lunes, julio 30, 2007

(Fuego).Diario de un paranoico razonable.



Esta cerca el fin.

Buscan responsables desesperadamente. Alguien a quien atribuir la culpa, chivos expiatorios que permitan ocultar al mundo la única realidad cierta. La Tierra esta a punto de empezar a arder, a consumirse bajo temperaturas que llegarán a ser superiores a los doscientos grados, para alcanzar a su destino final: convertirse en otra bola de suelo calcinado que gira alrededor del astro rey, como los demás planetas conocidos.
Hace años que la comunidad científica llegó a tener la certeza del proceso de calentamiento irreversible de la atmósfera. Los rayos del sol han ido minando minuto a minuto, día a día, la capacidad de ese filtro que rodea la tierra y nos ha permitido, durante unos cuantos millones de años, hacer frente a ese astro asesino. Pero poco a poco, sin prisa, de forma irrebatible impone la fuerza caliente y abrasadora de su energía infinita e inacabable y destroza con su calor todo lo que se interpone en su camino. Los primeros estudios en los años cuarenta del profesor SKINNERHOLD de la Universidad de Oslo, fueron inicialmente descalificados y ni siquiera su suicidio consiguió que fueran tomadas en serio sus teorías. Pero, a pesar de las críticas, poco después significaron el inicio de tres líneas de investigación, que siete años después, convirtieron sus predicciones en verdad científica indiscutible. Los tres trabajos ( Clawton, 1951, Stuart 1953 y Freghtson 1954) fueron inmediatamente considerados información clasificada entre las que alcanzan esa consideración por "poder provocar reacciones de pánico generalizado en la población civil" ( Confidencial Act, Cap. IIV) y su carácter secreto se ha visto renovado recientemente en la cumbre entre rusos y americanos del pasado mes de Mayo.

El único objetivo cierto, aunque escondido, de los viajes espaciales fue y sigue siendo el de encontrar un refugio que permita escapar del inevitable incendio final a unos cuantos humanos, buscar la posibilidad de que la Vida sea viable fuera del único ecosistema que hasta ahora la ha hecho posible, cuando las condiciones en que se desarrolló desaparezcan para siempre. El gran logro que justifica los cientos de billones de dólares invertidos en los viajes espaciales, no es que el hombre pisara la Lunadando saltitos, sino que ya sea posible generar agua potable a partir de la luz del sol en los laboratorios espaciales que desde hace años giran alrededor de la Tierra. Aunque provisional, el Hombre encontró un refugio para el día en que el Sol venza definitivamente su lucha cotidiana contra la atmósfera y el fuego de sus rayos inunde nuestras calles y nuestros campos en un incendio universal y definitivo.


Cada día es capaz de abrir un agujero más y por cada uno de ellos un trozo de Tierra echa a arder. El telediario nos enseña la foto de un tipo escondiendo su cabeza bajo una cazadora, conducido a empujones por orgullosos policías. Pero el autor de cada incendio que convierte nuestros bosques en ceniza esta más arriba y es más poderoso.

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miércoles, julio 25, 2007

"Según él". Javier Segovia.



Yo soy así, según mi hermano,

un ser feliz un hombre llano,

pero que sabe donde esta el bien y el mal

aunque tambien soy persona normal:

con amigos, con hogar,

con problemas que contar,

soy feliz.



En los gestos me parezco

a un tio nuestro que está lejos
mas tengo sangre de ser liberal
cosa que nunca me sentó muy mal.
Soy manchego, del lugar
que es el centro y el corral
soy de aquí.
Son mis ratos preferidos , según él,
inventarme mil destinos,
y mi riqueza son mi habitación,
un bloc de apuntes y alguna canción,
guarda cosas de un ayer,
varias cartas de mujer,
ser vivir.
Para unos soy letrista,
segun éll un optimista,
pero en el fondo soy sentimental,
algo veleta sin perseverar,
mis amigos son los dos,
el humilde y el señor ,
soy así.

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martes, julio 24, 2007

La noche del 23 de Julio.


