cerrado empresas. Nuestro sistema de salud es caro; nuestras escuelas han fallado a demasiados; y cada día aporta nuevas pruebas de que la manera en que utilizamos la energía refuerzan a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta.
Estos son los indicadores de una crisis, según los datos y las estadísticas. Menos tangible pero no menos profunda es la pérdida de confianza en nuestro país - un temor persistente de que el declive de Estados Unidos es inevitable y de que la próxima generación debe reducir sus expectativas.
Hoy os digo que los desafíos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los enfrentaremos fácilmente o en un corto periodo de tiempo. Pero Estados Unidos debe saber que les haremos frente.
Hoy nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el temor, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia. Hoy hemos venido a proclamar el fin de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y los dogmas caducos que durante demasiado tiempo han estrangulado a nuestra política.
Seguimos siendo una nación joven, pero, según las palabras de las Escrituras, ha llegado el momento de dejar de lado los infantilismos. Ha llegado el momento de reafirmar nuestro espíritu de firmeza: de elegir nuestra mejor historia; de llevar hacia adelante ese valioso don, esa noble idea que ha pasado de generación en generación: la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena.
Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. Debe ganarse. Nuestro camino nunca ha sido de atajos o de conformarse con menos. No ha sido un camino para los pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo o buscan sólo los placeres de la riqueza y la fama. Más bien, han sido los que han asumido riesgos, los que actúan, los que hacen cosas -algunos de ellos reconocidos, pero más a menudo hombres y mujeres desconocidos en su labor, los que nos han llevado hacia adelante por el largo, escarpado camino hacia la prosperidad y la libertad.
Por nosotros se llevaron sus pocas posesiones materiales y viajaron a través de los océanos en busca de una nueva vida.
Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas y se establecieron en el oeste; soportaron el látigo y araron la dura tierra.
Por nosotros lucharon y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.
Una y otra vez estos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron hasta tener llagas en las manos para que pudiéramos tener una vida mejor. Veían a Estados Unidos más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales, más grande que todas las diferencias de origen, riqueza o facción.
Este es el viaje que continuamos hoy. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando empezó esta crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad no ha disminuido. Pero el tiempo del inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de aplazar las decisiones desagradables, ese tiempo seguramente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y volver a empezar la tarea de rehacer Estados Unidos.
Porque allí donde miremos, hay trabajo que hacer. El estado de la economía requiere una acción audaz y rápida y actuaremos no sólo para crear nuevos empleos sino para levantar nuevos cimientos para el crecimiento. Construiremos carreteras y puentes, las redes eléctricas y las líneas digitales que alimentan nuestro comercio y nos mantienen unidos. Pondremos a la ciencia en el lugar donde se merece y aprovecharemos las maravillas de la tecnología para aumentar la calidad de la sanidad y reducir su coste. Utilizaremos el sol, el viento y la tierra para alimentar a nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas. Y transformaremos nuestras escuelas y universidades para hacer frente a las necesidades de una nueva era.
Todo esto podemos hacerlo. Y todo esto lo haremos.
Algunos cuestionan la amplitud de nuestras ambiciones y sugieren que nuestro sistema no puede tolerar demasiados grandes planes. Sus memorias son cortas. Porque han olvidado lo que este país ya ha hecho; lo que hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une al interés común y la necesidad a la valentía.
Lo que no entienden los cínicos es que el terreno que pisan ha cambiado y que los argumentos políticos estériles que nos han consumido durante demasiado tiempo ya no sirven.
La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona -ya sea para ayudar a las familias a encontrar trabajos con un sueldo decente, cuidados que pueden pagar y una jubilación digna. Allí donde la respuesta es sí, seguiremos avanzando y allí donde la respuesta es no, pondremos fin a los programas. Y a los que manejamos el dinero público se nos pedirán cuentas para gastar con sabiduría, cambiar los malos hábitos y hacer nuestro trabajo a la luz del día, porque sólo entonces podremos restablecer la confianza vital entre un pueblo y su gobierno.
La cuestión para nosotros tampoco es si el mercado es una fuerza del bien o del mal. Su poder para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival, pero esta crisis nos ha recordado a todos que sin vigilancia, el mercado puede descontrolarse y que una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece sólo a los ricos. El éxito de nuestra economía siempre ha dependido no sólo del tamaño de nuestro Producto Nacional Bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad, de nuestra habilidad de ofrecer oportunidades a todos los que lo deseen, no por caridad sino porque es la vía más segura hacia el bien común.
En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falsa la elección entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros padres fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, redactaron una carta para garantizar el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha expandido con la sangre de generaciones. Esos ideales aún alumbran el mundo y no renunciaremos a ellos por conveniencia. Y a los otros pueblos y gobiernos que nos observan hoy, desde las grandes capitales al pequeño pueblo donde nació mi padre: sabed que América es la amiga de cada nación y cada hombre, mujer y niño que persigue un futuro de paz y dignidad y de que estamos listos a asumir el liderazgo una vez más.
Recordad que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y tanques, sino con sólidas alianzas y firmes convicciones. Comprendieron que nuestro poder solo no puede protegernos ni nos da derecho a hacer lo que nos place. Sabían por contra que nuestro poder crece a través de su uso prudente, de que la seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las cualidades de la templanza, la humildad y la contención.
