domingo, enero 29, 2012
En su colección de reflexiones sobre el nuevo mundo a cuyo nacimiento asistimos despistados ("Los Bárbaros"), nuestro admirado Baricco observa una mutación en el ser humano. Es decir, mucho más que un proceso de evolución en desarrollo de parámetros conocidos : un auténtico cambio de paradigma, un salto hacia otro ser humano. Para ofrecer una imagen a tan interesante idea, Baricco refiere la aparición de branquias que nuestro fotógrafo espía ha conseguido localizar y que ofrecemos en exclusiva mundial a los lectores de esta Tierra de Nadie.
martes, enero 24, 2012
¡ Que tengas suerte !
Si me dices adiós,
quiero que el día sea limpio y claro,
que ningún pájaro
rompa la armonía de su canto.
Que tengas suerte
y que encuentres lo que te ha faltado
en mí.
Si me dices 'te quiero',
que el sol haga el día mucho más largo,
y así, robar
tiempo al tiempo de un reloj parado.
Que tengamos suerte,
que encontramos todo lo que nos faltó
ayer.
Y así toma, todo el fruto que te pueda dar
el camino que, poco a poco, escribes
para mañana.
Que mañana nos faltara el fruto de cada paso,
pero a pesar de todo, a pesar de la niebla, habrá que caminar.
Si vienes conmigo,
no pidas un camino llano,
ni estrellas de plata,
ni un mañana lleno de promesas,
sólo un poco de suerte,
y que la vida nos dé un camino
bien largo.
quiero que el día sea limpio y claro,
que ningún pájaro
rompa la armonía de su canto.
Que tengas suerte
y que encuentres lo que te ha faltado
en mí.
Si me dices 'te quiero',
que el sol haga el día mucho más largo,
y así, robar
tiempo al tiempo de un reloj parado.
Que tengamos suerte,
que encontramos todo lo que nos faltó
ayer.
Y así toma, todo el fruto que te pueda dar
el camino que, poco a poco, escribes
para mañana.
Que mañana nos faltara el fruto de cada paso,
pero a pesar de todo, a pesar de la niebla, habrá que caminar.
Si vienes conmigo,
no pidas un camino llano,
ni estrellas de plata,
ni un mañana lleno de promesas,
sólo un poco de suerte,
y que la vida nos dé un camino
bien largo.
domingo, enero 22, 2012
viernes, enero 20, 2012
Dudas en altas instancias
No eres tú solo, hermano.
La cosa no está clara.
¿Te acuerdas cuando todos sabíamos que era lo bueno y lo malo?
El preso más antiguo de España y el presidente más reciente nos ofrecen una similar fiabilidad.
Los jueces esconden una secreta perversión que les impide compatir con los ciudadanos ningún criterio, no soportan el sentido común que le impide decir una última palabra que no sea "su" última palabra.
Los capitanes de todos los cruceros tienen en su mente un plan secreto para bajar los primeros del barco.
Esas tetas que ves pasar son de silicona.
Estas palabras que lees no te aclararán nada.
La nube se formó con el sudor evaporado de la frente de una multitud de humanos que no entienden qué ocurre, qué nos está pasando.
Otros creen que la nube demuestra que también han empezado las dudas en las más altas instancias.
La cosa no está clara.
¿Te acuerdas cuando todos sabíamos que era lo bueno y lo malo?
El preso más antiguo de España y el presidente más reciente nos ofrecen una similar fiabilidad.
Los jueces esconden una secreta perversión que les impide compatir con los ciudadanos ningún criterio, no soportan el sentido común que le impide decir una última palabra que no sea "su" última palabra.
Los capitanes de todos los cruceros tienen en su mente un plan secreto para bajar los primeros del barco.
Esas tetas que ves pasar son de silicona.
Estas palabras que lees no te aclararán nada.
La nube se formó con el sudor evaporado de la frente de una multitud de humanos que no entienden qué ocurre, qué nos está pasando.
Otros creen que la nube demuestra que también han empezado las dudas en las más altas instancias.
jueves, enero 19, 2012
Sospecha entre la población
Se empieza a extender entre la población la sospecha de que quienes realmente controlan el mundo se exige un cierto grado de idiocia en quienes aspiren a puestos políticos de alto nivel. En el caso de Bush y Zapatero llegaron a la conclusión de que se habían pasado de dosis y el populacho podría terminar dándose cuenta. Rajoy, en esos centros ocultos de poder empieza a generar cierta preocupación por similares razones.
sábado, enero 14, 2012
domingo, enero 08, 2012
Zapatos. Otra vez gracias Sr. Vicent
En el baño de casa de mis abuelos, cuando apenas tenía diez años, sentado en la taza en esos momentos íntimos de soledad y clarividencia, de pronto vi los zapatos de mi abuelo en un rincón y comprendí que en sus arrugas se escondía y estaba descrita toda la arquitectura invisible de su personalidad.