Escribo cuando aún no han pasado ni siquiera las preceptivas veinticuatro horas de observación después de un fuerte traumatismo. Así que las palabras no son fiables, proceden de una mente todavía embriagada con esa droga natural y altamente adictiva de la música. Sus efectos se multuplican cuando se toma con esa otra rara sustancia que llaman amistad y, consigue sus efectos más potentes, si además se consume encima de un escenario.
Por eso puedo todavía percibir las sensaciones de plenitud y serenidad que ayer a ésta hora estaba sintiendo encima de un escenario, al aire libre, rodeado de amigos a quienes conozco desde hace décadas, con quienes volví a sumergirme en ese trance laico y místico al tiempo, que es una canción bonita.
Una inesperada conjunción de astros nos ha regalado la ocasión propicia para mostrar con sencillez y sin aspavientos la vigencia indiscutible de la obra musical y poética de un chaval genial que hace treinta años nos dejó precipitadamente.
He escrito otras veces aquí de éste hombre añorado, ídolo de mi adolescencia, que llena mi guitarra y mi alma de tanta energía limpia todavía. Sus canciones son ya parte de la banda sonora en éste rincón del mundo inexplicable de la Red. Apenas cruzamos cuatro o cinco conversaciones pero guardo intacto el recuerdo de su voz cariñosa y profunda, de su barba imperial y de sus ojos de niño.

Vendrán nuevas ocasiones para disfrutar de sus canciones. Te las ofrezco sin reservas, querido lector.
Hoy dejo constancia aquí de mi gratitud por la ocasión que ayer, a estas horas, la Vida me regaló.

jueves, julio 19, 2007

Cambio.

Ahora es tiempo propicio para el cambio. Han pasado suficientes años para entenderme. Miro atrás y veo con sorpresa un largo camino ya recorrido. El tiempo nos engaña, juega con nosotros. Se hace eterno en segundos y fugaz en años. Miro atrás y compruebo una larga caminata, casi sin tropiezos, llena de afanes, crianzas y un trabajo digno. Recuerdo los comienzos, la ilusión por abrir nuevas rutas hacia viejas aspiraciones, la tensión de nuevo día, la convicción de ser útil, de ayudar a dar un paso más hacía una sociedad mejor. Después aquella conmoción del principio se fue apagando, las palabras repetidas empezaron a sonar de otra manera, incluso a no sonar. Los horarios y la faena diaria se hizo costumbre, rutina. Lo que soy, lo que doy, se empezó a dar por sabido. Lo previsible se hizo real y cristalizó poco a poco, hasta adormecer mis pies, mis manos, mi pluma, mi lengua. Así, la palabra empezó a ser letanía, los principios justificaciones y las decisiones cotidianas respuestas automatizadas. También una máquina expendedora de tabaco es capaz de darlas: “su tabaco, gracias”.

He admirado siempre el hombre que un día dejó la ruta milenaria para buscar otro camino. Tenemos dentro la locura por lo nuevo, la necesidad de enfrentarnos a otros retos. La pasión y el miedo frente a lo desconocido son nuestro alimento.
Por encima de los peligros, denunciados con gran despliegue publicitario durante siglos , de sentimientos como la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia o la pereza, convertidos en pilares del comportamiento de tanta gente, a base de su minuciosa predicación, después de casi medio siglo en esta curiosa casa de locos que es la Vida, solo una cosa me parece lo peor, la raíz de todos los problemas, el virus capaz de destruir al mejor ser humano: el aburrimiento.

Nacimos para la aventura y en la seguridad se marchita la fuente de cada gesto, de cada pulsión que nos hace estar vivos. Estamos diseñados para crecer, para buscar, para mirar que hay detrás de la valla, para soñar con una casa mejor, más soleada, frente al mar.
Por eso es tiempo de cambiar de ruta.

Sentado en una piedra, a la sombra de los abetos, miro ahora el camino que dejaré. Ya lo conozco. Descansaré un poco más y, después de un trago de agua fresquita, inciaré un nuevo recorrido.
Paso a paso.
Con los ojos bien abiertos y el corazón atento, encendido, latiendo con fuerza, como él sabe cuando se enfrenta a un Nuevo Día.

martes, julio 17, 2007

DRIVER, LA LEYENDA.(1).

Una espesa niebla cubría Madrid y sus avenidas.
Silencio invernal.
Frío.
Cuando de repente…
De repente aulló una sirena.
Décimas de segundo.
Primero la luz.
Inmediatamente después el sonido.
Como el rayo y el trueno.
Después un estampido.
Una borrosa figura atravesó la Avenida de Arcentales.
Y cuando digo atravesó digo que la atravesó por toda la mitad, rápida y estruendosamente, como una navaja que raja a un fulano.
¿Quién cojones puede conducir así con la niebla que hay?
Ni idea.
Sería un juego de conductor.
La sirena se dirigió al Centro de Salud, perdiéndose en sus entrañas.