Somos los guardianes de este patrimonio. Guiados de nuevo por estos principios, podemos hacer frente a esas nuevas amenazas que exigen aún mayor esfuerzo - incluso mayor cooperación y entendimiento entre las naciones. Comenzaremos a dejar Irak, de manera responsable, a su pueblo, y forjar una paz ganada con dificultad en Afganistán.
Con viejos amigos y antiguos contrincantes, trabajaremos sin descanso para reducir la amenaza nuclear y hacer retroceder el fantasma de un planeta que se calienta. No vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida, ni vamos a vacilar en su defensa, y para aquellos que pretenden lograr su fines mediante el fomento del terror y de las matanzas de inocentes, les decimos desde ahora que nuestro espíritu es más fuerte y no se lo puede romper; no podéis perdurar más que nosotros, y os venceremos.
Porque sabemos que nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos y e hindúes - y de no creyentes. Estamos formados por todas las lenguas y culturas, procedentes de cada rincón de esta Tierra; debido a que hemos probado el mal trago de la guerra civil y la segregación, y resurgido más fuertes y más unidos de ese negro capítulo, no podemos evitar creer que los viejos odios se desvanecerán algún día, que las lineas divisorias entre tribus pronto se disolverán; que mientras el mundo se empequeñece, nuestra humanidad común se revelará; y América tiene que desempeñar su papel en el alumbramiento de una nueva era de paz.
Al mundo musulmán, buscamos un nuevo camino adelante, basado en el interés mutuo y el respeto mutuo. A aquellos líderes en distintas partes del mundo que pretenden sembrar el conflicto, o culpar a Occidente de los males de sus sociedades - sepáis que vuestros pueblos os juzgarán por lo que que podesis construir, no por lo que destruyais.
A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia, teneis que saber que estáis en el lado equivocado de la Historia; pero os tenderemos la mano si estáis dispuestos a abrir el puño.
A los pueblos de las naciones más pobres, nos comprometemos a colaborar con vosotros para que vuestras granjas florezcan y dejar que fluyan aguas limpias; dar de comer a los cuerpos desnutridos y alimentar las mentes hambrientas. Y a aquellas naciones que, como la nuestra, gozan de relativa abundancia, les decimos que no nos podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado, y nosotros tenemos que cambiar con él.
Al contemplar la ruta que se despliega ante nosotros, recordamos con humilde agradecimiento aquellos estadounidenses valientes quienes, en este mismo momento, patrullan desiertos lejanos y montañas distantes. Tienen algo que decirnos, al igual que los héroes caídos que yacen en (el cementerio nacional de) Arlington susurran desde los tiempos lejanos. Les rendimos homenaje no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad, sino también porque encarnan el espíritu de servicio; la voluntad de encontrar sentido en algo más grande que ellos mismos. Sin embargo, en este momento -un momento que definirá una generación- es precisamente este espíritu el que tiene que instalarse en todos nosotros.
Por mucho que el gobierno pueda y deba hacer, en última instancia esta nación depende de la fe y la decisión del pueblo estadounidense. Es la bondad de acoger a un extraño cuando se rompen los diques, la abnegación de los trabajadores que prefieren recortar sus horarios antes que ver a un amigo perder su puesto de trabajo, lo que nos hace superar nuestros momentos más oscuros. Es la valentía del bombero al subir una escalera llena de humo, pero también la voluntad del progenitor de cuidar a un niño, lo que al final decide nuestra suerte.
Nuestros desafíos podrían ser nuevos. Las herramientas con que los hacemos frente podrían ser nuevas. Pero esos valores sobre los que depende nuestro éxito - el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo - esas cosas son viejas. Esas cosas son verdaderas. Han sido la fuerza silenciosa detrás de nuestro progreso durante toda nuestra historia. Lo que se exige, por tanto, es el regreso a esas verdades. Lo que se nos pide ahora es una nueva era de responsabilidad - un reconocimiento, por parte de cada estadounidense, de que tenemos deberes para con nosotros, nuestra nación, y el mundo, deberes que no admitimos a regañadientes, sino que acogemos con alegría, firmes en el conocimiento de que no hay nada tan gratificante para el espíritu, tan representativo de nuestro carácter que entregarlo todo en una tarea difícil.
Este es el precio y la promesa de la ciudadanía.
Esta es la fuente de nuestra confianza - el saber que Dios nos llama a dar forma a un destino incierto.
Este es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo - por lo que hombres y mujeres y niños de todas las razas y de todas las fes pueden unirse en una celebración a lo largo y ancho de esta magnífica explanada, por lo que un hombre cuyo padre, hace menos de 60 años, no habría sido servido en un restaurante ahora está ante vosotros para prestar el juramento más sagrado.
Así que, señalemos este día haciendo memoria de quiénes somos y de lo largo que ha sido el camino recorrido. En el año del nacimiento de América, en uno de los más fríos meses, una reducida banda de patriotas se juntaba ante las menguantes fogatas en las orillas de un río helado. La capital se había abandonado. El enemigo avanzaba. La nieve estaba manchada de sangre. En un momento en que el desenlace de nuestra revolución estaba más en duda, el padre de nuestra nación mandó que se leyeran al pueblo estas palabras:
"Que se cuente al mundo del futuro que en las profundidades del invierno, cuando nada salvo la esperanza y la virtud podían sobrevivir ... la urbe y el país, alarmados ante un peligro común, salieron a su paso."
América. Ante nuestros peligros comunes, en este invierno de nuestras privaciones, recordemos esas palabras eternas. Con esperanza y virtud, sorteemos nuevamente las corrientes heladas, y aguantemos las tormentas que nos caigan encima. Que los hijos de nuestros hijos digan que cuando fuimos puestos a prueba nos negamos que permitir que este viaje terminase, no dimos la vuelta para retroceder, y con la vista puesta en el horizonte y la gracia de Dios encima de nosotros, llevamos aquel gran regalo de la libertad y lo entregamos a salvo a las generaciones venideras.
Gracias, que Dios os bendiga, que Diós bendiga a América.

