"SOY RESTAURADOR".
Soy restaurador.
Mi trabajo consiste en reponer mediante resinas sintéticas las cornisas y las molduras de los monumentos antiguos.
En estos momentos estoy trabajando en París, en la iglesia de La Madelaine, que se configura como un templo griego, emergiendo como un buque fantasma en medio de la ciudad de la luz.
Estoy colgado a 15 metros de altura, con mis arneses de seguridad y mi casco homologado, junto a dos compañeros.
Desde aquí arriba se ve Paris desde una perspectiva diferente.
Como no es fácil mantener el equilibrio, los tejados y las avenidas se mueven cadenciosamente al ritmo de una bella balada.
Este trabajo está muy mal pagado, pero a mí me compensa.
Estar tan cerca de estos monumentos me permite acariciarlos tiernamente cuando nadie mira.
Me emociona su tacto, imagino a los canteros que perfilaron las dovelas de los arcos, siento el olor a madera aserrada y resinosa de las cerchas que sustentan los entramados de las cubiertas, se me llenan los ojos con las sucesivas capas de encalados pigmentados que cubren las bóvedas.
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Mi trabajo consiste en reponer mediante resinas sintéticas las cornisas y las molduras de los monumentos antiguos.
En estos momentos estoy trabajando en París, en la iglesia de La Madelaine, que se configura como un templo griego, emergiendo como un buque fantasma en medio de la ciudad de la luz.
Estoy colgado a 15 metros de altura, con mis arneses de seguridad y mi casco homologado, junto a dos compañeros.
Desde aquí arriba se ve Paris desde una perspectiva diferente.
Como no es fácil mantener el equilibrio, los tejados y las avenidas se mueven cadenciosamente al ritmo de una bella balada.
Este trabajo está muy mal pagado, pero a mí me compensa.
Estar tan cerca de estos monumentos me permite acariciarlos tiernamente cuando nadie mira.
Me emociona su tacto, imagino a los canteros que perfilaron las dovelas de los arcos, siento el olor a madera aserrada y resinosa de las cerchas que sustentan los entramados de las cubiertas, se me llenan los ojos con las sucesivas capas de encalados pigmentados que cubren las bóvedas.
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Hoy, este curro de “colgados”, me ha regalado una perla.
Eran las seis de la tarde. La luz de París rielaba entre las nubes.
Era ese momento de la tarde, en el que las golondrinas se van a hacer la cena.
Me avisa mi compañero. Ha encontrado una extraña inscripción en la parte posterior de un alfeizar; un sitio inaccesible e invisible a los ojos de un mortal que se mueve a ras de suelo.
Pero nosotros estamos aquí arriba, y tenemos la oportunidad.
Limpiamos la piedra y leemos en un arcaico francés:
“Esta juventud está loca, no escucha a los dioses ni a los hombres. De seguir así, esta civilización pronto perecerá”
Praxímedes. 2.500 A.C.
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Soy restaurador.
Un trabajo como otro cualquiera.
(Es una colaboración de Driver).