Así que eso es lo que soy. Un conductor.
Mi trabajo en la vida civil consiste en llevar gente accidentada de un sitio al otro.
Lucho contra el tráfico, las inclemencias del tiempo, el reglamento de la Comunidad Autónoma y la muerte.
Cada día me levanto con el deseo de ayudar a salvar vidas.
En algunos casos, con poco esfuerzo se consiguen grandes logros. Hay días en los que puedes destriparte, para al final transportar carnes sin vida. Ese es el juego. Y hay que saber jugarlo.
Trato de ser lo más profesional posible. Estudio recorridos. Estoy con un mapa mental permanente del tráfico en mi cabeza.
Desayuno adrenalina y me siento útil.
Hasta que un día …………se me ocurrió dejar de ser profesional, y claro, la cagué bien…………………………….
…………………..
¿Qué hacía aquel pescador de sesenta y cinco años en Madrid?
Parece ser que arreglaba unos papeles de su jubilación en el Ministerio.
¿Cuál fue el incidente?
Atropello por parte de un autobús urbano.
¿Por qué la cagué?
Fuí el primero en llegar. El viejo estaba bien jodido. El médico le inmovilizó todo menos el brazo derecho. Antes de meterlo en la ambulancia me cogió con su brazo y me dijo que no quería morir allí, que lo llevara a Denia.
No fuí profesional, me salté el reglamento de La Comunidad Autónoma y me pillé la nacional III.
………………….
Me encanta conducir.
………………….
Mientras el viejo me hablaba sobre su juventud y sus aventuras en Marruecos, yo me deslizaba a ciento setenta por el término municipal de Motilla del Palancar.
…………………..
Tal vez sea el viento, el bramido de la sirena, el desplazamiento progresivo del paisaje…………………………
Me había saltado un reglamento autonómico, cuatro disposiciones ministeriales sobre transporte de heridos, el reglamento interno de la empresa. Me caería un buen paquete.
……………………
Pero qué pasa, yo llevo al viejo a Denia.
……………………
La alfombra de asfalto rodaba bajo el liviano peso de mi saeta.
……………………
Kilómetros.
……………………
Kilómetros

Al llegar a Denia, me dirigí directamente al Hospital.
Descargaron al abuelo.
Me dijo : “ gracias hijo”.


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lunes, julio 09, 2007

Sr.Presidente.



Es un tipo muy normal, pero cansado y decepcionado. Llega al blog solo. Parece el final de una caminata de pasos perdidos. Entra mirando hacia los lados, como despistado. Le reconozco aunque su expresión relajada y un poco escéptica cambia completamente el rostro que había visto en los periódicos o la televisión.

Me pregunta que qué es esto y le digo que un blog. Hace un gesto de resignación, como diciendo “otra cosa que he escuchado mil veces y no sé exactamente qué es”. Por eso le dedico una explicación detallada y sencilla. Lo entiende y sonríe por primera vez.

- ¿ Qué tal está Usted?
- Bien gracias. Me gusta cómo tiene usted esto decorado. Es relajante el blanco ¿verdad?
- A mi me gusta.
- Está bien...eso de “depositar silencios”, ¿le parece bonito?.
Se hace el silencio precisamente, como si se hubiera depositado en nuestra conversación y vuelve una cierta expresión de vacío a su rostro. Mira el reloj y comprueba algo en el móvil. Empieza a hablar, pero no sé bien si para mi, o para él mismo.
- Sabe qué pasa...Seguro que no se lo cree, pero es la tercera vez que me largo sin decir nada y ni se enteran. Sinceramente creo que lo peor es el silencio. No se imagina usted cómo ha invadido mi vida, mis relaciones, mi existencia, como una especie de mancha que deja todo como suspendido, en la tibia indiferencia de lo que no es ni bueno ni malo.


De repente soy consciente de su profunda desolación.


- ¿Quiere tomar algo ?
- No gracias. Es increíble. Fuera de mi partido, ruido, como usted verá, o mejor oirá. Y dentro, silencio. Sinceramente preferiría la crítica, pero no dicen nada. Nada. Y créame que siento perfectamente que no es un silencio corroborativo. Es mucho peor y mucho más cruel. Es una manera de agresión refinada y sutil que cada día soporto peor.
- Anímese hombre. Si la cosa de la paz hubiera salido, usted hubiera pasado a la Historia. Como no salió bien, es normal que no tenga tantos apoyos.
- Es que me da igual eso, aunque no se lo crea. ¿Se imagina usted que de la única persona que me puedo fiar es de Maria Teresa?¿ Le parece a usted que es una persona como para sentirse querido, arropado, confiado?. Y quiero pensar que el silencio de los demás es porque la temen. Busco esa excusa para redimirme un poco. Pero, ya le digo, el único problema que tengo son mis compañeros.