sábado, enero 10, 2009

NIEVA EN MADRID.


Fotografía de Félix Melendo.


JOYAS.





“Al prinsipio sin papele trabajar muy duro, mucha horas, cogiendo la fruta y asi para pagar el viaje y todo los papele. Ello se aprovechan de ti, porque tu no puedes hacer nada. Un año después me los dieron y perdí de vista esa gente. He trabajado de camarera en un pub de media tarde y he dicho muchas veses que no a trabajos de noche. Algunas amigas mias saben eso y ganan dinero, pero yo no sé. He limpiado oficinas, repartido periódicos gratis en el metro, cocinado pizzas. Ahora cuido niños y eso me gusta. La verdad es que no he pasado hambre ni frío desde que llegué, aunque algunas veces, entre trabajo y trabajo, parece que todo se va a venir abajo y me retraso para pagar los 300 euros de mi habitación alquilada. Él es un hombre bueno y me ha contado toda una vida de infelicidad. Es ahora cuando miro a la gente que pasa por la calle con vestidos de dinero y veo las casas bonitas , pero sé que dentro vive gente que es muy infelis. Me hizo mucho cariño desde el primer momento. Le he dado cosas que nunca tuvo como hombre y él me ha dado su cariño y su ayuda. Le doy muchas grasias por su generosidad. Pensé que algún día me diría de casar, pero me dijo que sabe que soy joven y debo vivir. Es un hombre bueno para mí.(Stefany)







“Creíamos que había sido el portero, que es marroquí. Se nos perdieron unas llaves de casa en el garaje, él las encontró y tardó una semana en devolvérnoslas. Le había dado tiempo suficiente para hacerse una copia. Me faltaban joyas que poco a poco había ido comprando con la ilusión de algún día dejárselas a mis hijas. Eso es lo que má me entristece. El otro día mi hija mayor me lo dijo en una cafetería al lado de su trabajo en donde quedamos para desayunar. Ha sido papa. Y me contó todo. Se ha liado con una emigrante. Lo sabían todas mis amigas pues le han visto con ella por ahí. Después de cuarenta y cinco año casados. El techo de la cafetería se me vino encima. Luego ya miré las facturas, las cuentas y sus viajes a ver un sobrino enfermo. Es horrible. Sobre todo los mensajes del móvil. Se lo dije y se quedó igual, pero ha destrozado mi vida y, él sabe que eso lo tiene que pagar. Y lo peor es que además no se quiere ir de casa.(Purificación)