Muchos años después, en funciones profesionales, al llegar a la carretera con la comisión judicial, comenzamos a inspeccionar el lugar y a recoger vestigios del accidente. La desolación infinita de un zapato en medio del asfalto me sobrecogió y recordé aquella iluminada certeza que había tenido de pequeño: los zapatos albergan el alma de su dueño.
En una mañana soleada de un domingo de enero, el maestro Vicent descubre aquella certeza infantil con la mágia habitual de su enémisa obra de arte dominical que aquí les traigo:
"ZAPATOS", Manuel Vicent, El País, domingo 8.1.12
A la hora de desechar por viejos a un par de zapatos piensa qué será de ellos si van a parar cada uno a un distinto contenedor de basura, después de haber pasado juntos toda la vida. Ante el destino aciago que los ha separado, los zapatos viejos suelen llorar cada uno por su lado al recordar que un día calzaron a aquel niño salvaje que trepaba por los árboles; a aquel chaval nervioso que daba patadas a los botes en la calle camino del colegio; a aquel chico enamorado que los lustraba para ir a bailar con la novia a las verbenas; a aquel joven inconformista que siempre iba detrás de una pancarta equivocada; a aquel recién casado que durante el paseo en las tardes desoladas de domingo los arrastraba en silencio junto a su mujer tirando de un carrito de bebé; a aquel señor metido en política que tuvo que pisar innumerables charcos; a aquel anciano melancólico que renunció a ellos cuando ya no podía atarse los cordones si no era blasfemando. La historia de cada persona puede ser escrita a través de los zapatos que ha calzado a lo largo de los años: aquellos que dejó en el balcón la noche de Reyes; o aquellos de dos tonos, blancos y color café, con rejilla, de hortera; o las botas rudas de excursionista buscador de setas; o los mocasines de tafilete con dos borlitas, de lechuguino; o los últimos con las suelas pintadas de negro betún de Judea con los que cualquiera será enterrado. El alma se le baja a uno hasta los pies al caminar y gracias a que queda atrapada en los zapatos, no se pierde en la calle a merced de cualquier perro sarnoso que quiera pasarle la lengua después de olisquearla. Uno siempre es responsable de los zapatos que calza y a partir de ellos, como si fueran raíces llenas del fermento de la tierra, el individuo se desarrolla. Subiendo por las piernas, las caderas y las vísceras se puede llegar al alma de cada persona, que suele ser de la misma calidad de piel y de una horma parecida. En la memoria están todos los zapatos que uno ha llevado, los indómitos, los flexibles, los dóciles, los correosos, según las sucesivas etapas psicológicas de una vida. Los zapatos que uno desecha, si van a parar a un basurero distinto, se llevan también el alma dividida. Y allí puede que recuerden con orgullo o desprecio al individuo que los calzó un día.
A la hora de desechar por viejos a un par de zapatos piensa qué será de ellos si van a parar cada uno a un distinto contenedor de basura, después de haber pasado juntos toda la vida. Ante el destino aciago que los ha separado, los zapatos viejos suelen llorar cada uno por su lado al recordar que un día calzaron a aquel niño salvaje que trepaba por los árboles; a aquel chaval nervioso que daba patadas a los botes en la calle camino del colegio; a aquel chico enamorado que los lustraba para ir a bailar con la novia a las verbenas; a aquel joven inconformista que siempre iba detrás de una pancarta equivocada; a aquel recién casado que durante el paseo en las tardes desoladas de domingo los arrastraba en silencio junto a su mujer tirando de un carrito de bebé; a aquel señor metido en política que tuvo que pisar innumerables charcos; a aquel anciano melancólico que renunció a ellos cuando ya no podía atarse los cordones si no era blasfemando. La historia de cada persona puede ser escrita a través de los zapatos que ha calzado a lo largo de los años: aquellos que dejó en el balcón la noche de Reyes; o aquellos de dos tonos, blancos y color café, con rejilla, de hortera; o las botas rudas de excursionista buscador de setas; o los mocasines de tafilete con dos borlitas, de lechuguino; o los últimos con las suelas pintadas de negro betún de Judea con los que cualquiera será enterrado. El alma se le baja a uno hasta los pies al caminar y gracias a que queda atrapada en los zapatos, no se pierde en la calle a merced de cualquier perro sarnoso que quiera pasarle la lengua después de olisquearla. Uno siempre es responsable de los zapatos que calza y a partir de ellos, como si fueran raíces llenas del fermento de la tierra, el individuo se desarrolla. Subiendo por las piernas, las caderas y las vísceras se puede llegar al alma de cada persona, que suele ser de la misma calidad de piel y de una horma parecida. En la memoria están todos los zapatos que uno ha llevado, los indómitos, los flexibles, los dóciles, los correosos, según las sucesivas etapas psicológicas de una vida. Los zapatos que uno desecha, si van a parar a un basurero distinto, se llevan también el alma dividida. Y allí puede que recuerden con orgullo o desprecio al individuo que los calzó un día.