Se remueve en su asiento como si se hubiera arrepentido de la confidencia nada más decirla.


- Lo siento, me tengo que ir.
- No se preocupe, supongo que gobernar un país deja poco tiempo.
- No se crea...no le digo que ni se enteran. Voy a ver qué hacen, pero es que ahora llego al despacho de ella y es que ni se enteran de que he llegado.


Suena el móvil.


- Ve como exagera: ya le llaman.
- No – dice mientras lo mira- es un aviso del santo de mi cuñada.


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Aqui llegó Toi.


Vive en la paradoja y acaba de llegar al mundo de los blog, que es el mundo, la Vida misma.

Su mirada de fotografo de los sonidos estaba ya presente en una magnífica web en elaboración.

Ahí encontrarás al gran profesional de la luz atrapada, del perfil del claro oscuro. La obsesión por captar el aire que no se ve, la intención que esconde una mirada, la armonía que irradia un violín, la inquietud y el lamento de una guitarra.


Ahora nos ofrece su polisémico interior de alfombra persa. Eligió un nombre difícil, rebuscado, para expresar mejor la sencillez. Es el nombre de una flauta capaz de hacer sonar el silencio. Se llama Sahkuhashi y nos abre de par en par la puerta a sugerencias, intuiciones, reflexiones, imágenes y obsesiones de un hombre inquieto, alegre y continuamente sorprendido.


Será visita cotidiana y estoy seguro que encontraré siempre una cereza o un sorbo de orujo para saborear con media sonrisa cuando salga de su blog.


Bievenido Sakusachi...o cómo se diga.

lunes, julio 02, 2007

Tu olor.


Cuando un humano se encuentra con un perro y siente temor, libera un determinado olor que es percibido inmediatamente por el animal como una amenaza. Pero no solo ocurre así en esa circunstancia tan cotidiana y conocida. Desde el primer latido lanzamos al aire diminutas partículas conteniendo un mensaje preciso y sincero. El intercambio de olores establece una comunicación sin posibilidad de manipulación ni por el emisor, ni por el receptor. Por eso crea, velada y sutilmente, un entorno que será determinante en cada relación interpersonal. Luego buscaremos razones para explicar lo agradable o desagradable que nos resulta estar con alguien, desarrollando así nuestra, también natural, habilidad para engañarnos y engañar a quien nos escucha. Pero fue el olor lo que marcó en gran medida el inicio de ese gran amor o la explicación fundamental de aquella enemistad que terminó inspirando el guión de nuestra vida.
El olor golpea directamente en nuestro cerebro los centros que alojan los recuerdos y que impulsan nuestras emociones. Si lo propiamente humano es pensar, el sentido del olfato nos eleva o rebaja de tal condición. Carece de explicación racional, se sitúa en un nivel definitivamente distinto al de la razón, los argumentos o las palabras. Ni siquiera se deja definir y sin embargo cada aroma propicia unas reacciones de intranquilidad, sosiego, alegría o preocupación, de acuerdo con un patrón elaborado a lo largo de millones de años que asocia un olor a una circunstancia, y que se ha transmitido por generaciones escondido en algún rincón de nuestro ADN.
Hasta ahora es esquema ha sido: si huele A, va a ocurrir A’.
La cuestión es cuanto tardaremos en conseguir alterar intencionalmente el orden de las cosas: hagamos que huela a A para que ocurra A’. Aplicando este inteligente truco pudo hacer frente con éxito y elegancia Jean Baptiste Grenouille a la incómoda situación de quien desde el patíbulo se enfrenta a una masa enfervorizada que pide a gritos su ejecución.
La ancestral afición del hombre a dominar a sus semejantes permite sospechar que más de una investigación estará apuntando ya en esa dirección. Habrá que estar atento: parece que los grandes almacenes empiezan a intentar manejar nuestro ánimo con el olor.
Entre tanto, ese adminículo puntiagudo y absurdo, que sin embargo es pieza clave de nuestro rostro, puede que sea el último refugio de nuestra inocencia, de nuestra autenticidad.

Pruden. Capítulo Primero."La flor de Almíbar".