“Recuerdo perfectamente el primer día que la ví. Había estado mirando el final de la cimentación de un edificio de oficinas inmenso que precisamente hace poco han inaugurado, situado un par de manzanas de mi domicilio y justo al lado de un pequeño parquecito. Al sentarme en un banco al sol, como solía hacer cada día para leer el Marca del día anterior, que me guardardaba un camarero del bar de al lado de mi casa,que es de mi pueblo, llegó a mis pies rodando una pequeña pelota de colorines, como de tela de toalla y detrás un niño de unos tres años, rubillo y colorado, al que perseguía ella. Empezamos a hablar. Me gustó su forma de pronunciar las palabras. Creo que ya ese día le conté que tenía dos nietos, pero apenas podía verlos por problemas entre mi nuera y mi esposa. En algún momento, ya aquella mañana ella me miró de una forma muy especial.” (Emiliano)

Don Emiliano Sánchez del Valle, nacido en Segorbe el 17 de marzo de 1937, se jubiló como jefe de sección de un ministerio en el 2002. Se casó el 15 de mayo de 1964 con Doña Purificación Rodríguez Mendez-Vicálvaro, nacida en Plasencia el 22 de junio de 1941. Conoció a Stefany Stefany Sobiesky, nacida en Kielce el 3 de octubre de 1982, que llegó a España en el año 2007 con un grupo contratado para recoger frutales y mantiene una relación sentimental con ella.

domingo, enero 04, 2009

El viejo guitarrista.


The man bent over his guitar,
A shearsman of sorts.
The day was green.
They said, “You have a blue guitar,
You do not play things as they are.”
The man replied, “Things as they are
Are changed upon the blue guitar.”
And they said then,
“But play, you must,
A tune beyond us, yet ourselves,
A tune upon the blue guitar
Of things exactly as they are.
Pablo Picasso / Wallace Stevens.

jueves, enero 01, 2009

Lorenzo ( I )



Me presento brevemente y les cuento.
Lo cierto es que las cosas pasan de una forma mucho más imprevisible de lo que habitualmente pensamos. Es verdad que a veces no pasa nada y, pareciera imposible cualquier alteración de la vida tediosa y aburrida, pero me refiero a ese punto de inflexión inesperado cuando esa pasta densa de los días monótonos explota como si tuviera escondido un detonador en el lugar más insospechado.

Me llamo Lorenzo, llevo casado cuatro años con Lola. Ambos aportamos un hijo a nuestro matrimonio. Los chavales se consideran hermanos y tienen muy buena relación entre ellos. Ella también era divorciada. Nos encontramos padeciendo una enfermedad muy parecida y nos reconocimos: fuimos una medicina simétrica y natural el uno para el otro. Ella es alta, un poco rubia, con facciones duras y complexión atlética, tiene buen tipo. Algunos días, con unos viejos vaqueros verdes especialmente, es una mujer muy atractiva. Los dos salimos de una situación vital muy desagradable y, de alguna forma, estamos vacunados contra el peor mal para una pareja, la tontería. La tontería de la tontería. Esa estupidez que es la única explicación de tantas conversaciones absurdas, innecesarias, cargadas de una especie de amargura ácida y sin sentido. No volveremos a transitar esas calles de silencio corrosivo cuando los dos comparten su lado más detestable, en una espiral que potencian y les envilece.

Se encienden muchas alarmas y se endurecen por dentro muchas cosas después del trance de una ruptura. Pero también aprendes; sabes que no es buen camino dejarte llevar del orgullo que nace de tu más profunda falta de estima. Descartas entender todo lo que el otro hace, renuncias a darte por enterado de todo eso que quiere decirte con lo que no dice. Eso para ellas es más engorroso. Pero resumes y manejas mejor la confusa mezcla de sensaciones o de no-sensaciones, mejor dicho, que provoca la convivencia diaria. Valoras tener un sitio tranquilo donde volver y que alguien ocupe el sillón de al lado cuando miras la televisión. Aquellos cebos engañosos, las palabras vacuas y tan perniciosas, amor, compenetración, vida en común. Ya me contarás. Pasan los años y ahora las miras con desden, como una fase de un juego de la play que ya has superado, lleno de trampas, que finalmente eran bastante ingenuas. Todos conocemos a alguno que no pasó esa fase y, claro, entonces la cosa es más seria, ya no es tan gracioso. En pocas palabras, te fortaleces, te conformas y puedes dejar que las cosas pasen sin ponerte nervioso, ahora que sabes que lo importante está dentro de tí y nadie puede arrebatártelo.No es tan complicado. Los dos estamos dispuestos a cambiar paz por prosa con los ojos cerrados. Cada pequeño detalle puede intoxicar una relación, como un condimento que amarga los días definitivamente. Por eso te digo. Sabemos dejar al otro tranquilo y así todo es más fácil. No es tan complicado. Precisamente la cosa es no darle tantas vueltas. Dejar ver como sigue sola la cosa, sin buscarle tres pies al gato.