viernes, enero 06, 2012
El abuelo de Antonio Machado.
El abuelo de Antonio Machado nació en Zafra en 1778, así que cuando había que partirse la cara en Madrid junto con otros españoles indignados por la llegada de tropas francesas que venían a rescatarnos tenía 30 años. Había sido buen estudiante de filosofía y derecho en Salamanca, pero en aquella universidad se aprendía también a no dejar que nadie se pasara de listo y a defender una cosa que se estudiaba tanto en filosofia como en derecho, y se practicaba en aquel entonces, la dignidad.
Cuando los demás esperaban dando voces, él salía a batirse el cobre y por eso llegó a ser oficial del Estado Mayor del Ejercito que peleó contra las tropas de Napoleón que venían aquí a tocarnos las pelotas y se fueron por pies.
Al regreso de los absolutistas - esa gente que tenía como lema "vivan las cadenas " - se largó Paris, mira por donde. A su regreso tuvo diversos cargos políticos, con gobiernos liberales pero finamente decidió explicar al mundo un ingenioso camino para alcanzar la felicidad que después de días y noches de trabajo obsesivo transcribió con esfuerzo en su obra "Unidad Simbólica o Destino del Hombre en la Tierra o Filosofía de la Razón". Todos los días y noches de esfuerzo titánico, febril, excitado por la emoción de haber encontrado la solución de los problemas de la Humanidad, incansable en su enorme generosidad que le obligaba a dar cuenta de sus hallazgos cuanto antes pudiera ser, fracasaron pues, en su extenuación final, no fue capaz de decidirse por un título de entre los tres que se le metieron en la cabeza. La Humanidad dudó de una obra sin un título nítido y definitivo. La obra apenas fue leída. Descreído, dolido por tanta ingratitud, Don José Àlvarez Guerra se consoló trasladando a su nieto Antonio alguno de los puntos más relevantes de entre esa colección de pensamientos que le tuvieron en vela durante meses. Aquel niño se llamaba Antonio Machado y aprendió en los ojos iluminados y tristes de su abuelo José a ser un poeta. Sus versos fueron leídos en todo el mundo, vengando el olvido de la obra filosófica de su abuelo que, de haber sido leída, hubiera podido llevar a la Humanidad a alcanzar la felicidad.
Cuando los demás esperaban dando voces, él salía a batirse el cobre y por eso llegó a ser oficial del Estado Mayor del Ejercito que peleó contra las tropas de Napoleón que venían aquí a tocarnos las pelotas y se fueron por pies.
Al regreso de los absolutistas - esa gente que tenía como lema "vivan las cadenas " - se largó Paris, mira por donde. A su regreso tuvo diversos cargos políticos, con gobiernos liberales pero finamente decidió explicar al mundo un ingenioso camino para alcanzar la felicidad que después de días y noches de trabajo obsesivo transcribió con esfuerzo en su obra "Unidad Simbólica o Destino del Hombre en la Tierra o Filosofía de la Razón". Todos los días y noches de esfuerzo titánico, febril, excitado por la emoción de haber encontrado la solución de los problemas de la Humanidad, incansable en su enorme generosidad que le obligaba a dar cuenta de sus hallazgos cuanto antes pudiera ser, fracasaron pues, en su extenuación final, no fue capaz de decidirse por un título de entre los tres que se le metieron en la cabeza. La Humanidad dudó de una obra sin un título nítido y definitivo. La obra apenas fue leída. Descreído, dolido por tanta ingratitud, Don José Àlvarez Guerra se consoló trasladando a su nieto Antonio alguno de los puntos más relevantes de entre esa colección de pensamientos que le tuvieron en vela durante meses. Aquel niño se llamaba Antonio Machado y aprendió en los ojos iluminados y tristes de su abuelo José a ser un poeta. Sus versos fueron leídos en todo el mundo, vengando el olvido de la obra filosófica de su abuelo que, de haber sido leída, hubiera podido llevar a la Humanidad a alcanzar la felicidad.