Muchos años después, frente a la tarta nupcial, Federico José Sánchez Lapiedra, habría de recordar aquella remota mañana de abril, cuando su padre le enseñó a medir cuerda tirando con decisión y haciendo girar la garrucha, al tiempo que pegaba cada porción sobre el perfil brillante y desgastado del mostrador de mármol. La ferretería “La Tuerca”, que después se llamaría “Hijos de Prudencio Sánchez”, era entonces el establecimiento más moderno del barrio: mujeres y hombres, grandes y pequeños se detenían ante su enorme escaparate asombrados por la variedad de tamaño de las cacerolas, los pucheros y sartenes con patas, los coladores, cafeteras italianas y alicates o martillos, ordenados en el interior de un receptáculo cuadrado de dimensiones hasta entonces desconocidas. El Barrio de Las Candelas era entonces una agrupación de apenas diez familias, recién llegadas a la gran ciudad, que miraban con recelo y desconfianza el afán de los operarios que levantando la calle la recubrían de adoquines oscuros y de líneas acero brillante.Para el niño Federico José la consecuencia inmediata de la instalación del tranvía había sido la suspensión sine die de los partidos de fútbol que cada tarde convertían la calle en el escenario de la tragedia o la alegría compulsiva de una veintena de chavales, alguno de los cuales formarían parte pocos años después de la mítica delantera del Racing de Buenavista F.C. Fueron días de nerviosa ilusión en los mayores y de desconcierto en la chiquillería, que pronto encontró la solución a un cuarto de hora de bicicleta en una explanada que llamaban “La Era del Manchón” entonces y hoy, casi cien años después Polígono Industrial El Manchón.

Prudencio Sánchez había pasado media vida recorriendo caminos al principio sobre los lomos de un asno y después con una pequeña carriola, con la que vendía hoces, azadas y otros instrumentos del campo, que recogía de las fábricas de La Solana, y repartía por los cortijos diseminados de una llanura ingrata y aburrida que sólo sirvió para regalar un sitio a la mente del genio de las letras, cuando quiso ubicar un loco a lomos de un rocín y su escudero en algún escenario acorde con sus continuos despropósitos.
Un par de visitas de un empleado de un banco y un representante de tuercas y tornillos de Mataró, bastaron para convencerle que en el mundo moderno, la gente se desplazaría hasta el lugar donde tenía que adquirir las cosas que necesitaba. “¿ Y si no vienen?”, preguntaba interrumpiendo las explicaciones, sin que su imaginación pudiera llegar a vislumbrar un cambio tan brusco en las costumbres de la gente. Ellos le insistían asegurándole que el futuro traería calles llenas de tiendas y que él no podía quedarse atrás. El nombre de “La Tuerca” fue imposición del socio de Mataró que a cambio costeó el cartel de cristal pintado con letras muy bonitas. Prudencio solo había pensado en nombres de hijos desde el bautizo de su segunda hija y no estaba sobrado de dinero en el comienzo de su aventura como comerciante. Había empezado un siglo y por fin su mujer había traído un varón después de dos hembras. Siempre se había dicho que los niños traen un pan debajo del brazo, así que aquel negocio no podía salir mal. Se llamaría Federico José, en recuerdo de un tío que murió en Cuba. Cuando nació era cabezón y muy peludo, lo que su padre relacionó con la facilidad para el comercio, al que asociaba la necesidad de estar haciendo números y números todo el día. Cuando le vio despachar quince metros de cuerda de pita para paquetería, con tan sólo doce años y cobrar dando las vueltas, sintió que tenía un sucesor y desde aquel día los hilos de la necesidad de alimentar a su familia que le mantuvieron en tensión y despierto más de una madrugada encendiendo su vida y sus intenciones cotidianamente, entre caminos polvorientos y facturas imposibles de entender que le explicaba un catalán con un tono de voz que invitaba a la desconfianza, se aflojaron para siempre. El reuma, la artrosis y el cansancio de los años, se fueron apoderando de él y postrándolo en una silla en la penumbra de la tienda, donde comentaba las ultimas noticias del barrio con sus vecinos mientras miraba orgulloso a su hijo atendiendo el mostrador, golpeando con decisión la nueva máquina recaudadora, dorada y rellena de campanillas escandalosas que facilitaba los cambios y les aligeraba la tediosa hora final del día cuando había que apuntar lo vendido y repasar la caja punteando anotaciones.