Vivimos en un chalecito adosado a las afueras de una ciudad cercana a Madrid. Un esquema muy repetido, vulgar si quieres, pero cómodo: ahí está el sitio donde dejar el coche, más delante, el jardín de la barbacoa y una piscina en el club social, de esos siempre pendientes de constituirse. Un delirio de grandeza compartido que añade cierta ilusión el horizonte gris de una comunidad de vecinos de tipos clónicos pero incompatibles. La casita tiene dos plantas y una buhardilla sin uso determinado, por ahora. También tiene un pequeño sótano en el que proyectábamos montar una bodega, pero que, por ahora, acumula bicicletas, la barbacoa, raquetas de tenis y aparatos inútiles, como un juego de pesas, una báscula digital estropeada o un pequeño horno eléctrico para hacer pan. Siempre he pensado que en nuestro cerebro pasa algo parecido. Acumulamos ideas inútiles, prejuicios antiguos y las ilusiones que un día quedaron abandonadas en un rincón. Pero no podemos precindir de todos esos trastos. Como en cualquier trastero, por otra parte.


Trabajamos los dos.

Ella como comercial de una empresa de teléfonos móviles de una localidad cercana, donde antes vivía con su anterior pareja. Lo cierto es que tiene desparpajo, por eso debe ser muy buena comercial. Sabe conocer a la gente, decirle descaradamente lo que quieren oír sin que ellos se den cuenta y se hace simpática, si quiere. Además es muy organizada, aunque a veces resulte un poco maniática. A mi me cuesta menos trabajo improvisar. Pronto dejará el mostrador y pasará al despacho de dentro. Le han dicho casi seguro que a su jefa la van a despedir y ella ocupará su puesto. Entre nosotros no hablamos del trabajo. Es un código aceptado: es otro mundo.

A mi me acaban de ascender en una empresa dedicada a la fabricación de componentes electrónicos y ahora mi puesto está en Madrid. Estuve trabajando en el departamento de contabilidad de unas bodegas cuando terminé la carrera. Luego me salió una oportunidad en una editorial y, un compañero de trabajo me animó a que hiciéramos un master. Era caro, pero me dio oportunidades en empresas de un nivel de facturación a las que no hubiera llegado. Descarte una oferta para trabajar en París un una agencia de viajes. Aunque hice económicas, en realidad ahora me dedico a teclear el ordenador, hablar por teléfono, ver ofertas de proveedores industriales y buscar las tres famosas “ tres bes” que constituyen el manual del buen empresario. Al final, China. Internet y el correo electrónico han destrozado los precios.

Un día normal empieza a las siete cuando suena el despertador de mi móvil. Es asombroso como puede ser de idéntico ese momento inicial de cada día. La verdad es que lo del reloj mental debe ser cierto y cinco minutos antes de que suene yo tengo ya un ojo abierto. Tras una ducha rápida y después mirar con indiferencia a un tipo con la cara llena de espuma en el espejo, preparo los desayunos mientras escucho la radio. Si no hay desgracias que contar la voz del locutor parece mentirosa y monótona. A las y media despierto a Jorge y a Carlos y me despido. Lola empieza a desperezarse cuando me levanto yo, pero aguanta un rato más en la cama. Siempre dice que ese es el mejor momento de día. Ese momento duro del despertar de un martes de noviembre, siempre es más llevadero si piensas que tienes un cierto privilegio, dentro de lo que cabe.

Tengo un pequeño coche familiar que me acoge cada mañana. Entonces viene el rato del atasco amenizado por las tertulias políticas. Para mi la luz de la mañana tiene una energía especial. Los comentaristas políticos se enredan en mil discusiones. Reconozco que generan cierta adicción narcótica. Me han dicho muchas veces que las componen cuatro listos, pedantes, que quieren saber de todo y no tienen criterio. Solo responden a consignas políticas. Es cierto, pero si pongo música en la radio, los termino echando de menos y vuelvo con cierta pesadumbre, como si volviera al vicio. Si pones música, parece que no pega con el fango propio de cada día. Ellos, si embargo, son el mejor sonido, la banda sonora más adecuada para la mierda que te espera.
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