Federico José, vio poner y quitar las vías del tranvía por su calle. Surtió de tornillos de todas clases a las industrias de la ciudad que también vio crecer y morir. Durante los años de su madurez habitó un mundo perfecto en el que todos sabían donde debían situarse, quien eran los buenos y quienes los malos, las horas y los días se sucedían con una precisión armoniosa y aceptada por todos. Tiempos en que la ciudad compartía la ilusión de levantar unas ruinas y construir el futuro con esfuerzo y sacrificio. La única condición era no mirar atrás y no hacer preguntas. Y Federico José, las aceptó sin mucho esfuerzo. Tuvo ocasión de aprender las letras suficientes para aprender el nombre de los ríos y las ciudades, además de las cuatro operaciones matemáticas que le permitían ayudar a su padre a cerrar las cuentas por la noche. Y cada día le trajo la faena precisa para no pensar en otra cosa que no fueran sus hijos y el sueño de un futuro mejor para ellos. Su madre les dejó entre las sombras de ese pasado al que no se podía mirar. Su padre le enseñó a llevar el negocio y le acompañó siempre. Los últimos años sentado, en una silla de enea, en el sitio discreto y tranquilo que siempre quiso tener en vida, como si su nombre hubiera marcado su carácter y su destino.

Sentado en aquella silla de enea lo conoció Pruden, hijo pequeño de Federico José a quien contaba cuentos de bandidos que vivían en la sierra y le quitaban el dinero a los ricos para dárselo a los pobres y explicaba que así como en su mundo todas las cosas giraban alrededor de piezas de madera cuidadosamente torneadas por el carpintero, en el mundo moderno todas las cosas imaginables tenían dentro tornillos, grandes y pequeños, con la cabeza con miles de formas, de estrella y de una sola hendidura. Gracias al maravilloso invento del tornillo, podían unirse piezas imposibles de juntar que, además no podían ser de madera, como las que formaban el motor de los coches, a los que su abuelo siempre llamó autos. Pruden siempre recordará las explicaciones de su abuelo sobre un mundo de tornillos y tuercas, subido en sus rodillas de pana, comiendo una tostada de aceite. Y el recuerdo le trae la expresión de su cara sorprendida y desangelada y, sobre todo su olor a campo. Al campo que hacía muchos años que dejó, pero que se había metido en su ropa, impregnando el olor de su alma. Pruden notaba que su abuelo estaba orgulloso de su padre y ahora no sabría recomponer con precisión, la historia que su abuelo siempre contaba del día que detrás del mostrador empezó a ayudarle en la tienda. Una historia de una cuerda o algo así.


Cuando Prudencio Sánchez vio a su hijo despachar quince metros de cuerda de pita para paquetería, con tan sólo doce años, tirando del rollo con desparpajo, poniendo los tramos de cuerda sobre el perfil del mostrador, como si llevara siglos haciendo ese gesto, salió sin decir nada de la tienda y regresó con un pastel de hojaldre y nata que Federico José apenas podía abarcar con la boca. El dulce como una fiesta y la risa de su padre, desconocida hasta entonces por él, hicieron aquel momento imborrable en su memoria. Siempre que hablaba en las reuniones familiares, después de las cervezas del aperitivo, lo mencionaba hasta hacer aquella escena y su minucioso relato previsible en todos los que le escuchaban. La primera vez que lo narró como un discurso delante de todo el mundo fue delante del pastel de bodas y Maria Inmaculada Martín Torres, que acaba de dejar de ser su novia para convertirse en su mujer, cuando antes de cortar la tarta escuchó a su recién esposo empezar a decir “ Hace muchos años...”, ya sabía todo lo que iba a contar después: lo había escuchado muchas veces paseando su noviazgo, advirtiendo que él ni se daba cuenta de que esa historia ya se la había contado antes. A ella también le encantaba el hojaldre con nata, preludio de su primer beso de amor. Mientras él declamaba la historia, ella se trasladó a esa hora imprecisa en que el sol ya no está y todavía hay luz, un par de años antes. Hojaldre y nata por cincuenta centímos :Patelería y Confitería "la Flor del Almíbar". Y recordó aquella sensación caliente y suave, el juego que por azar comiéndose aquel pastel empezaron y, cuando apenas se había hecho de noche, aquel dulce desorden, aquella agitación desconocida hasta entonces para ella ,cuando el tiempo se detuvo y el mundo desapareció completamente detrás de aquel beso. En su vientre aquélla noche empezó a pensar en Pruden.


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